Lo peor de la jornada de ayer no ha sido la derrota del Pontevedra CF en El Toralín por 1 - 0, si no lo que sucedió fuera de ese escenario entre las aficiones de ambos conjuntos en los prolegómenos de dicho encuentro. A la llegada del autocar dónde viajaban los aficionados granates, entre ellos miembros de diversas peñas, siendo la más poblada la Peña Furya Granate, fueron recibidos por una quincena de seguidores del colectivo Fondo Norte, grupo ultra del equipo local, que se dedicaron a esgrimir banderas españolas y hacer cortes de mangas a la afición visitante.
Ante esta situación, entendida como una ofensa por parte de los aficionados del Pontevedra, un seguidor granate salió del autobús y arrojó una bengala a la cara de un miembro del colectivo opuesto. La respuesta no se hizo esperar, y el propio seguidor del equipo local golpeó con virulencia a su agresor esgrimiendo un bate de béisbol. En su ataque incluso llegó a golpear a miembros granates que se resguardaban dentro del autocar sin intenciones violentas.
La situación se puso tan tensa que el conductor del autocar se vio obligado a cerrar las puertas del vehículo para evitar las acometidas violentas de la afición de Ponferrada. Cuando llegó la Policía Nacional disolvieron a los ultras locales y enviaron al autocar granate a las afueras de la localidad, castigando sólo al colectivo granate y permitiendo que los energúmenos del grupo Fondo Norte acudiesen a presenciar el encuentro.
Otra vez, pagan justos por pecadores, en una guerra injustificada, protagonizada por el escalón más ponzoñoso de la sociedad y que se saldó con cuatro heridos, uno de ellos hospitalizado y que recibiría siete puntos de sutura en la cabeza. La culpa de nuevo, de quién le permite entrar al terreno de juego a unos individuos que deberían estar atados con cadenas y bozales, tanto de una afición como de la otra. Lamentable.
Ante esta situación, entendida como una ofensa por parte de los aficionados del Pontevedra, un seguidor granate salió del autobús y arrojó una bengala a la cara de un miembro del colectivo opuesto. La respuesta no se hizo esperar, y el propio seguidor del equipo local golpeó con virulencia a su agresor esgrimiendo un bate de béisbol. En su ataque incluso llegó a golpear a miembros granates que se resguardaban dentro del autocar sin intenciones violentas.
La situación se puso tan tensa que el conductor del autocar se vio obligado a cerrar las puertas del vehículo para evitar las acometidas violentas de la afición de Ponferrada. Cuando llegó la Policía Nacional disolvieron a los ultras locales y enviaron al autocar granate a las afueras de la localidad, castigando sólo al colectivo granate y permitiendo que los energúmenos del grupo Fondo Norte acudiesen a presenciar el encuentro.
Otra vez, pagan justos por pecadores, en una guerra injustificada, protagonizada por el escalón más ponzoñoso de la sociedad y que se saldó con cuatro heridos, uno de ellos hospitalizado y que recibiría siete puntos de sutura en la cabeza. La culpa de nuevo, de quién le permite entrar al terreno de juego a unos individuos que deberían estar atados con cadenas y bozales, tanto de una afición como de la otra. Lamentable.
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