
A principios de los años 90 y a raíz de estos trágicos acontecimientos, las autoridades políticas y deportivas se concienciaron de la importancia de la seguridad en los estadios. Y al mismo tiempo sirvieron para frenar el fenómeno de los hooligans ingleses que, en estado de embriaguez, utilizaban la disputa de los partidos de fútbol para realizar actos de vandalismo. Aún queda mucho por hacer en este terreno, como ayer mismo pudimos comprobar cuando un grupo de boixos nois agredió a un guardaespaldas de Laporta a las puertas del hotel del Barça en Múnich. Pero todos los presidentes de clubes deben insistir en aplicar una política de tolerancia cero con los radicales, como ha hecho Laporta estos años, aunque eso les pueda acarrear problemas con los ultras. Sólo combatiéndolos se acabará con ellos.
Por suerte, acudir a un estadio es cada vez más seguro en Europa, pese a que aún quedan grupos de radicales ultras en muchos países. Tragedias como las de Hillsborough o Heysel ya sólo son parte de la leyenda más negra del fútbol, pero sería bueno tenerlas siempre presentes, porque quien olvida su historia está condenado a repetirla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario