Si ganáis os sacudimooos», cantaba alegremente la afición de la Lazio a sus jugadores el domingo en Roma. Y gran pitada a Zárate, su única punta, cuando avanzaba hacia el área rival. Y sonora bronca en cada parada a su portero. Era un Lazio-Inter en el que, si ganaba el equipo local a dos jornadas del final de liga, el título quedaba en manos de la Roma, el odiado enemigo. Los aficionados 'laziali' no lo dudaron, su equipo tenía que perder. Fue un poco fuerte, porque de ahí a celebrar un gol en contra hay un abismo. Es el abismo del 'Calcio', patología que aún se estudia.
Ganó el Inter 0-2 sin despeinarse, porque la Lazio jugó, cómo decirlo, con desgana. Seguramente influida por la presión ambiental -era como jugar en un estadio hostil- se limitó a pasar un día en el campo, pero sin merienda. Apenas hubo dos faltas. Fue tan escandaloso como previsible y ayer se armó una polémica tan inútil como divertida.
Otro dato completa el cuadro clínico: la derrota con el Inter conllevaba para la Lazio el riesgo de bajar a Segunda, aunque es difícil. A expensas de lo que hagan Bolonia y Atalanta, debe puntuar con Livorno, ya descendido, y Udinese, libre de problemas. Desear el mal ajeno a costa del propio bien dice mucho de la mentalidad de los 'tifosi': lo importante no es tanto ganar como que no gane el otro. El suicidio para fastidiar al vecino puede ser una cosa del todo razonable. Sin dramatizar también se explica por el carácter ácrata y jocoso del italiano, desconfiado de los grandes ideales, que no es incondicional de nada, salvo de sí mismo. El domingo el ambiente era festivo. Cuando marcó el Inter apareció una pancarta irónica: «Oh nooo». Y otra: «Roma: scudetto game over». Y venga todos a reírse.
Maicon, brasileño del Inter, alucinaba y dijo al salir que en su país eso sería imposible. En Italia se conocen tanto que nadie se esperaba algo distinto, pero ayer se discutía igual. La presidenta de la Roma, Rosella Sensi, dijo que si fuera del Inter «me avergonzaría de ganar así». «Es un problema entre ellos. Seré especialmente aprensivo, pero he sufrido hasta el final», replicó el presidente del Inter, Massimo Moratti.
En efecto, debe de serlo, era imposible pasar nervios. Al Inter le basta ahora con ganar a Chievo, que no se juega nada, y Siena, penúltimo y ya descendido. Si pincha, la Roma debe ganar a Cagliari, también sin aspiraciones, y Chievo.
En teoría parece todo ya decidido, pero también intervino ayer el presidente del Siena para asegurar que el Inter con ellos sufrirá y se dejarán la piel. Hay que decir que el presidente del Siena se llama Massimo Mezzaroma -literalmente, 'Mediaroma'- y es mundialmente sabido que es un 'tifoso' envenenado de la Roma. Y también hay que añadir que pagará dos millones a sus chicos por ganar. Las primas a terceros están prohibidas, pero dice que es para asegurar el antepenúltimo puesto en caso de repescas de última hora, porque en el 'Calcio' nunca se sabe, y es verdad.
Para los políticos fue una ocasión inédita de desplegar algo parecido a la defensa de unos principios. En Italia se sabe el equipo de cualquier personaje público, como su color de pelo, y también pasa con los políticos, más allá de sus ideologías. En el Parlamento hay asociaciones de cada club donde se reúnen amistosamente los que un minuto antes se insultan en el hemiciclo.
Del sector 'romanista' partieron ayer proclamas indignadas. Por ejemplo, el portavoz del PDL, el partido de Berlusconi, Daniele Capezzone, definió el partido como «un 'spot' contra el fútbol y los principios de la lealtad deportiva». Sabe de lo que habla porque antes era portavoz de un partido de la oposición y cambió tranquilamente de bando.
El calendario
Al margen de consideraciones éticas, el debate también se centró en el calendario. Lazio-Inter fue el último partido del fin de semana, cuando ya se sabían los resultados ajenos, y habría sido distinto si se hubiera jugado simultáneamente. Por ejemplo, el empate del Atalanta, que pelea con la Lazio por evitar el descenso, permitió relajarse a los romanos.
Con todo, hay que vivir en Roma para llegar a comprender a la afición 'laziale'. Para los pobres el último 'scudetto' de la Roma, en 2001, fue una cosa insoportable. Además de diez días de fiesta nocturna ininterrumpida se llegó a extremos surrealistas. No eran sólo los piques en el trabajo. En Testaccio, uno de los barrios más 'romanistas', se montaron controles en las calles donde se paraba a los automovilistas y se les obligaba a besar la bufanda de la Roma.
Ganó el Inter 0-2 sin despeinarse, porque la Lazio jugó, cómo decirlo, con desgana. Seguramente influida por la presión ambiental -era como jugar en un estadio hostil- se limitó a pasar un día en el campo, pero sin merienda. Apenas hubo dos faltas. Fue tan escandaloso como previsible y ayer se armó una polémica tan inútil como divertida.
Otro dato completa el cuadro clínico: la derrota con el Inter conllevaba para la Lazio el riesgo de bajar a Segunda, aunque es difícil. A expensas de lo que hagan Bolonia y Atalanta, debe puntuar con Livorno, ya descendido, y Udinese, libre de problemas. Desear el mal ajeno a costa del propio bien dice mucho de la mentalidad de los 'tifosi': lo importante no es tanto ganar como que no gane el otro. El suicidio para fastidiar al vecino puede ser una cosa del todo razonable. Sin dramatizar también se explica por el carácter ácrata y jocoso del italiano, desconfiado de los grandes ideales, que no es incondicional de nada, salvo de sí mismo. El domingo el ambiente era festivo. Cuando marcó el Inter apareció una pancarta irónica: «Oh nooo». Y otra: «Roma: scudetto game over». Y venga todos a reírse.
Maicon, brasileño del Inter, alucinaba y dijo al salir que en su país eso sería imposible. En Italia se conocen tanto que nadie se esperaba algo distinto, pero ayer se discutía igual. La presidenta de la Roma, Rosella Sensi, dijo que si fuera del Inter «me avergonzaría de ganar así». «Es un problema entre ellos. Seré especialmente aprensivo, pero he sufrido hasta el final», replicó el presidente del Inter, Massimo Moratti.
En efecto, debe de serlo, era imposible pasar nervios. Al Inter le basta ahora con ganar a Chievo, que no se juega nada, y Siena, penúltimo y ya descendido. Si pincha, la Roma debe ganar a Cagliari, también sin aspiraciones, y Chievo.
En teoría parece todo ya decidido, pero también intervino ayer el presidente del Siena para asegurar que el Inter con ellos sufrirá y se dejarán la piel. Hay que decir que el presidente del Siena se llama Massimo Mezzaroma -literalmente, 'Mediaroma'- y es mundialmente sabido que es un 'tifoso' envenenado de la Roma. Y también hay que añadir que pagará dos millones a sus chicos por ganar. Las primas a terceros están prohibidas, pero dice que es para asegurar el antepenúltimo puesto en caso de repescas de última hora, porque en el 'Calcio' nunca se sabe, y es verdad.
Para los políticos fue una ocasión inédita de desplegar algo parecido a la defensa de unos principios. En Italia se sabe el equipo de cualquier personaje público, como su color de pelo, y también pasa con los políticos, más allá de sus ideologías. En el Parlamento hay asociaciones de cada club donde se reúnen amistosamente los que un minuto antes se insultan en el hemiciclo.
Del sector 'romanista' partieron ayer proclamas indignadas. Por ejemplo, el portavoz del PDL, el partido de Berlusconi, Daniele Capezzone, definió el partido como «un 'spot' contra el fútbol y los principios de la lealtad deportiva». Sabe de lo que habla porque antes era portavoz de un partido de la oposición y cambió tranquilamente de bando.
El calendario
Al margen de consideraciones éticas, el debate también se centró en el calendario. Lazio-Inter fue el último partido del fin de semana, cuando ya se sabían los resultados ajenos, y habría sido distinto si se hubiera jugado simultáneamente. Por ejemplo, el empate del Atalanta, que pelea con la Lazio por evitar el descenso, permitió relajarse a los romanos.
Con todo, hay que vivir en Roma para llegar a comprender a la afición 'laziale'. Para los pobres el último 'scudetto' de la Roma, en 2001, fue una cosa insoportable. Además de diez días de fiesta nocturna ininterrumpida se llegó a extremos surrealistas. No eran sólo los piques en el trabajo. En Testaccio, uno de los barrios más 'romanistas', se montaron controles en las calles donde se paraba a los automovilistas y se les obligaba a besar la bufanda de la Roma.
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