Los derbis entre Arousa y Pontevedra siempre han tenido un plus de rivalidad. En el choque de ayer, además, ambos contendientes se jugaban mucho más que tres puntos y eso quedó patente desde los primeros compases del encuentro. Jugadores hiperrevolucionados, enfrentamientos en ambas áreas y multitud de faltas y quejas al árbitro fueron ingredientes constantes de ese caldo que acabó por desbordarse tras el pitido final, una vez que el Pontevedra, en el minuto 96, había conseguido darle la vuelta al marcador (1-2).
La chispa que hizo explotar el tanque de gasolina en el que se había convertido el estadio de A Lomba la activó Jacobo, que es a quien todo el mundo apunta y quien se convirtió en el centro de todas las críticas tras el postrero gol de Pablo Carnero de falta, que le daba la victoria al líder. Con las iras de toda la grada focalizadas sobre Jacobo, que ya ganaba el túnel de vestuarios, Adrián Camiño, el capitán del Arousa, fue corriendo hacia él y tuvo que ser interceptado por parte del cuerpo técnico y otros compañeros.
Ahí comenzó una auténtica batalla campal, que el colegiado de la contienda, Álex López Vila, contempló desde la distancia, sin poner paz en el cruce de declaraciones y hasta de golpes entre los de uno y otro bando.
Con parte de los aficionados de la grada de Tribuna asomados sobre la bocana de vestuarios, increpando a los rivales, y con algunos futbolistas pidiendo calma ante lo avivado que estaba el fuego, el árbitro optó por repartir amarillas entre los dos grandes protagonistas, Jacobo y Camiño. En ese maremagnum en el que se convirtieron los pasillos situados bajo la grada principal, Piscis, el entrenador local, acabó siendo expulsado e hicieron falta refuerzos para imponer la paz antes de la ducha fría.
Mientras tanto, en el exterior del estadio, un grupo de aficionados esperaba impaciente por la salida de los visitantes, muy próximos al autocar del Pontevedra. Con la adrenalina todavía exaltada, y con algún cruce de palabras más, los ánimos se fueron apaciguando. Al final, A Lomba se quedó en silencio, tras haber sido testigo de un deplorable espectáculo extradeportivo.
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