La pregunta que flotaba en los días previos al derbi femenino de este domingo giraba sobre dos cifras: los 21.000 asistentes del Real -Athletic de hace dos años y los 20.500 de la temporada pasada. Con ese recuerdo en mente, a partir de las 14.00 horas los aledaños del estadio donostiarra de Anoeta -Reale Arena en su nueva denominación- comenzaron a llenarse de familias que se desparramaban por las terrazas de los bares y creaban un ambiente de fiesta popular. Una celebración a la que no faltaron el presidente del Athletic, Aitor Elizegi, y María Tato, miembro de la directiva rojiblanca, recibidos ambos dentro del estadio con un mosaico txuri urdin que los hinchas de la Real formaron detrás de una de las porterías.
Fue un poco más tarde, ya en el segundo tiempo, cuando se confirmó lo que las tribunas transmitían a simple vista desde el inicio del choque. La entrada en el estadio rondaba las 30.000 personas. En concreto, el dato que facilitó de forma oficial la Real fue 28.367. Y la temperatura era de 28 grados. Nuevo récord en Donosti en todos los sentidos.
Botellines de agua, bocatas; algunos, muy pocos, katxis de cerveza… Ese es el escenario de los derbis vascos de la Liga Iberdrola. Y el domingo fue evidente desde mucho antes del partido. Desde las 15.00 horas, cuando el donostiarra Arkaiz caminaba hacia el estadio con sus dos hijos cogidos de la mano, ambos luciendo sendas camisetas rojiblancas. «El pequeño -puntualizó el padre- también se ha puesto la camiseta de la Real. Observa». Arkaitz levantó la zamarra del Athletic que vestía el chaval, dejando a la vista los colores azul y blanco que se escondían debajo. A continuación, el aficionado trató de explicar esa paradoja: «Somos de Donosti, pero soy de la cuadrilla de Aritz Aduriz y de Gabilondo». En resumidas cuentas, se trataba de otro corazón partido en San Sebastián.
Todo el mundo, y Arkaitz y sus hijos no iban a ser menos, quiso aportar su grano de arena la cita de los dos históricos equipos y darle variedad al acontecimiento, que avanza de récord en récord de público. Aunque, a decir verdad, no viajaron en esta ocasión muchos seguidores del Athletic, tal vez porque la hora del encuentro, las cuatro de la tarde, no era tan atractiva para movilizar a familias completas, que son la materia prima del fútbol femenino, esas parejas con sus niños sentados a la puerta del Reale Arena sacando chispas a los móviles. «Si el derbi hubiera sido a las 12.00, entonces sí me habría ido a Donosti», confesó por la mañana Alberto, uno de los fieles del Athletic femenino. No era el único que opinaba así. A mediodía, la movilización de los aficionados podía haber llegado todavía más lejos.
Menos rojiblancos
Empleados de la Real reconocieron que en esta ocasión se vieron menos visitantes rojiblancos en la explanada del Reale Arena, donde se había habilitado una especie de 'fan zone' con barra y mesas. En las gradas, la presencia bilbaína tampoco fue muy perceptible. Y eso que desde el club donostiarra se intentó que la afluencia desde Bizkaia fuera mucho mayor. Por eso los txuriurdines enviaron al Athletic, además de las cien entradas de cortesía, que es la deferencia habitual con el equipo visitante en los partidos de Liga, otras mil más. Pero, según explicaron en la Real, estas últimas se devolvieron.
En cualquier caso, eso no impidió ver desde muy pronto a pequeños grupos de hinchas del Atheltic preparados para animar a las jugadoras de Ángel Villacampa, que necesitaban ganar a toda costa para conjurar la incertidumbre del inicio de la temporada. Aitor y Rosa fueron de los más madrugadores entre ellos. Viajaron pronto a Donosti con sus dos hijas para sentarse de los primeros en el estadio. «Hemos venido directamente de Bilbao, siempre seguimos a las chicas», comentaron a ELCORREO, ambos ataviados con sus respectivas zamarras del Athletic. «¿Os importaría haceros una foto con gente de la Real?», les preguntó a continuación el reportero gráfico. El matrimonio aceptó encantado. Si se hubiera tratado de la Liga Santander, una posible fotografía habría sido la de peñistas y jóvenes con kalimotxos y cerveza. Pero en la Liga Iberdrola confraternizan matrimonios jóvenes con críos pequeños que componen estampas escolares.
Aunque no todos los fieles del Athletic femenino respondieron este domingo a ese patrón. Una de las incombustibles que no faltaron al derbi fue la bilbaína Rafaela, que antes del choque esperó sentada en las escaleras el momento en que le dejaran pasar a su localidad en Anoeta. «Soy del barrio de Uribarri, pero llevo un mes viviendo en Donosti y he aprovechado para venir», comentó. La acompañaba Vicky, su amiga, que había viajado desde Pamplona a Donostia con la camiseta del Athletic. «No nos lo podemos perder», aseguró. Todavía no sabía que su equipo iba a marcar nada más empezar.
Era la hora de los bocatas, de los juegos infantiles y los móviles, el sello distintivo de las tribunas cuando juegan el Athletic de Villacampa y la Real de Gonzalo Arconada. Que se lo pregunten si no al periodista que, en la sala de prensa, antes de que el árbitro pitara el comienzo del choque, le dijo a un colega de la competencia. «Los primeros minutos del partido los voy a ver en la localidad con mis hijos».
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