Los 5.000 de Valladolid

Una marea rojiblanca inundó Valladolid el pasado domingo. Fue una invasión pacífica, colorista, ejemplar. Una más. A priori, era un partido de Liga de los del montón (para qué nos vamos a engañar), disputado por dos equipos que luchan en la zona menos noble de la tabla. Carne de cañón en el 'Estudio estadio' de nuestra infancia. Ni siquiera tenía el componente épico de las mal llamadas finales de las últimas temporadas. Esta vez no había que ejercer de Ejército de Salvación. Estamos en octubre, por el amor de Dios. Pero allí estaban estas 5.000 benditas almas unidas por un sentimiento común: el Athletic. No nos sorprende, y corremos el riesgo de no poner el foco en un hecho tan singular. Para visualizarlo, puede ayudar el ejercicio siguiente. ¿Se imaginan tal despliegue de hinchas merengues, o culés, en una situación similar? Ustedes mismos. Somos como los parisinos, que ni siquiera alzan la vista cuando pasean por el Trocadero mientras miles de turistas se fotografían con la Torre Eiffel al fondo. Tenemos una joya en casa y no nos damos cuenta. La afición es nuestro símbolo, nuestro motor, nuestra verdadera estrella mediática. No va con nuestro carácter lanzarnos a cantar las excelencias de lo que tenemos en casa. Será pudor o introversión. Pero da cierto corte. El problema es que si no lo hacemos nosotros no lo va a hacer nadie. Y el hecho merece ser destacado. Joaquín Caparrós declaraba la semana pasada en estas páginas que le sorprendía no encontrar en el vestuario el carácter optimista de los vascos. ¿Cómo explicar semejante demostración de afinidad entre una afición que da tanto y un equipo que le devuelve tan poco? Los sentimientos pertenecen al mundo de las emociones y ahí la cabeza tiene muy poco que hacer, excepto aceptar. Es lo que hacen los miembros de nuestra gloriosa congregación, seguir con fascinación y paciencia las aventuras y desventuras de éste Rocambole futbolero llamado Athletic. El mito, como sostuvo un poeta del siglo pasado, es la nada que es todo. Este es un equipo interactivo. No miren al escenario. El espectáculo está en el patio de butacas. Da igual que en la clasificación mundial de coleccionistas de agravios los 'forofogoitias' rojiblancos superen ya a especímenes míticos como los 'pupas colchonerensis'. Aquí estamos, parecen decir. Y aquí vamos a seguir. Fue una gozada ver a los jugadores, liberados, brindándole el triunfo a su gente. Comunión total. Ese es el camino. Hoy me niego a escribir sobre demandas de antiguos empleados, déficit estructural, subida de cuotas o cotilleos varios. Qué depresión. No negaré nuestro componente más humano. Como afirmaba Italo Calvino, en ocasiones quisiéramos remontar el curso del tiempo, cancelar las consecuencias de ciertos acontecimientos y restaurar nuestra condición inicial. Pero no es posible. Somos nietos de nuestro glorioso pasado e hijos de nuestros recientes errores. Pero no perdamos la saludable costumbre de la esperanza. Somos el famoso Athletic Club. De Bilbao.