Liverpool recuerda la muerte de 96 aficionados al futbol aplastados durante una avalancha en un abarrotado estadio en 1989 después de que un jurado determinó que los errores cometidos por la policía y los servicios de emergencia contribuyeron a su fallecimiento.
Los nombres y edades de los seguidores del Liverpool se leerán en el exterior del St. George’s Hall, en el centro de la ciudad, hoy. Las familias de las víctimas, que lucharon para obtener justicia durante décadas, dijeron que se vieron recompensadas por el fallo del jurado, que ayer determinó que el comportamiento de la afición no contribuyó a la tragedia del estadio de Hillsborough, en Sheffield.
La investigación original de 1991 terminó con un veredicto de muerte accidental. Estos fallos se revirtieron en 2012 tras una pesquisa más amplia sobre el desastre que examinó documentos que antes eran secretos y expuso errores cometidos por la policía.
El primer ministro británico David Cameron tuiteó el jurado “hizo justicia”.
Los familiares han batallado para que las autoridades sean responsabilizadas, después que las primeras investigaciones determinaron que las muertes fueron accidentales. Esos veredictos fueron revocados en 2012, después de una pesquisa más abarcadora sobre la tragedia que examinó documentos hasta entonces secretos que arrojaron luz sobre los errores de la policía.
“Muchas veces ha sido una lucha cuesta arriba, queríamos darnos por vencidos”, dijo Margaret Aspinall, cuyo hijo de 18 años, James, murió en Hillsborough. “Somos gente común y corriente. Son los fanáticos, los sobrevivientes. Ellos son los que piden justicia en todos los partidos, ellos son los que nos dieron ánimo. Uno tiene que seguir”.
El fallo de que hubo un acto criminal significa que el jurado creyó que David Duckenfield, el entonces superintendente de la policía del Sur de Yorkshire a cargo de la seguridad en el partido, incumplió con sus deberes de cuidar a los fanáticos y que sus acciones fueron “negligencia grave”.
Duckenfield admitió a los investigadores que dijo “una terrible mentira” al señalar que los fanáticos habían entrado a la fuerza por uno de los portones ocho minutos antes del inicio del encuentro, en vez de admitir que autorizó que se abrieran los portones. Esa orden permitió a más de 2 mil fanáticos entraran apuradamente a una sección detrás de un arco que ya estaba llena a capacidad.
Dentro del estadio, y cinco minutos antes del comienzo, una oleada de gente empujó a cientos de espectadores contra una reja de metal que luego colapsó. Un oficial de la policía corrió a la cancha y pidió al árbitro que detuviera el partido, que fue suspendido después de seis minutos.
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