Con un presupuesto todavía sin divulgar, los críticos a la organización del Mundial 2014 en Brasil alertan del peligro de un derroche desorbitado para las arcas públicas, por el dispendio en infraestructuras y seguridad.
En estas áreas, en especial, las exigencias de la FIFA son muchas y las carencias son profundas en Brasil, que el martes próximo deberá ser confirmado como organizador del Mundial 2014. Además, la reforma o la construcción de nuevos estadios exigirá millonarias inversiones, porque ninguno alcanza los requisitos mínimos de la FIFA de comodidad, seguridad y equipamientos. El legendario estadio Maracaná de Río de Janeiro, inaugurado en 1950, recibió recientemente una reforma estructural por un coste de unos 100 millones de dólares, para prepararlo para los Juegos Panamericanos del pasado julio. No obstante, para albergar partidos del Mundial, el viejo 'Maraca', que sería el único estadio utilizado en el Mundial 1950 que repetiría en 2014, tendrá que renovarse completamente de nuevo. En total, de los 18 estadios propuestos, cuatro deberían construirse desde cero y otros 14 deberían sufrir obras con costes muy elevados. Sólo cuando la FIFA elija entre diez y doce sedes se podrá realizar el primer presupuesto, que las autoridades brasileñas esperan aliviar con la participación de empresas privadas o clubes de fútbol. De momento, el Morumbí de Sao Paulo es el único estadio que tiene garantizada su remodelación por parte de capital privado, aportado justamente por un club de fútbol. El Sao Paulo, que regenta el coliseo paulista, se ha comprometido a asumir todos los gastos de su reforma. No obstante, la dudosa viabilidad de muchos equipos que están al borde de la quiebra y la experiencia de los Juegos Panamericanos hacen temer que el Estado tenga que acudir al rescate, echando mano de las arcas públicas, para concluir las obras a tiempo.
El presupuesto inicial para los Panamericanos era de alrededor de 530 millones de dólares pero, según cálculos de la prensa, se disparó hasta los 2.000 millones de dólares, en parte por la premura en acometer obras de última hora, cuyos precios habían aumentado. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, defendió el aumento del coste de este evento, pues gran parte de las inversiones futuras destinada a la mejora del sistema de transporte o a la seguridad de la ciudad. Según cálculos oficiales, sólo el dispositivo de seguridad desplegado para los Juegos, calificado por Lula de 'modelo' para el país, se llevó unos 200 millones de dólares. Lula defendió que los responsables del presupuesto 'gastaron lo que necesitaban gastar' e 'hicieron las licitaciones que necesitaban hacer'. El problema de la violencia es uno de los que más quebraderos de cabeza está dando a las autoridades brasileñas, sobretodo en las favelas cariocas y paulistas o en la empobrecida región Noreste. Aunque el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Ricardo Teixeira, ha insistido en quitarle hierro al asunto, y ha dicho con ironía que teme ir a algunos países. 'Tengo miedo de ir a Turquía, por el terrorismo. Incluso en Madrid (hay atentados terroristas). Violencia hay en todo el mundo', apostilló el dirigente. Este problema no supuso un gasto extraordinario a los organizadores del último Mundial de Alemania, cuyo presupuesto total rondó sólo unos 600 millones de dólares. Además, el comité organizador alemán obtuvo unos 30 millones de dólares de beneficio neto, gracias al éxito de la venta de entradas. Más cercano a la realidad brasileña, por el déficit en infraestructuras, es el ejemplo de Sudáfrica, organizador del Mundial 2010, cuyo presupuesto ya se ha triplicado con respecto a los primeros cálculos y supera los 1.000 millones de dólares. En otro aspecto importante, para que Brasil cumpla los requisitos de la FIFA en transportes, necesita un desembolso billonario para mejorar su sistema aéreo, aún no recuperado de una reciente crisis, que incluyó 354 muertos en dos accidentes en el último año. Además, las deficiencias en la red de carreteras son graves y la red ferroviaria es prácticamente inexistente.
Los gobiernos de Río de Janeiro y Sao Paulo, las dos principales metrópolis del país, están estudiando la construcción de un tren bala que cubra los 400 kilómetros que separan a ambas ciudades. Pero la idea aún no se ha plasmado en el papel y muy difícilmente llegará a tiempo para el 2014.
El presupuesto inicial para los Panamericanos era de alrededor de 530 millones de dólares pero, según cálculos de la prensa, se disparó hasta los 2.000 millones de dólares, en parte por la premura en acometer obras de última hora, cuyos precios habían aumentado. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, defendió el aumento del coste de este evento, pues gran parte de las inversiones futuras destinada a la mejora del sistema de transporte o a la seguridad de la ciudad. Según cálculos oficiales, sólo el dispositivo de seguridad desplegado para los Juegos, calificado por Lula de 'modelo' para el país, se llevó unos 200 millones de dólares. Lula defendió que los responsables del presupuesto 'gastaron lo que necesitaban gastar' e 'hicieron las licitaciones que necesitaban hacer'. El problema de la violencia es uno de los que más quebraderos de cabeza está dando a las autoridades brasileñas, sobretodo en las favelas cariocas y paulistas o en la empobrecida región Noreste. Aunque el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Ricardo Teixeira, ha insistido en quitarle hierro al asunto, y ha dicho con ironía que teme ir a algunos países. 'Tengo miedo de ir a Turquía, por el terrorismo. Incluso en Madrid (hay atentados terroristas). Violencia hay en todo el mundo', apostilló el dirigente. Este problema no supuso un gasto extraordinario a los organizadores del último Mundial de Alemania, cuyo presupuesto total rondó sólo unos 600 millones de dólares. Además, el comité organizador alemán obtuvo unos 30 millones de dólares de beneficio neto, gracias al éxito de la venta de entradas. Más cercano a la realidad brasileña, por el déficit en infraestructuras, es el ejemplo de Sudáfrica, organizador del Mundial 2010, cuyo presupuesto ya se ha triplicado con respecto a los primeros cálculos y supera los 1.000 millones de dólares. En otro aspecto importante, para que Brasil cumpla los requisitos de la FIFA en transportes, necesita un desembolso billonario para mejorar su sistema aéreo, aún no recuperado de una reciente crisis, que incluyó 354 muertos en dos accidentes en el último año. Además, las deficiencias en la red de carreteras son graves y la red ferroviaria es prácticamente inexistente.
Los gobiernos de Río de Janeiro y Sao Paulo, las dos principales metrópolis del país, están estudiando la construcción de un tren bala que cubra los 400 kilómetros que separan a ambas ciudades. Pero la idea aún no se ha plasmado en el papel y muy difícilmente llegará a tiempo para el 2014.
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