Los principales sospechosos por la masacre en la planta están vinculados a la facción más violenta que controla a la hinchada. Pero también tienen línea directa con uno de los candidatos a intendente de la ciudad. Los antecedentes más recientes y violentos de un grupo de hinchas que cuenta con apoyo político
La historia no es nueva aunque los personajes cambien como los números del almanaque. Una vez más, la barra brava de Estudiantes de La Plata aparece en el ojo de la tormenta. Y con antecedentes de sobra. El brutal asesinato de José Luis Cabezas, los gravísimos incidentes durante el traslado de los restos del general Perón a la quinta de San Vicente, el crimen de Francisco “Charo” de la Canal -sin detenidos ni sospechosos- o la todavía fresca vinculación con la masacre de los tres policías. Y lo peor es que la lista continúa. Con enfrentamientos a tiros entre dos de las facciones más violentas -uno de ellos en la estación de trenes local-, peleas cuerpo a cuerpo en las tribunas de varios estadios e innumerables cruces con la policía bonaerense (y de otras provincias también). La detención de Leandro Colucci (27) es la punta de un ovillo que conduce a una de las barras más violentas del país, que además tiene relación directa con Pablo Bruera, el candidato a intendente de La Plata por el Partido Progreso Social (PPS). Según lo que se pudo saber, el principal acusado por la masacre no es hombre de “paraavalancha”. Pero sí mantiene una estrecha afinidad con el cabecilla de la barra pincha y varios de sus integrantes, entre ellos Gustavo Gabriel Mastrobita, otro de los detenidos por el caso. De hecho, su vinculación con cierto sector político de la ciudad le sirvió para hacer “negocios” de campaña en la tribuna. El ejemplo más claro es ni más ni menos que la distribución “liberada” en la hinchada de globos rojos y blancos con la leyenda “Bruera Intendente”. Pasión y sangre Los cambios en la conducción de la barra brava de Estudiantes -una minoría salvaje a la que poco le importa el fútbol- estuvieron siempre vinculados a la crónica policial. Se dividió en 1995 después de un infernal tiroteo en un colectivo que los trasladaba a Tucumán. Lo que ocurrió aquella vez fue el inicio de una guerra de poder que todavía sigue en pie, y uno de los pocos hechos afortunados. La balacera fue infernal. Pero nadie murió. Sí poco tiempo después cuando el líder de una de las facciones se cobró venganza en la esquina de 6 y 61. Ese mismo año, durante la previa de la edición nº 118 del clásico entre Estudiantes y Gimnasia, parte de la barra que participaba de un asado en el viejo estadio de 1 y 57, disparó contra un grupo de simpatizantes del otro equipo, entre los que se encontraba Martín Orelli, quien murió tras agonizar 16 meses. Dos años más tarde otra facción horrorizó a la opinión pública: José Luis Auge y Héctor Retana, dos miembros reconocidos de la barra, eran detenidos y acusados formalmente por el crimen de Cabezas. Con los principales cabecillas en prisión la hinchada pareció alejarse de los escándalos. Pero no demasiado tiempo. Porque apenas salieron decidieron pelear por el terreno perdido. La disputa generó enfrentamientos en la tribuna, en la calle y hasta en la estación de trenes local, donde el viernes 3 de febrero del año pasado un barra fue baleado a quemarropa. Pocos meses después, y en un hecho que muchos relacionaron con aquel incidente, fue asesinado otro reconocido miembro de la hinchada: Francisco de la Canal. El crimen de “Charo” -como lo conocían todos- alimentó aún más las diferencias que volvieron a expresarse en los tablones con peleas cuerpo a cuerpo y armas de por medio. Finalmente, el “Morsa” Montero, que cobró fama pasajera en una pelea que lo tuvo como principal protagonista en la cancha de Banfield, se hizo cargo de la barra hasta que volvió a caer detenido, después de atrincherarse en un edificio de 8 y 39 al que supuestamente había ingresado con fines de robo. En el medio, siete barras fueron apresados acusados por los incidentes ocurridos durante el traslado de los restos de Perón. Con el “Morsa” en la cárcel un ex policía ocupó su lugar. Ese hombre es uno de los sospechosos por la masacre, aunque en su casa -que fue allanada el viernes pasado- los investigadores no encontraron elementos que puedan comprometerlo. Distinta es la situación de Colucci y Mastrobita -ver páginas 2 y 3-, vinculados no sólo a la barra sino también a cierto sector político de la ciudad que busca publicidad a cualquier precio.
La historia no es nueva aunque los personajes cambien como los números del almanaque. Una vez más, la barra brava de Estudiantes de La Plata aparece en el ojo de la tormenta. Y con antecedentes de sobra. El brutal asesinato de José Luis Cabezas, los gravísimos incidentes durante el traslado de los restos del general Perón a la quinta de San Vicente, el crimen de Francisco “Charo” de la Canal -sin detenidos ni sospechosos- o la todavía fresca vinculación con la masacre de los tres policías. Y lo peor es que la lista continúa. Con enfrentamientos a tiros entre dos de las facciones más violentas -uno de ellos en la estación de trenes local-, peleas cuerpo a cuerpo en las tribunas de varios estadios e innumerables cruces con la policía bonaerense (y de otras provincias también). La detención de Leandro Colucci (27) es la punta de un ovillo que conduce a una de las barras más violentas del país, que además tiene relación directa con Pablo Bruera, el candidato a intendente de La Plata por el Partido Progreso Social (PPS). Según lo que se pudo saber, el principal acusado por la masacre no es hombre de “paraavalancha”. Pero sí mantiene una estrecha afinidad con el cabecilla de la barra pincha y varios de sus integrantes, entre ellos Gustavo Gabriel Mastrobita, otro de los detenidos por el caso. De hecho, su vinculación con cierto sector político de la ciudad le sirvió para hacer “negocios” de campaña en la tribuna. El ejemplo más claro es ni más ni menos que la distribución “liberada” en la hinchada de globos rojos y blancos con la leyenda “Bruera Intendente”. Pasión y sangre Los cambios en la conducción de la barra brava de Estudiantes -una minoría salvaje a la que poco le importa el fútbol- estuvieron siempre vinculados a la crónica policial. Se dividió en 1995 después de un infernal tiroteo en un colectivo que los trasladaba a Tucumán. Lo que ocurrió aquella vez fue el inicio de una guerra de poder que todavía sigue en pie, y uno de los pocos hechos afortunados. La balacera fue infernal. Pero nadie murió. Sí poco tiempo después cuando el líder de una de las facciones se cobró venganza en la esquina de 6 y 61. Ese mismo año, durante la previa de la edición nº 118 del clásico entre Estudiantes y Gimnasia, parte de la barra que participaba de un asado en el viejo estadio de 1 y 57, disparó contra un grupo de simpatizantes del otro equipo, entre los que se encontraba Martín Orelli, quien murió tras agonizar 16 meses. Dos años más tarde otra facción horrorizó a la opinión pública: José Luis Auge y Héctor Retana, dos miembros reconocidos de la barra, eran detenidos y acusados formalmente por el crimen de Cabezas. Con los principales cabecillas en prisión la hinchada pareció alejarse de los escándalos. Pero no demasiado tiempo. Porque apenas salieron decidieron pelear por el terreno perdido. La disputa generó enfrentamientos en la tribuna, en la calle y hasta en la estación de trenes local, donde el viernes 3 de febrero del año pasado un barra fue baleado a quemarropa. Pocos meses después, y en un hecho que muchos relacionaron con aquel incidente, fue asesinado otro reconocido miembro de la hinchada: Francisco de la Canal. El crimen de “Charo” -como lo conocían todos- alimentó aún más las diferencias que volvieron a expresarse en los tablones con peleas cuerpo a cuerpo y armas de por medio. Finalmente, el “Morsa” Montero, que cobró fama pasajera en una pelea que lo tuvo como principal protagonista en la cancha de Banfield, se hizo cargo de la barra hasta que volvió a caer detenido, después de atrincherarse en un edificio de 8 y 39 al que supuestamente había ingresado con fines de robo. En el medio, siete barras fueron apresados acusados por los incidentes ocurridos durante el traslado de los restos de Perón. Con el “Morsa” en la cárcel un ex policía ocupó su lugar. Ese hombre es uno de los sospechosos por la masacre, aunque en su casa -que fue allanada el viernes pasado- los investigadores no encontraron elementos que puedan comprometerlo. Distinta es la situación de Colucci y Mastrobita -ver páginas 2 y 3-, vinculados no sólo a la barra sino también a cierto sector político de la ciudad que busca publicidad a cualquier precio.
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