Faltaban todavía más de veinte minutos para que comenzara el encuentro y el silencio era el actor principal en el Carlos Tartiere. Pero ese silencio duró lo que tardaron en aparecer los hinchas del Candás. El infierno candasín dio, ayer, una nueva lección y demostró de paso por qué están empezando a ser conocidos en todos los campos de la Tercera División asturiana.
Ya antes de que entraran se empezaba a adivinar qué intenciones traía esta ruidosa afición. Mientras se acercaban al estadio, sus gritos y canciones ya se escuchaban desde el interior, donde la gente se preguntaba quién estaba cantando. Su misión era animar. Y sus armas sus voces. Una combinación perfecta.
No pararon de dar la nota durante el encuentro. Ni siquiera cuando su equipo lo pasaba mal sobre el campo. Fue ahí cuando más apretaron, intentando llevar en volandas a su equipo. Tal fue el ruido que montaron dentro del campo, que durante el calentamiento, se subió al volumen de la megafonía intentando silenciar a los candasinos.
No era para menos la alegría y las ganas que traían los diablos . No en vano, se trataba de la primera vez que Real Oviedo y Candás se enfrentaban en competición oficial, y visitar al equipo de la capital siempre es una motivación extra para los jugadores y aficionados. Esa motivación adicional se reflejó durante los noventa minutos de juego, donde los piques con la afición oviedista fueron varios. Piques sanos sin violencia, claro. Así, cada gol del Sporting de Gijón era festejado por los candasinos como uno propio.
La única nota negativa para estos jocosos hinchas fue la derrota deportiva. A buen seguro que muchos de ellos habían soñado con conseguir los tres puntos frente al Real Oviedo. Hubiera sido el fin de fiesta perfecto para uno de los humildes de la categoría. Pero la realidad fue algo distinta a los sueños. Ahora, estos diablos ya no piensan en otra cosa que no sea animar a su equipo en el próximo encuentro liguero. Un diez para todos y cada uno de ellos.
Ya antes de que entraran se empezaba a adivinar qué intenciones traía esta ruidosa afición. Mientras se acercaban al estadio, sus gritos y canciones ya se escuchaban desde el interior, donde la gente se preguntaba quién estaba cantando. Su misión era animar. Y sus armas sus voces. Una combinación perfecta.
No pararon de dar la nota durante el encuentro. Ni siquiera cuando su equipo lo pasaba mal sobre el campo. Fue ahí cuando más apretaron, intentando llevar en volandas a su equipo. Tal fue el ruido que montaron dentro del campo, que durante el calentamiento, se subió al volumen de la megafonía intentando silenciar a los candasinos.
No era para menos la alegría y las ganas que traían los diablos . No en vano, se trataba de la primera vez que Real Oviedo y Candás se enfrentaban en competición oficial, y visitar al equipo de la capital siempre es una motivación extra para los jugadores y aficionados. Esa motivación adicional se reflejó durante los noventa minutos de juego, donde los piques con la afición oviedista fueron varios. Piques sanos sin violencia, claro. Así, cada gol del Sporting de Gijón era festejado por los candasinos como uno propio.
La única nota negativa para estos jocosos hinchas fue la derrota deportiva. A buen seguro que muchos de ellos habían soñado con conseguir los tres puntos frente al Real Oviedo. Hubiera sido el fin de fiesta perfecto para uno de los humildes de la categoría. Pero la realidad fue algo distinta a los sueños. Ahora, estos diablos ya no piensan en otra cosa que no sea animar a su equipo en el próximo encuentro liguero. Un diez para todos y cada uno de ellos.
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