No hay cosa que más fastidie a un aficionado del Glasgow Rangers que plantarle una bandera de Irlanda en los morros. Los 'gers', protestantes y unionistas, amigos de la Union Jack, justo lo contrario que sus enemigos del Celtic, se quedaron helados cuando en la primera gradería del gol sur del Camp Nou la peña azulgrana Almogàvers comenzó a ondear banderas irlandesas y escocesas.
Una provocación del todo gratuita que encrespó los nervios de los más de 6.000 aficionados escoceses, que no estaban demasiado lejos, en la tercera gradería de la misma zona. Para alivio de la seguridad del estadio, la cosa no pasó de los insultos etílicos y algún que otro supporter expulsado del campo.<`p> En el estadio azulgrana no hubo incidentes destacables. Nada que ver con los lamentables disturbios ocurridos en 1972, cuando los aficionados del Rangers celebraron su único título europeo, la Recopa, destrozando el Camp Nou y enfrentándose a puñetazo limpio a la Policía durante un buen rato.
Sólo se registraron peleas esporádicas entre aficionados del Rangers en las inmedicaciones de la Rambla. Los altercados no fueron a más en buena medida por el gran despliegue policial. Aunque los barceloneses sufrieron de lo lindo ante la visita de más de 15.000 escoceses. Mientras salían de trabajar sorteando toda suerte de desperdicios y vómitos, se encontraron con que los accesos del metro de la línea 3 habían quedado cerrados a las 18.30 horas ante la marabunta de 'supporters'.
A esa hora, justo cuando los aficionados del Rangers marcharon hacia el Camp Nou, la plaza Cataluña parecía Stalingrado. Los servicios especiales de limpieza no daban a basto, y eso que llevaban desde las 14.00 horas retirando montañas de latas de cerveza y botellas de vodka y whisky. "Esto es peor que una Nochevieja", clamaba con resignación Mari mientras le daba a la escoba.
A primera hora de la tarde del miércoles, los supermercados de la Rambla ya habían agotado todas sus existencias de alcohol, y el emblemático café Zúrich había decidido cerrar sus puertas a las 14.00 horas en previsión de posibles incidentes.
Quienes aprovecharon de lo lindo la invasión escocesa fueron las decenas de socios del Barça con hambre de billetes. "Mira, allá vamos. Los escoceses son aquellos de allí. ¿No hueles el alcohol?". El chaval, de apenas siete años, atendía las indicaciones de su padre mientras agarraba con fuerza su mano izquierda. La mano derecha estaba demasiado ocupada con un carné, por el que sacó 200 euros. Curiosa manera de educar a un hijo.
Los aledaños del Camp Nou se convirtieron en un auténtico mercado persa, condimentado con un tóxico aroma de alcohol y orines. Unos 9.000 aficionados del Rangers estaban sin entrada, así que no les quedaba otra que seguir en el bar atiborrándose de cerveza o echarse a la aventura y conseguir comprar una localidad a las decenas de socios azulgrana que vieron su gran oportunidad para hacer negocio. "A los escoceses les cobro 150 euros, pero a vosotros, que sois compatriotas, os lo dejo a 100", se vanagloriaba un pensionista.
Una provocación del todo gratuita que encrespó los nervios de los más de 6.000 aficionados escoceses, que no estaban demasiado lejos, en la tercera gradería de la misma zona. Para alivio de la seguridad del estadio, la cosa no pasó de los insultos etílicos y algún que otro supporter expulsado del campo.<`p> En el estadio azulgrana no hubo incidentes destacables. Nada que ver con los lamentables disturbios ocurridos en 1972, cuando los aficionados del Rangers celebraron su único título europeo, la Recopa, destrozando el Camp Nou y enfrentándose a puñetazo limpio a la Policía durante un buen rato.
Sólo se registraron peleas esporádicas entre aficionados del Rangers en las inmedicaciones de la Rambla. Los altercados no fueron a más en buena medida por el gran despliegue policial. Aunque los barceloneses sufrieron de lo lindo ante la visita de más de 15.000 escoceses. Mientras salían de trabajar sorteando toda suerte de desperdicios y vómitos, se encontraron con que los accesos del metro de la línea 3 habían quedado cerrados a las 18.30 horas ante la marabunta de 'supporters'.
A esa hora, justo cuando los aficionados del Rangers marcharon hacia el Camp Nou, la plaza Cataluña parecía Stalingrado. Los servicios especiales de limpieza no daban a basto, y eso que llevaban desde las 14.00 horas retirando montañas de latas de cerveza y botellas de vodka y whisky. "Esto es peor que una Nochevieja", clamaba con resignación Mari mientras le daba a la escoba.
A primera hora de la tarde del miércoles, los supermercados de la Rambla ya habían agotado todas sus existencias de alcohol, y el emblemático café Zúrich había decidido cerrar sus puertas a las 14.00 horas en previsión de posibles incidentes.
Quienes aprovecharon de lo lindo la invasión escocesa fueron las decenas de socios del Barça con hambre de billetes. "Mira, allá vamos. Los escoceses son aquellos de allí. ¿No hueles el alcohol?". El chaval, de apenas siete años, atendía las indicaciones de su padre mientras agarraba con fuerza su mano izquierda. La mano derecha estaba demasiado ocupada con un carné, por el que sacó 200 euros. Curiosa manera de educar a un hijo.
Los aledaños del Camp Nou se convirtieron en un auténtico mercado persa, condimentado con un tóxico aroma de alcohol y orines. Unos 9.000 aficionados del Rangers estaban sin entrada, así que no les quedaba otra que seguir en el bar atiborrándose de cerveza o echarse a la aventura y conseguir comprar una localidad a las decenas de socios azulgrana que vieron su gran oportunidad para hacer negocio. "A los escoceses les cobro 150 euros, pero a vosotros, que sois compatriotas, os lo dejo a 100", se vanagloriaba un pensionista.
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