El botellazo a Juande Ramos, producto de un incontrolado, fue la excepción que confirma la regla. España sí que puede hablar con conocimiento de causa de acciones aisladas que rompen una normalidad: el fútbol español es, junto al inglés, el mejor preparado para atajar la violencia. Sencillamente, por un argumento: quiso acabar de verdad con esta lacra.
El Consejo Superior de Deportes y la Liga Nacional de Fútbol Profesional comenzaron la batalla definitiva contra esta epidemia a principio de los años noventa. El Decreto 769/93, de 21 de mayo de 1993, estipuló el reglamento para la prevención de la violencia en espectáculos deportivos y abordó los planes de evacuación de los estadios. Una legislación mejorada en 1998, con el Decreto 1257, que supuso la creación del mejor plan operativo para controlar a las aficiones, antes y después de los partidos, dentro y fuera de los campos. Una reglamentación político-deportiva que instauró las unidades de control organizativa (UCO) en los estadios, los coordinadores de seguridad en cada club y la planificación conjunta con la Policía. Las UCO manejan todas las cámaras existentes dentro y fuera de los campos y pueden enviar efectivos en pocos minutos a cualquier zona que sea objeto de disturbios.
Toda esta progresión en medios y vigilancia exigió una magnífica inversión económica de los equipos.
Evacuaciones en diez minutos
La Liga Profesional atacó de esa forma, desde 1998, una revolucionaria transformación tecnológica de las medidas de seguridad en los coliseos de Primera y Segunda división que ha costado más de doscientos millones de euros al cabo de diez años. Un dinero procedente del porcentaje del diez por ciento que la patronal recibe de las quinielas. Las entidades que ascienden a Primera y Segunda tienen una moratoria de dos años o tres años, según la categoría, para instalar estos sistemas de seguridad.
Es un enorme gasto que, una vez ejecutado, no se acaba. El mantenimiento de las instalaciones supone un coste de seis millones de euros por temporada. El resultado de este gran esfuerzo es que el fútbol español se ha colocado a la cabeza de Europa y del mundo en seguridad.
Un ejemplo de esta eficiencia es que los estadios españoles pueden ser evacuados en un corto periodo de tiempo, que varía desde los cinco a los quince minutos. No hace demasiados años, salir del Bernabéu era un problema, dadas sus anticuadas instalaciones. Las dos últimas reformas del coliseo blanco significaron que las gradas puedan ser desalojadas actualmente en diez minutos.
Así sucedió hace cuatro años, en un partido Real Madrid-Real Sociedad, cuando se produjo una amenaza de bomba. Muchos de los 80.000 espectadores accedieron primero al césped y después a las salidas de los vomitorios, una planificación de emergencia perfectamente estudiada en cada club, que tienen sectorizados sus graderíos para realizar una salida eficiente. En el Nou Camp, con una capacidad para 98.000 personas, la sectorización supone que las 105 puertas pueden evacuar, cada una, a 1.000 aficionados, evitando las aglomeraciones.
No obstante, todos, Liga y clubes, reconocen que este sensacional despliegue de infraestructuras sería un fracaso si los dirigentes no hubieran afrontado la lucha contra sus propios grupos violentos. Je-sús Gil cerró el grifo al Frente Atlético después de la muerte de Aitor Zabaleta en 1998. Florentino Pérez acabó con las viejas prebendas de los «Ultra Sur» desde el año 2000. Joan Laporta derrotó a los «Boixos Nois» a partir de 2003. Las «Ucos» humanas han sido tan decisivas como las técnicas.
El Consejo Superior de Deportes y la Liga Nacional de Fútbol Profesional comenzaron la batalla definitiva contra esta epidemia a principio de los años noventa. El Decreto 769/93, de 21 de mayo de 1993, estipuló el reglamento para la prevención de la violencia en espectáculos deportivos y abordó los planes de evacuación de los estadios. Una legislación mejorada en 1998, con el Decreto 1257, que supuso la creación del mejor plan operativo para controlar a las aficiones, antes y después de los partidos, dentro y fuera de los campos. Una reglamentación político-deportiva que instauró las unidades de control organizativa (UCO) en los estadios, los coordinadores de seguridad en cada club y la planificación conjunta con la Policía. Las UCO manejan todas las cámaras existentes dentro y fuera de los campos y pueden enviar efectivos en pocos minutos a cualquier zona que sea objeto de disturbios.
Toda esta progresión en medios y vigilancia exigió una magnífica inversión económica de los equipos.
Evacuaciones en diez minutos
La Liga Profesional atacó de esa forma, desde 1998, una revolucionaria transformación tecnológica de las medidas de seguridad en los coliseos de Primera y Segunda división que ha costado más de doscientos millones de euros al cabo de diez años. Un dinero procedente del porcentaje del diez por ciento que la patronal recibe de las quinielas. Las entidades que ascienden a Primera y Segunda tienen una moratoria de dos años o tres años, según la categoría, para instalar estos sistemas de seguridad.
Es un enorme gasto que, una vez ejecutado, no se acaba. El mantenimiento de las instalaciones supone un coste de seis millones de euros por temporada. El resultado de este gran esfuerzo es que el fútbol español se ha colocado a la cabeza de Europa y del mundo en seguridad.
Un ejemplo de esta eficiencia es que los estadios españoles pueden ser evacuados en un corto periodo de tiempo, que varía desde los cinco a los quince minutos. No hace demasiados años, salir del Bernabéu era un problema, dadas sus anticuadas instalaciones. Las dos últimas reformas del coliseo blanco significaron que las gradas puedan ser desalojadas actualmente en diez minutos.
Así sucedió hace cuatro años, en un partido Real Madrid-Real Sociedad, cuando se produjo una amenaza de bomba. Muchos de los 80.000 espectadores accedieron primero al césped y después a las salidas de los vomitorios, una planificación de emergencia perfectamente estudiada en cada club, que tienen sectorizados sus graderíos para realizar una salida eficiente. En el Nou Camp, con una capacidad para 98.000 personas, la sectorización supone que las 105 puertas pueden evacuar, cada una, a 1.000 aficionados, evitando las aglomeraciones.
No obstante, todos, Liga y clubes, reconocen que este sensacional despliegue de infraestructuras sería un fracaso si los dirigentes no hubieran afrontado la lucha contra sus propios grupos violentos. Je-sús Gil cerró el grifo al Frente Atlético después de la muerte de Aitor Zabaleta en 1998. Florentino Pérez acabó con las viejas prebendas de los «Ultra Sur» desde el año 2000. Joan Laporta derrotó a los «Boixos Nois» a partir de 2003. Las «Ucos» humanas han sido tan decisivas como las técnicas.
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