“En Italia, el fútbol está en manos de los ultras”, dijo hace algunos años Fabio Capello. “Son quienes mandan”, puntualizó quien es hoy seleccionador ruso, que desde 2006 entrena fuera de su país y habla con absoluto conocimiento de causa. Sus palabras vienen como anillo al dedo para explicar lo que ocurre en el Calcio. Los tifosi violentos de los veinte clubs de la Serie A se han unido por primera vez para que el fútbol italiano revise y anule una normativa que sanciona, además de los insultos racistas, la discriminación territorial. En otras palabras, los insultos que se cruzan los seguidores de los clubs del norte contra los del sur y viceversa.
La curva del Inter, es decir la zona de San Siro donde se aposentan los ultras del club nerazzurro, ya fue clausurada por el juez de la Liga. También ha sido clausurado el mismo estadio (no solo una zona) en razón de los insultos que los tifosi del Milan profirieron contra los de la Juventus. Hasta tal punto se intuía la persecución, que al final los ultras se han hartado y se han unido para plantar cara.
El último fin de semana de campeonato antes del parón de selecciones, el Nápoles recibía en San Paolo al Livorno. Y aunque apenas había seguidores del Livorno en la grada abundaron los cánticos contra los napolitanos. “Napolitanos de mierda” y otros insultos que les suelen dirigir los aficionados de los clubs del norte: “Sois unos guarros porque no os laváis, tenéis enfermedades infecciosas porque no os laváis” y otras lindezas por el estilo. Eran los propios seguidores del Nápoles los que entonaban esos cánticos. “Estamos profiriendo insultos territoriales, ¿qué vais a hacer ahora?”, preguntaban a través de una gran pancarta los hinchas radicales del club.
Los ultras aceptan que se castiguen acciones de índole racista, como contempla la UEFA, pero no que no se puedan explayar con la llamada discriminación territorial. Lo han hecho siempre y no se quieren callar.
Italia se conoce como el país de los mil campanile. La rivalidad entre ciudades es muy acentuada. Y no solo la histórica confrontación norte-sur. Bergomi y Brescia están separadas por apenas 35 kilómetros y no se tragan, lo mismo que Verona y Vicenza, Venecia y Treviso... Aunque, sí, la división norte-sur es muy acentuada, lo mismo que entre sicilianos o sardos contra continentales.
Con los ultras unidos, es muy probable que la persecución a la discriminación territorial quede derogada en el próximo Consejo Federal de la Federación Italiana de Fútbol. Es mejor tener a los ultras divididos (como ha ocurrido siempre) que unidos, piensan los dirigentes y los violentos, como siempre, acabarán imponiendo su ley en los campos.
Por eso son los amos de los estadios como denunció en su día Capello y por eso las familias han dejado de acudir a los partidos, convirtiendo los campos, cada vez más, en inmensas moles de hormigón vacías de aficionados, hartos de la dictadura de la violencia. Aunque eso es otra historia.
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