Un vídeo de promoción del suburbano muestra a los atléticos como contaminadores
Les enseña como irrespetuosos con el medio ambiente o la seguridad vial
Los simpatizantes del Real Madrid aparecen como ecologistas
Les enseña como irrespetuosos con el medio ambiente o la seguridad vial
Los simpatizantes del Real Madrid aparecen como ecologistas
¿Son los aficionados del Atlético de Madrid unos contaminadores de cuidado que no respetan el medio ambiente ni la seguridad vial? ¿Son los simpatizantes del Real Madrid unos ecologistas de pro? Estas cuestiones las plantea y al mismo tiempo le da una respuesta afirmativa el vídeo promocional que Metro Madrid inauguró el pasado lunes en la exposición contra el efecto invernadero de la Estación de Embajadores.
El vídeo, de dos minutos y diez segundos de duración, comienza con el matraqueo de una música propia de un vídeo casero o de las cortinillas de un programa de los años 80. En ella se ve el césped de un estadio de fútbol y, acto seguido, a una persona sale de su casa a toda prisa, se monta en un coche y enciende la radio.
"Muy buenas tardes, señoras y señores, nos encontramos un día más en nuestras cabinas par hacerles llegar el acontecimiento futbolístico de la temporada". Simultáneamente, la imagen se traslada a otro punto de la ciudad, donde un hombre sale tranquilamente del portal de su casa con una revista en su mano y se dirige al Metro. Mira el reloj y acude al Metro.
Dado que el locutor habla del evento deportivo del año, el ciudadano que coge el coche lleva puesta el gorro y la bufanda del Atlético de Madrid y el peatón que va en transporte público lo hace en la estación de Chamartín con las torres de la antigua Ciudad del Real Madrid de fondo, hasta el espectador menos avispados hace la división mental: son dos aficionados al fútbol, colchonero y merengue, que acuden a un derbi de dos maneras diferentes.
Hasta ahí todo normal. Porque cuando las cámaras vuelven al seguidor del Atleti, que es grabado de perfil y refleja unos rasgos que podrían identificarlo con un ciudadano de origen sudamericano, este comienza a comportarse como un energúmeno al volante. Comienza a fumar y a tocar el claxon del coche, mientras que el otro aficionado ya ha pasado por las taquillas del Metro y espera pacientemente la llegada del convoy.
La situación del conductor empeora. Desesperado, se sobrentiende que porque va a llegar tarde, comienza a dejar de mirar a la carretera, suelta en volante, y coge el teléfono móvil. No se escucha lo que dice, pero si con quien habla: dos personas bien vestidas, una de ellas con traje de chaqueta, que están en la entrada de un estadio, bajo el escudo del Real Madrid.
El locutor vuelve a hacer acto de presencia, y anuncia que los dos equipos (a los que no da nombre) saltan al terreno de juego a calentar. En ese momento, el aficionado blanco cierra la revista que estaba leyendo y se baja en la estación Santiago Bernabeu, quedando bien claro donde se celebra el encuentro. Por si cabía alguna duda, al salir de la estación, el hombre pasa por un puesto de banderas del Real Madrid y España.
En cambio, la situación del aficionado colchonero no mejora. Mientras el madridista ya está en el estadio, sentado en su asiento y charlando con un amigo, el atlético, que ya hace rato que ha tirado el gorro al suelo, recibe un nuevo susto: se escucha una sirena que acaba siendo la de un coche de la policía secreta, que le obliga a dar unos cuantos volantazos. Para colmo, la radio ya anuncia que el encuentro acaba de comenzar, y el equipo visitante ya pone el balón en juego por medio de su capitán.
Es entonces cuando el conductor llega al Bernabeú. Por esas cosas de la publicidad y la suspensión de incredulidad, el aficionado logra aparcar a la primera, pero, oh sorpresa, el gorro que se había vuelto a poner vuelve a salir de su cabeza. Las taquillas y las puertas de acceso están cerradas y no va a poder entrar en el estadio (porque encima de mal conductor es poco previsor) Para más inri, el letrero electrónico rompe el cuarto muro y se dirige a él y al espectador al mismo tiempo. "Con Metro ya estarías dentro", dice.
Pero la cosa no acaba ahí. Un nuevo narrador, el mismo que habla de las virtudes del Metro de Madrid en la defensa del medio ambiente en la especie de documental que precede al anuncio entra en escena. Recita un nuevo texto en una especie de epílogo de 30 segundos en el que se proyectan imágenes bucólicas del Metro y estresantes del tráfico madrileño.
"Ser forofo del efecto invernadero tiene muchos inconvenientes, para ti y para Madrid", explica en narrador, que concluye diciendo: "Aunque tu equipo sea otro Metro de Madrid siempre respetará tu libertad de elección. Nosotros sólo te ponemos el camino más fácil y te dejamos lo que verdaderamente importa: que escribas tu propia historia en tiempo real, tal y cual eres, con naturalidad. Y sin malos humos".
El vídeo, de dos minutos y diez segundos de duración, comienza con el matraqueo de una música propia de un vídeo casero o de las cortinillas de un programa de los años 80. En ella se ve el césped de un estadio de fútbol y, acto seguido, a una persona sale de su casa a toda prisa, se monta en un coche y enciende la radio.
"Muy buenas tardes, señoras y señores, nos encontramos un día más en nuestras cabinas par hacerles llegar el acontecimiento futbolístico de la temporada". Simultáneamente, la imagen se traslada a otro punto de la ciudad, donde un hombre sale tranquilamente del portal de su casa con una revista en su mano y se dirige al Metro. Mira el reloj y acude al Metro.
Dado que el locutor habla del evento deportivo del año, el ciudadano que coge el coche lleva puesta el gorro y la bufanda del Atlético de Madrid y el peatón que va en transporte público lo hace en la estación de Chamartín con las torres de la antigua Ciudad del Real Madrid de fondo, hasta el espectador menos avispados hace la división mental: son dos aficionados al fútbol, colchonero y merengue, que acuden a un derbi de dos maneras diferentes.
Hasta ahí todo normal. Porque cuando las cámaras vuelven al seguidor del Atleti, que es grabado de perfil y refleja unos rasgos que podrían identificarlo con un ciudadano de origen sudamericano, este comienza a comportarse como un energúmeno al volante. Comienza a fumar y a tocar el claxon del coche, mientras que el otro aficionado ya ha pasado por las taquillas del Metro y espera pacientemente la llegada del convoy.
La situación del conductor empeora. Desesperado, se sobrentiende que porque va a llegar tarde, comienza a dejar de mirar a la carretera, suelta en volante, y coge el teléfono móvil. No se escucha lo que dice, pero si con quien habla: dos personas bien vestidas, una de ellas con traje de chaqueta, que están en la entrada de un estadio, bajo el escudo del Real Madrid.
El locutor vuelve a hacer acto de presencia, y anuncia que los dos equipos (a los que no da nombre) saltan al terreno de juego a calentar. En ese momento, el aficionado blanco cierra la revista que estaba leyendo y se baja en la estación Santiago Bernabeu, quedando bien claro donde se celebra el encuentro. Por si cabía alguna duda, al salir de la estación, el hombre pasa por un puesto de banderas del Real Madrid y España.
En cambio, la situación del aficionado colchonero no mejora. Mientras el madridista ya está en el estadio, sentado en su asiento y charlando con un amigo, el atlético, que ya hace rato que ha tirado el gorro al suelo, recibe un nuevo susto: se escucha una sirena que acaba siendo la de un coche de la policía secreta, que le obliga a dar unos cuantos volantazos. Para colmo, la radio ya anuncia que el encuentro acaba de comenzar, y el equipo visitante ya pone el balón en juego por medio de su capitán.
Es entonces cuando el conductor llega al Bernabeú. Por esas cosas de la publicidad y la suspensión de incredulidad, el aficionado logra aparcar a la primera, pero, oh sorpresa, el gorro que se había vuelto a poner vuelve a salir de su cabeza. Las taquillas y las puertas de acceso están cerradas y no va a poder entrar en el estadio (porque encima de mal conductor es poco previsor) Para más inri, el letrero electrónico rompe el cuarto muro y se dirige a él y al espectador al mismo tiempo. "Con Metro ya estarías dentro", dice.
Pero la cosa no acaba ahí. Un nuevo narrador, el mismo que habla de las virtudes del Metro de Madrid en la defensa del medio ambiente en la especie de documental que precede al anuncio entra en escena. Recita un nuevo texto en una especie de epílogo de 30 segundos en el que se proyectan imágenes bucólicas del Metro y estresantes del tráfico madrileño.
"Ser forofo del efecto invernadero tiene muchos inconvenientes, para ti y para Madrid", explica en narrador, que concluye diciendo: "Aunque tu equipo sea otro Metro de Madrid siempre respetará tu libertad de elección. Nosotros sólo te ponemos el camino más fácil y te dejamos lo que verdaderamente importa: que escribas tu propia historia en tiempo real, tal y cual eres, con naturalidad. Y sin malos humos".
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