Un grupo de unos 25 ultras del Celta accedieron ayer por la mañana a los campos de entrenamiento de A Madroa cuando estaba a punto de comenzar la sesión del día, alrededor de las 10.30 horas. Durante cerca de 45 minutos se pasearon a sus anchas por las instalaciones impidiendo que los jugadores saliesen al campo hasta que, a las 11.15 horas, la Policía Nacional, avisada por el Club, desplazó hasta allí una furgoneta con ocho agentes. Los radicales abandonaron entonces las instalaciones sin llegar a cruzarse con los agentes, que permanecieron en A Madroa hasta cerca del mediodía para evitar que los ultras regresasen. El entrenamiento, finalmente, se redujo a solo una hora y en las caras de los jugadores se podía ver la incomodidad con la situación generada.
Según confesaron a su salida los propios ultras, el motivo de su visita eran los rumores e informaciones que circularon en Vigo durante los últimos días sobre la posible petición por parte de los jugadores al Club de algún tipo de aliciente económico en la recta final de la temporada para salvar al equipo del descenso. Fuesen realidad o no esas informaciones –o incluso incentivadas por el propio club para deshacerse de ciertos jugadores a través de la presión de los aficionados, como también se comentó–, lo cierto es que los radicales las utilizaron como argumento para encararse con el entrenador, Eusebio Sacristán, y exigirle que Rubén y Peña “no vuelvan a vestir la camiseta del Celta”.
Oubiña da explicaciones
Los radicales también hablaron con Oubiña, que fue el encargado de explicar posteriormente la situación vivida. El capitán celeste optó por restar importancia a los incidentes y considerarlos “un síntoma más de la situación de descontento que vivimos todos, la afición y los jugadores, por el mal trabajo que se hizo en los tres últimos años”.
Oubiña no quiso confirmar ni desmentir el contenido de la supuesta conversación mantenida por los jugadores amenazados y el Club, en la que él también estuvo presente, y en la que se habrían planteado las peticiones económicas en las que se escudan ahora los ultras. Según dijo el capitán, “aquella era una conversación privada en la que no se llegó a ningún tipo de acuerdo en ningún sentido”.
Preguntado también por si había causado malestar la filtración de aquel encuentro, Oubiña no quiso valorarlo y contestó que “el objetivo es que el jugador esté contento para que rinda y eliminar las molestias ajenas”. Sin embargo, el jugador eludió pronunciarse sobre las “molestias” que podrían haber causado ayer los ultras. Así, a pesar de que se le preguntó expresamente si los aficionados habían amenazado a algún compañero, Oubiña unicamente fue capaz de decir que “a mi no me amenazaron”, añadiendo que “esto es algo puntual, el problema no es que pase esto una vez porque esto es un síntoma del malestar general”.
El Club, por su parte, y a pesar de que fueron sus empleados los que, intimidados por los ultras, llamaron a la Policía Nacional para que acudiese a A Madroa, optó por no valorar los incidentes
Según confesaron a su salida los propios ultras, el motivo de su visita eran los rumores e informaciones que circularon en Vigo durante los últimos días sobre la posible petición por parte de los jugadores al Club de algún tipo de aliciente económico en la recta final de la temporada para salvar al equipo del descenso. Fuesen realidad o no esas informaciones –o incluso incentivadas por el propio club para deshacerse de ciertos jugadores a través de la presión de los aficionados, como también se comentó–, lo cierto es que los radicales las utilizaron como argumento para encararse con el entrenador, Eusebio Sacristán, y exigirle que Rubén y Peña “no vuelvan a vestir la camiseta del Celta”.
Oubiña da explicaciones
Los radicales también hablaron con Oubiña, que fue el encargado de explicar posteriormente la situación vivida. El capitán celeste optó por restar importancia a los incidentes y considerarlos “un síntoma más de la situación de descontento que vivimos todos, la afición y los jugadores, por el mal trabajo que se hizo en los tres últimos años”.
Oubiña no quiso confirmar ni desmentir el contenido de la supuesta conversación mantenida por los jugadores amenazados y el Club, en la que él también estuvo presente, y en la que se habrían planteado las peticiones económicas en las que se escudan ahora los ultras. Según dijo el capitán, “aquella era una conversación privada en la que no se llegó a ningún tipo de acuerdo en ningún sentido”.
Preguntado también por si había causado malestar la filtración de aquel encuentro, Oubiña no quiso valorarlo y contestó que “el objetivo es que el jugador esté contento para que rinda y eliminar las molestias ajenas”. Sin embargo, el jugador eludió pronunciarse sobre las “molestias” que podrían haber causado ayer los ultras. Así, a pesar de que se le preguntó expresamente si los aficionados habían amenazado a algún compañero, Oubiña unicamente fue capaz de decir que “a mi no me amenazaron”, añadiendo que “esto es algo puntual, el problema no es que pase esto una vez porque esto es un síntoma del malestar general”.
El Club, por su parte, y a pesar de que fueron sus empleados los que, intimidados por los ultras, llamaron a la Policía Nacional para que acudiese a A Madroa, optó por no valorar los incidentes
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