Toda España se volcó hoy a la calle para celebrar el pase de su selección a la final de la Eurocopa, un hecho inédito en 24 años, y que su hinchada celebró con tanta pasión como mesura, consciente de que falta un último paso. El país se paralizó durante dos horas, el tiempo que duró el partido. Hubo nervios, emoción, disfrute y, al final, orgullosa celebración con el triunfo por 3-0 ante Rusia en la segunda semifinal. Las calles quedaron desiertas, con un silencio que convirtió cada ciudad en una urbe fantasma. A lo sumo, se escuchaban las carreras de los más rezagados, que corrían mientras miraban el reloj, temerosos de perderse algún minuto del partido.
Más de 25.000 hinchas se congregaron en la Plaza de Colón, en Madrid, para seguir el partido a través de una pantalla gigante. Sólo había un color, el rojo, aunque hizo falta tiempo para que la afición se "calentara". La primera parte fue pareja y cada imagen de una ciudad cualquiera parecía un programa de televisión sin sonido. No hubo gritos y la tensión se olía en el aire. Pero todo cambiaría en poco tiempo, cuando los hinchas comenzaron a sacar las cabezas por las ventanas para gritar "gol". Porque la realidad es que España dio un recital en la segunda parte, en la que ofreció 45 minutos para recordar en los próximos años.
Uno tras otro fueron cayendo los goles; el de Xavi, el de Dani Guiza, el de David Silva. Ya con el segundo gol, la hinchada se vio ganadora y comenzaron los cánticos. Todos se vieron en la final con más minutos de adelanto de los previstos. Y cuando el encuentro concluyó, las principales plazas de cada localidad española se llenaron de un gentío que no se podía creer lo presenciado. No sólo fue el triunfo, sino la manera en la que se produjo, muy del gusto de una hinchada que disfruta con el fútbol de toque. "El día 29, España campeón", fue uno de los cánticos más escuchados. "Este año sí, este año sí", fue otro.
Y el más curioso: "Luis, renovación", en relación a Aragonés, el seleccionador, villano hace sólo seis meses y hoy uno de los héroes españoles. No será posible, pues ocupará el banquillo del Fernerbahce turco en cuanto termine la Eurocopa. Hubo pasión, aunque no llegó a euforia, una constante durante toda la Eurocopa. Porque todavía queda una final por delante ante Alemania y España quiere ganarla. Ya aprendió del riesgo que supone celebrar títulos antes de tiempo, con todas las frustraciones que lleva consigo. Pero todos sienten que la oportunidad es histórica.
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