1.- A mediodía, miles de familias emplean el transporte público para acudir al estadio: es la Bundesliga. Un sábado cualquiera, en Múnich, pero podría ser en Dortmund, en Hannover o en Frankfurt. Los partidos están programados para las 15.30: en concreto, seis de los nueve encuentros de cada jornada. Con dicho horario, las familias acuden al campo muy temprano, con la intención de comer; y regresan a media tarde, sin prisas para cenar.
2.- Asistir a una jornada de Bundesliga es hacerlo a un cónclave familiar. Y no por casualidad. El fútbol alemán cayó en una crisis profunda hace una década a causa de pretender ser lo que no era. Mediante un contrato por derechos televisivos que estaba fuera de normas, pensaron que el dinero era inagotable. Cayeron en un pozo profundo y hubo clubes tan despilfarradores que gastaron mucho más de lo que jamás imaginaron. Ni siquiera los alemanes fueron inmunes a crear una burbuja.
3.- Pero supieron pinchar esa burbuja a tiempo e impusieron criterios de sobriedad, sensatez y prudencia. Decidieron que no querían ser la liga más grande del mundo, pero sí la que diera más satisfacción a los aficionados. Y organizaron todo alrededor de esta idea: los horarios, los estadios, los transportes, el precio de las entradas, la política televisiva...
4.- Hoy en día, la mayoría de clubes alemanes goza de una buena salud financiera y la Bundesliga es un campeonato apasionante. Salvo el partido inaugural y el de celebración del título, el resto de encuentros se transmite a través de televisión de pago. Cada jornada se disputa un encuentro los viernes a las 20.30, otro el sábado a las 18.30 y uno el domingo a las 17.30. Los otros seis partidos se celebran a las 15.30.
5.- Los precios de las entradas son tremendamente moderados, lo que genera que los estadios estén totalmente llenos en todos los partidos de todos los equipos. La mayoría de los clubes tienen vendidos sus aforos incluso antes de iniciarse la liga. Con la compra de la entrada, la afición visitante tiene acceso gratuito al transporte público de la ciudad para desplazarse hasta el estadio. Hagamos un matiz importante: la Segunda División vive una situación similar, con los aforos prácticamente vendidos en su totalidad. Hace unos meses asistimos al derby del Rin entre Köln y Fortuna Dusseldorf: 50.000 personas abarrotaban el RheinEnergie Stadion. Y no fue porque se tratara del derby: cada quince días se reúne la misma cifra de aficionados. Y están en Segunda División.
6.- Hay problemas, desde luego, y no todo es de color rosa. En algunos clubes no han sabido atajar la existencia de facciones ultras, pero suponen una cierta excepción. En el mencionado Köln-Fortuna, la policía dedicó todo el día a separar a los grupos radicales de uno y otro equipo. Y no es fácil acabar con el problema, ni mucho menos. Sin embargo, en la mayoría de encuentros las hinchadas son un ejemplo de convivencia, como se comprueba con la abundancia de familias con niños que acuden a los estadios.
7.- Como ustedes habrán podido apreciar por televisión, al terminar todos los encuentros ambos equipos dedican los primeros minutos a sus aficiones respectivas. Se acercan a las tribunas y comparten aplausos y alegría o abatimiento con sus hinchas. Ni siquiera es una obligación, sino que forma parte del modo de entender el fútbol que tienen los jugadores en Alemania. Lo mismo sucede al término de un entrenamiento: la hinchada los sigue en absoluto silencio, pero a su finalización los jugadores se acercan a los aficionados para firmar autógrafos y fotografiarse con ellos, incluso si la operación les lleva más de media hora extra.
y 8.- Situar al aficionado en el centro del interés colectivo es la premisa de la Bundesliga y los clubes alemanes lo ejecutan sin titubeos. Miremos donde miremos, han decidido que el protagonista debe ser el aficionado, con la connotación del añadido familiar. Por todo ello resulta tan agradable y apasionante acudir a los estadios alemanes. Preguntado por un pretendido objetivo de ser la liga más poderosa del mundo, el director ejecutivo del campeonato, Christian Seifert, respondió: "No queremos ser la liga número 1. No nos compensa. Queremos un equilibrio total entre complacer al aficionado, tener un campeonato competido y unas buenas finanzas en los clubes".
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