A sus 46 años, tras varios colapsos e ingresos hospitalarios por culpa del consumo de drogas, Maradona se arrepiente de sus adicciones .
«Si pudiera volver atrás, no me drogaría más», acaba de confesar en una entrevista a la televisión italiana. Lo que más siente es haberse perdido la infancia de sus hijas, Dalma y Giannina, que tienen 20 y 18 años, respectivamente, y sendos novios. Más vale tarde que nunca. Diego Armando Maradona, uno de los grandes jugadores de fútbol del siglo XX, acaba de confesar que si tuviera que volver a saltar al césped de la vida jugaría el partido sin ayuda de las muchas sustancias estupefacientes que llegaron a transformar a aquel astro del balón en un auténtico balón de grasa al borde del colapso físico y mental. El público acto de contrición ha tenido lugar en Italia, donde acaba de conceder una entrevista en un programa de la RAI, la televisión pública italiana. En septiembre pasado se cumplieron justo 25 años desde que Maradona llegó a España para jugar en el Barcelona. Entonces era la estrella indiscutible del momento. Mucho cayó después aquel «Pibe de Oro». Ahora está arrepentido. «Si pudiese volver atrás, no me drogaría más, no lo haría», afirmó Maradona, que fue el invitado sorpresa la última noche en un programa de la RAI. Ve las consecuencias que ha tenido su noviazgo con las drogas: «Me ha hecho perder la infancia de mis hijas (Dalma y Giannina). Éste es mi gran pesar. Ahora Dalma tiene 20 años y Giannina 18, y tienen novio». Maradona confesó estar «celoso, muy celoso», de los novios de sus hijas, y bromeó: «Los mataría a ambos, pero no puedo hacerlo porque haría daño a mis hijas. Ellas son buenas en saber llevar el apellido del padre». El «Pibe de Oro», que en Nápoles, donde también jugó, aún es un ídolo, habló de los «amigos verdaderos» en la entrevista concedida a la RAI: «Cuando estás mal comprendes quién es tu amigo. Salvatore Bagni y Bruno Giordano (ex compañeros del Nápoles) siempre han estado cercanos; otros, en cambio, se han alejado. Se han borrado ellos mismos». Parece que Maradona, a sus 46 años, está intentando, una vez más, enderezar su derrota. La última vez que ingresó en un hospital, a mediados de septiembre, no fue por culpa de sus problemas de salud derivados de las drogas. Esta vez entró en el hospital por su propia voluntad. Y fue para hacerse unos retoques de cirugía estética, nada que ver con el «bypass» gástrico que le fue practicado en el mismo país en marzo de 2005, cuando llegó a pesar 120 kilos. El astro del balón, que acudió a Bogotá a finales de agosto, se sometió a una operación de levantamiento de cejas para tener una mirada «todavía más expresiva», según aseguró el médico colombiano Alejandro Rada, que lo trató. Además Maradona recurrió al bisturí para hacerse una reducción de papada y la eliminación de arrugas en la frente. Quería borrar, cirujano mediante, todas la huellas de la mala vida. No obstante, la versión de su médico personal, Alfredo Cahe, es que el ex capitán de la selección argentina se ha sometido a un tratamiento dental y poco más. Parece que tenemos un nuevo Maradona gracias a los estiramientos de espíritu que procuran los arrepentimientos y a los borrones y cuenta nueva que fabrican los cirujanos plásticos. Pero la sombra de su descarriada vida anterior sigue persiguiéndole. A principios de septiembre un juez argentino declaró rebelde a Diego Armando Maradona, después de que el ex futbolista faltara a cinco citaciones para iniciar un juicio oral y público por un accidente de tráfico ocurrido el año pasado. La medida fue dictada por el magistrado Gonzalo Rúa, de los tribunales porteños, que lleva adelante la causa en la que se acusa a Maradona de haberse retirado del lugar del accidente sin haber aportado sus datos. El caso se inició el año pasado, después de que el ex capitán de la selección argentina subiera con su camioneta a una vereda en Buenos Aires y chocara contra una cabina telefónica, cuyos vidrios provocaron lesiones en una joven pareja que se encontraba en el lugar, según fuentes oficiales.
«Si pudiera volver atrás, no me drogaría más», acaba de confesar en una entrevista a la televisión italiana. Lo que más siente es haberse perdido la infancia de sus hijas, Dalma y Giannina, que tienen 20 y 18 años, respectivamente, y sendos novios. Más vale tarde que nunca. Diego Armando Maradona, uno de los grandes jugadores de fútbol del siglo XX, acaba de confesar que si tuviera que volver a saltar al césped de la vida jugaría el partido sin ayuda de las muchas sustancias estupefacientes que llegaron a transformar a aquel astro del balón en un auténtico balón de grasa al borde del colapso físico y mental. El público acto de contrición ha tenido lugar en Italia, donde acaba de conceder una entrevista en un programa de la RAI, la televisión pública italiana. En septiembre pasado se cumplieron justo 25 años desde que Maradona llegó a España para jugar en el Barcelona. Entonces era la estrella indiscutible del momento. Mucho cayó después aquel «Pibe de Oro». Ahora está arrepentido. «Si pudiese volver atrás, no me drogaría más, no lo haría», afirmó Maradona, que fue el invitado sorpresa la última noche en un programa de la RAI. Ve las consecuencias que ha tenido su noviazgo con las drogas: «Me ha hecho perder la infancia de mis hijas (Dalma y Giannina). Éste es mi gran pesar. Ahora Dalma tiene 20 años y Giannina 18, y tienen novio». Maradona confesó estar «celoso, muy celoso», de los novios de sus hijas, y bromeó: «Los mataría a ambos, pero no puedo hacerlo porque haría daño a mis hijas. Ellas son buenas en saber llevar el apellido del padre». El «Pibe de Oro», que en Nápoles, donde también jugó, aún es un ídolo, habló de los «amigos verdaderos» en la entrevista concedida a la RAI: «Cuando estás mal comprendes quién es tu amigo. Salvatore Bagni y Bruno Giordano (ex compañeros del Nápoles) siempre han estado cercanos; otros, en cambio, se han alejado. Se han borrado ellos mismos». Parece que Maradona, a sus 46 años, está intentando, una vez más, enderezar su derrota. La última vez que ingresó en un hospital, a mediados de septiembre, no fue por culpa de sus problemas de salud derivados de las drogas. Esta vez entró en el hospital por su propia voluntad. Y fue para hacerse unos retoques de cirugía estética, nada que ver con el «bypass» gástrico que le fue practicado en el mismo país en marzo de 2005, cuando llegó a pesar 120 kilos. El astro del balón, que acudió a Bogotá a finales de agosto, se sometió a una operación de levantamiento de cejas para tener una mirada «todavía más expresiva», según aseguró el médico colombiano Alejandro Rada, que lo trató. Además Maradona recurrió al bisturí para hacerse una reducción de papada y la eliminación de arrugas en la frente. Quería borrar, cirujano mediante, todas la huellas de la mala vida. No obstante, la versión de su médico personal, Alfredo Cahe, es que el ex capitán de la selección argentina se ha sometido a un tratamiento dental y poco más. Parece que tenemos un nuevo Maradona gracias a los estiramientos de espíritu que procuran los arrepentimientos y a los borrones y cuenta nueva que fabrican los cirujanos plásticos. Pero la sombra de su descarriada vida anterior sigue persiguiéndole. A principios de septiembre un juez argentino declaró rebelde a Diego Armando Maradona, después de que el ex futbolista faltara a cinco citaciones para iniciar un juicio oral y público por un accidente de tráfico ocurrido el año pasado. La medida fue dictada por el magistrado Gonzalo Rúa, de los tribunales porteños, que lleva adelante la causa en la que se acusa a Maradona de haberse retirado del lugar del accidente sin haber aportado sus datos. El caso se inició el año pasado, después de que el ex capitán de la selección argentina subiera con su camioneta a una vereda en Buenos Aires y chocara contra una cabina telefónica, cuyos vidrios provocaron lesiones en una joven pareja que se encontraba en el lugar, según fuentes oficiales.
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