«Cerré la puerta y apagué las luces para que pensaran que estaba cerrado, pero, al instante, me rompieron con un palo la cristalera de la entrada. Pensé que se llevarían el quiosco por delante». La pelea entre radicales del Sporting y del Sevilla en La Arena, que ha encendido toda las alarmas en el barrio, todavía retumba en la mente de Manuel Feito. Y, quizás, por mucho tiempo.
Dueño del quiosco El Sella, ubicado en la zona más caliente, en la esquina entre Manso y Aquilino Urlé, Feito vivió atemorizado en el interior de su establecimiento los enfrentamientos entre los ultras de ambos equipos. Todavía guarda uno de los objetos lanzados durante la pelea. Un rodamiento de unos dos kilos de peso. «Pasé mucho miedo. Es necesario que haya más presencia policial en este tipo de partidos en los que pueden surgir estos enfrentamientos. Hay que estar más preparados», explica Feito, a quien olvidar los hechos sucedidos este fin de semana le costará aún mucho tiempo.
A él y al resto de vecinos y hosteleros del barrio, alarmados por los graves incidentes. Todos reclaman medidas para atajar este tipo de violencia sin sentido y, sobre todo, tolerancia cero contra los grupos de radicales tanto por parte de las instituciones como de los clubes de fútbol. La «batalla campal», tal como la definen los testigos, se produjo sobre las seis de la tarde, apenas tres horas antes del inicio del partido en El Molinón y ha creado temor. «Se han superado todos los límites», aseguran, al tiempo que piden explicaciones.
Uno de los primeros testigos en presenciar el suceso fue Juan Pedrón. Este vecino, que vive en Aquilino Urlé, siguió desde su balcón la multitudinaria pelea. «Venían unos setenta u ochenta aficionados del Sporting con cascos de moto en la cabeza y cargados con palos largos y gruesos. Delante aparecieron los ultras del Sevilla, que se defendieron desde la distancia lanzando bengalas, hasta que llegaron al choque y empezó la gran pelea», apunta Juan Padrón, quien recuerda que la temporada pasada ya se sucedieron algunos incidentes entre hinchas del Sporting y del Valladolid.
Miedo a que se repita
Pedrón lo tiene claro. Los clubes tienen que asumir su responsabilidad. «No se puede permitir que los clubes de fútbol amparen a este tipo de aficionados, a los que les dejan locales, les dan viajes baratos y les facilitan todo cuando todos sabemos lo que hay», argumenta.
Los establecimientos y coches de la zona no fueron los únicos que sufrieron las iras de los radicales. También hubo daños personales, como los que sufrió el propietario del Restaurante Nosty, Juan Carlos Gutiérrez.
En Aguado, donde la Policía Nacional procedió a las primeras identificaciones, se vivió previamente el segundo asalto de la pelea. El hostelero gijonés fue golpeado con un palo por varios radicales, que le provocaron una fractura de una falange de la mano, además de un corte en la cabeza.
Su mujer, Ana Isabel Laruelo, buscaba ayer culpables mientras él acudía a la Comisaría de Gijón para denunciar lo sucedido. «¿A quién pedimos ahora responsabilidades?», se preguntaba. «Cuando hay desplazamientos de esta índole, alguien debe hacerse responsable de lo que hagan estos aficionados, ya sea el Sevilla, el Sporting o el Ayuntamiento», se queja Ana Isabel. «Pudo ser peor de lo que fue. Nos da miedo de que se repita en un futuro. Entre todos tenemos que ponerle freno a estos acontecimientos», concluye.
Dueño del quiosco El Sella, ubicado en la zona más caliente, en la esquina entre Manso y Aquilino Urlé, Feito vivió atemorizado en el interior de su establecimiento los enfrentamientos entre los ultras de ambos equipos. Todavía guarda uno de los objetos lanzados durante la pelea. Un rodamiento de unos dos kilos de peso. «Pasé mucho miedo. Es necesario que haya más presencia policial en este tipo de partidos en los que pueden surgir estos enfrentamientos. Hay que estar más preparados», explica Feito, a quien olvidar los hechos sucedidos este fin de semana le costará aún mucho tiempo.
A él y al resto de vecinos y hosteleros del barrio, alarmados por los graves incidentes. Todos reclaman medidas para atajar este tipo de violencia sin sentido y, sobre todo, tolerancia cero contra los grupos de radicales tanto por parte de las instituciones como de los clubes de fútbol. La «batalla campal», tal como la definen los testigos, se produjo sobre las seis de la tarde, apenas tres horas antes del inicio del partido en El Molinón y ha creado temor. «Se han superado todos los límites», aseguran, al tiempo que piden explicaciones.
Uno de los primeros testigos en presenciar el suceso fue Juan Pedrón. Este vecino, que vive en Aquilino Urlé, siguió desde su balcón la multitudinaria pelea. «Venían unos setenta u ochenta aficionados del Sporting con cascos de moto en la cabeza y cargados con palos largos y gruesos. Delante aparecieron los ultras del Sevilla, que se defendieron desde la distancia lanzando bengalas, hasta que llegaron al choque y empezó la gran pelea», apunta Juan Padrón, quien recuerda que la temporada pasada ya se sucedieron algunos incidentes entre hinchas del Sporting y del Valladolid.
Miedo a que se repita
Pedrón lo tiene claro. Los clubes tienen que asumir su responsabilidad. «No se puede permitir que los clubes de fútbol amparen a este tipo de aficionados, a los que les dejan locales, les dan viajes baratos y les facilitan todo cuando todos sabemos lo que hay», argumenta.
Los establecimientos y coches de la zona no fueron los únicos que sufrieron las iras de los radicales. También hubo daños personales, como los que sufrió el propietario del Restaurante Nosty, Juan Carlos Gutiérrez.
En Aguado, donde la Policía Nacional procedió a las primeras identificaciones, se vivió previamente el segundo asalto de la pelea. El hostelero gijonés fue golpeado con un palo por varios radicales, que le provocaron una fractura de una falange de la mano, además de un corte en la cabeza.
Su mujer, Ana Isabel Laruelo, buscaba ayer culpables mientras él acudía a la Comisaría de Gijón para denunciar lo sucedido. «¿A quién pedimos ahora responsabilidades?», se preguntaba. «Cuando hay desplazamientos de esta índole, alguien debe hacerse responsable de lo que hagan estos aficionados, ya sea el Sevilla, el Sporting o el Ayuntamiento», se queja Ana Isabel. «Pudo ser peor de lo que fue. Nos da miedo de que se repita en un futuro. Entre todos tenemos que ponerle freno a estos acontecimientos», concluye.
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