Heliópolis sufrió ayer el drama que venía anunciándose durante las últimas temporadas y acabó degenerando en una batalla campal en la misma puerta de cristales del estadio. La afición, hastiada de todo lo que rodea a la entidad en los últimos años, explotó nada más confirmarse que el Betis era equipo de Segunda División y el grito de 'Lopera, vete ya' se escuchó más que nunca al unísono en el estadio. "Esto tenía que haber pasado mucho antes. Ahora ya es tarde", se quejaban algunos en voz alta, lamentando la situación en la que ha acabado el Betis.
La tarde había comenzado como todos los estamentos del club habían solicitado y el apoyo de la afición bética se hizo notar desde la llegada del autobús que traía a los jugadores hacia el estadio. "No me falles, porque yo nunca te he fallado", rezaba el mosaico preparado en el Gol Sur, utilizando la frase principal de esa canción que retumbó en el estadio durante los 90 minutos del encuentro.
Ni el gol del Valladolid enturbió el ambiente en el estadio y los aficionados seguían pegados a los transistores, que a esas horas traían buenas noticas desde Gijón. Pero todo cambiaría mediada la segunda mitad, cuando Betis y Valladolid conocieron que el drama se jugaba en Heliópolis. Llamada de Nogués a Emana, gritos de apoyo de la afición y tensión, mucha tensión, en los rostros de ambas aficiones. Pero la tragedia ya tenía color verdiblanco, algo que se confirmó con el pitido final de Pérez Burrul. El Betis era de Segunda y la afición estalló contra el palco, aunque antes despidió con una fuerte ovación al Valladolid. Ni la decepción hizo perder el señorío.
Del 'Lopera, vete ya' se pasó al 'Lopera, muérete'. Del 'Jugadores, mercenarios' al 'Betis, Betis'. La afición, lo único que en el club ha estado a la altura, buscaba a sus culpables entre el consejo de administración y los jugadores, aunque todo se enturbió cuando empezaron los incidentes.
Un millar de aficionados se plantaron delante de la puerta de cristales, pero las fuerzas de seguridad se vieron obligadas a intervenir cuando los más radicales hicieron su aparición en los aledaños del estadio. Bengalas, piedras y botellas se lanzaron contra los policías, que cargaron a caballo e incluso con pelotas de goma para dispersar a los hinchas. El cordón policial se extendió por todo el barrio de Heliópolis, que en la hora posterior al encuentro registró incidentes de todo tipo. Desde contenedores volcados a lunas rotas.
A la vez, otro grupo de aficionados se acercó a la fachada principal del estadio y protagonizó una sentada pacífica, donde se cantaba el himno al mismo tiempo que se señalaba a Lopera como máximo responsable de un descenso, que el Betis venía acechando en las últimas temporadas.
A las diez y media de la noche, la tranquilidad empezaba a reinar en Heliópolis y un centenar de aficionados se desplazaron a la calle Jabugo, donde su máximo accionista permanecía encerrado y rodeado de un cordón policial. El Betis consumó su descenso a Segunda y la afición verdiblanca vivió su día más triste. Un día de descenso.
La tarde había comenzado como todos los estamentos del club habían solicitado y el apoyo de la afición bética se hizo notar desde la llegada del autobús que traía a los jugadores hacia el estadio. "No me falles, porque yo nunca te he fallado", rezaba el mosaico preparado en el Gol Sur, utilizando la frase principal de esa canción que retumbó en el estadio durante los 90 minutos del encuentro.
Ni el gol del Valladolid enturbió el ambiente en el estadio y los aficionados seguían pegados a los transistores, que a esas horas traían buenas noticas desde Gijón. Pero todo cambiaría mediada la segunda mitad, cuando Betis y Valladolid conocieron que el drama se jugaba en Heliópolis. Llamada de Nogués a Emana, gritos de apoyo de la afición y tensión, mucha tensión, en los rostros de ambas aficiones. Pero la tragedia ya tenía color verdiblanco, algo que se confirmó con el pitido final de Pérez Burrul. El Betis era de Segunda y la afición estalló contra el palco, aunque antes despidió con una fuerte ovación al Valladolid. Ni la decepción hizo perder el señorío.
Del 'Lopera, vete ya' se pasó al 'Lopera, muérete'. Del 'Jugadores, mercenarios' al 'Betis, Betis'. La afición, lo único que en el club ha estado a la altura, buscaba a sus culpables entre el consejo de administración y los jugadores, aunque todo se enturbió cuando empezaron los incidentes.
Un millar de aficionados se plantaron delante de la puerta de cristales, pero las fuerzas de seguridad se vieron obligadas a intervenir cuando los más radicales hicieron su aparición en los aledaños del estadio. Bengalas, piedras y botellas se lanzaron contra los policías, que cargaron a caballo e incluso con pelotas de goma para dispersar a los hinchas. El cordón policial se extendió por todo el barrio de Heliópolis, que en la hora posterior al encuentro registró incidentes de todo tipo. Desde contenedores volcados a lunas rotas.
A la vez, otro grupo de aficionados se acercó a la fachada principal del estadio y protagonizó una sentada pacífica, donde se cantaba el himno al mismo tiempo que se señalaba a Lopera como máximo responsable de un descenso, que el Betis venía acechando en las últimas temporadas.
A las diez y media de la noche, la tranquilidad empezaba a reinar en Heliópolis y un centenar de aficionados se desplazaron a la calle Jabugo, donde su máximo accionista permanecía encerrado y rodeado de un cordón policial. El Betis consumó su descenso a Segunda y la afición verdiblanca vivió su día más triste. Un día de descenso.
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