Santander y Cantabria entera se volcó con el Racing a lo largo del día de ayer. Desde primeras horas de la mañana ya se pudo apreciar cómo en la gran mayoria de balcones de los edificios lucían distintivos del Racing, incluidos muñecos envueltos con la bandera verde del conjunto blanquinegro, así como las cafeterias y los bares, y por supuesto muchísimos vehículos de todo tipo además de los autobuses municipales.
A medida que fueron transcurriendo las horas, la expectacion, el bullicio y los cánticos iban en aumento. Y el momento más álgido de todo, de forma espectacular y como jamás se había vivido en Santander, comenzó a partir de las seis de la tarde. El Parque de Mesones, lugar donde estuvo asentado el antiguo estadio de fútbol, más próximo a la playa, comenzó a poblarse de jóvenes aficionados vestidos con la camiseta racinguista y bien surtidos de bebidas.
Unos tres mil, aproximadamente, no pararon de gritar y de cantar la popular «La Fuente de Cacho». Además de otras arengas más conocidas como «¡A por ellos, a por ellos!». Y mientras, sonaban las explosiones de continuas tracas.
Pero el éxtasis acontecía poco despues, a eso de las 19,25 horas, cuando llegó al estadio el autobús del Racing. Porque en esos momentos ya se habían congregado a lo largo de la parte principal del mismo, y en los alrededores, unos diez mil aficionados que llevaban esperando desde las seis de la tarde.
Entonces se desató todo lo imaginable. Comenzaron a gritar «¡vamos Racing, vamos campeón!», entre un inmenso ruido de bocinas y cornetas, así como el «sí, sí, sí, nos vamos a Madrid», o apoyos al entrenador del equipo «¡Marcelino, Marcelino, Marcelino¡». Y otro grito unánime: «¡Tchité, Tchité, Tchité!».
Lo cierto es que la alegría y el entusiasmo fue la nota predominante. Hasta el comienzo del partido los aficionados circulaban de un lado para otro con diversos cánticos, y dentro de los bares y cafeterías ocurría otro tanto. En suma, una locura deportiva jamás vivida en la ciudad.
A medida que fueron transcurriendo las horas, la expectacion, el bullicio y los cánticos iban en aumento. Y el momento más álgido de todo, de forma espectacular y como jamás se había vivido en Santander, comenzó a partir de las seis de la tarde. El Parque de Mesones, lugar donde estuvo asentado el antiguo estadio de fútbol, más próximo a la playa, comenzó a poblarse de jóvenes aficionados vestidos con la camiseta racinguista y bien surtidos de bebidas.
Unos tres mil, aproximadamente, no pararon de gritar y de cantar la popular «La Fuente de Cacho». Además de otras arengas más conocidas como «¡A por ellos, a por ellos!». Y mientras, sonaban las explosiones de continuas tracas.
Pero el éxtasis acontecía poco despues, a eso de las 19,25 horas, cuando llegó al estadio el autobús del Racing. Porque en esos momentos ya se habían congregado a lo largo de la parte principal del mismo, y en los alrededores, unos diez mil aficionados que llevaban esperando desde las seis de la tarde.
Entonces se desató todo lo imaginable. Comenzaron a gritar «¡vamos Racing, vamos campeón!», entre un inmenso ruido de bocinas y cornetas, así como el «sí, sí, sí, nos vamos a Madrid», o apoyos al entrenador del equipo «¡Marcelino, Marcelino, Marcelino¡». Y otro grito unánime: «¡Tchité, Tchité, Tchité!».
Lo cierto es que la alegría y el entusiasmo fue la nota predominante. Hasta el comienzo del partido los aficionados circulaban de un lado para otro con diversos cánticos, y dentro de los bares y cafeterías ocurría otro tanto. En suma, una locura deportiva jamás vivida en la ciudad.
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