El Austria de Viena se prepara para recibir una sanción ejemplar de la UEFA, que quizá le expulse durante una larga temporada de las competiciones europeas después de los gravísimos incidentes protagonizados por sus ultras, de ideología neonazi, anoche en el estadio Franz Horr. Hacía tiempo que en el fútbol europeo no se vivían hechos tan peligrosos.
El encuentro fue suspendido en dos ocasiones. La primera, antes de comenzar la segunda parte, cuando el lanzamiento de bengalas en el fondo ocupado por Iraizoz provocó que se extendiera por el estadio una niebla que impedía ver más allá de cinco metros. Tras cinco minutos de parón para que se despejara al aire, el balón echó a rodar.
Lo peor estaba por llegar. Sucedió después del gol de San José. Desde el fondo ocupado por los radicales del Austria, una veintena de personas invadió el campo ante la pasividad de los guardas de seguridad -el quinto árbitro tuvo que escapar a la carrera-. Inmediatamente, alrededor de treinta policías abandonaron su posición en las bandas para hacer una barrera de seguridad.
Cinco minutos después, a las 20.30 horas, los jugadores del Athletic se dirigieron a su vestuario. No querían permanecer más tiempo en un terreno en el que habían caído objetos sobre los profesionales que calentaban y en el banquillo. Los del Austria continuaron un rato más intentando hacer entrar en razón a sus seguidores. En vano.
Máxima tensión
En la zona de los vestuarios se vivieron momentos de máxima tensión. El árbitro, el noruego Svein Moen, advirtió de que suspendería el duelo si no se garantizaba la seguridad; la misma exigencia que planteó el gerente rojiblanco Jon Berasategi, presente en la cumbre. Veinte minutos después de la invasión, los futbolistas regresaron al césped para disputar, ya sin ningún incidente, el tiempo que restaba.
El conflicto fue liderado por grupos neonazis del Austria, que se hacen llamar 'Fanatics'. Los dirigentes austríacos se excusaron ante los bilbaínos con el argumento de que en la ciudad había una concentración de hinchas radicales. De hecho, recibieron el apoyo de grupúsculos de la misma ideología de otras ciudades austríacas, del Lazio romano -que la víspera había jugado en Salzburgo- y 'Ultrasur' del Madrid.
El ambiente en el estadio fue muy hostil hacia los vizcaínos. No había más que leer la pancarta que colgaron los radicales locales en un fondo. «Siempre odiaremos al Athletic». Al lado, banderas españolas con el escudo del águila de la dictadura franquista, una enseña con el lema 'Viva Franco' y recurrentes gritos de «Puta Bilbao». Por suerte, los 700 rojiblancos fueron colocados en el otro extremo y no sufrieron más contratiempos que alguna ikurriña arrancada de malos modos por la Policía.
Antes del partido, un grupo de hinchas del Athletic fue agredido por ultras del Austria. Un joven de Deusto de 23 años, Lander Abasolo, estudiante de Informática en Praga gracias a una beca Erasmus, resultó herido y fue trasladado a un hospital con un golpe en la cabeza. Por suerte, la herida no revistió gravedad y pudo presenciar el partido desde la tribuna. Eso sí, con un aparatoso vendaje en la cabeza.
Al concluir el encuentro, relató a EL CORREO que como medida de seguridad «quince aficionados decidimos quedar en la catedral para venir juntos hasta el estadio». De repente, agregó, en torno a treinta neonazis les atacaron por la espalda. «No sé ni con qué me han agredido. Me han tapado la cabeza con mi capucha y me han golpeado». En el hospital le aplicaron cinco puntos de sutura. Como único consuelo, se llevó la camiseta de Iraola, que se dirigió a la grada a entregársela de modo personal.
El Athletic estaba alerta tras ver el comportamiento en el partido de San Mamés de los neonazis. Por eso, pidió a la Ertzaintza que enviara a agentes de paisano para proteger a sus seguidores. Los ertzainas ayudaron a la Policía austríaca a escoltar a los hinchas bilbaínos desde el centro de la ciudad hasta el estadio. Al final del choque, sin embargo, cuando se dirigían a los autobuses sufrieron el lanzamiento de latas de cerveza y una mujer resultó herida leve.
El encuentro fue suspendido en dos ocasiones. La primera, antes de comenzar la segunda parte, cuando el lanzamiento de bengalas en el fondo ocupado por Iraizoz provocó que se extendiera por el estadio una niebla que impedía ver más allá de cinco metros. Tras cinco minutos de parón para que se despejara al aire, el balón echó a rodar.
Lo peor estaba por llegar. Sucedió después del gol de San José. Desde el fondo ocupado por los radicales del Austria, una veintena de personas invadió el campo ante la pasividad de los guardas de seguridad -el quinto árbitro tuvo que escapar a la carrera-. Inmediatamente, alrededor de treinta policías abandonaron su posición en las bandas para hacer una barrera de seguridad.
Cinco minutos después, a las 20.30 horas, los jugadores del Athletic se dirigieron a su vestuario. No querían permanecer más tiempo en un terreno en el que habían caído objetos sobre los profesionales que calentaban y en el banquillo. Los del Austria continuaron un rato más intentando hacer entrar en razón a sus seguidores. En vano.
Máxima tensión
En la zona de los vestuarios se vivieron momentos de máxima tensión. El árbitro, el noruego Svein Moen, advirtió de que suspendería el duelo si no se garantizaba la seguridad; la misma exigencia que planteó el gerente rojiblanco Jon Berasategi, presente en la cumbre. Veinte minutos después de la invasión, los futbolistas regresaron al césped para disputar, ya sin ningún incidente, el tiempo que restaba.
El conflicto fue liderado por grupos neonazis del Austria, que se hacen llamar 'Fanatics'. Los dirigentes austríacos se excusaron ante los bilbaínos con el argumento de que en la ciudad había una concentración de hinchas radicales. De hecho, recibieron el apoyo de grupúsculos de la misma ideología de otras ciudades austríacas, del Lazio romano -que la víspera había jugado en Salzburgo- y 'Ultrasur' del Madrid.
El ambiente en el estadio fue muy hostil hacia los vizcaínos. No había más que leer la pancarta que colgaron los radicales locales en un fondo. «Siempre odiaremos al Athletic». Al lado, banderas españolas con el escudo del águila de la dictadura franquista, una enseña con el lema 'Viva Franco' y recurrentes gritos de «Puta Bilbao». Por suerte, los 700 rojiblancos fueron colocados en el otro extremo y no sufrieron más contratiempos que alguna ikurriña arrancada de malos modos por la Policía.
Antes del partido, un grupo de hinchas del Athletic fue agredido por ultras del Austria. Un joven de Deusto de 23 años, Lander Abasolo, estudiante de Informática en Praga gracias a una beca Erasmus, resultó herido y fue trasladado a un hospital con un golpe en la cabeza. Por suerte, la herida no revistió gravedad y pudo presenciar el partido desde la tribuna. Eso sí, con un aparatoso vendaje en la cabeza.
Al concluir el encuentro, relató a EL CORREO que como medida de seguridad «quince aficionados decidimos quedar en la catedral para venir juntos hasta el estadio». De repente, agregó, en torno a treinta neonazis les atacaron por la espalda. «No sé ni con qué me han agredido. Me han tapado la cabeza con mi capucha y me han golpeado». En el hospital le aplicaron cinco puntos de sutura. Como único consuelo, se llevó la camiseta de Iraola, que se dirigió a la grada a entregársela de modo personal.
El Athletic estaba alerta tras ver el comportamiento en el partido de San Mamés de los neonazis. Por eso, pidió a la Ertzaintza que enviara a agentes de paisano para proteger a sus seguidores. Los ertzainas ayudaron a la Policía austríaca a escoltar a los hinchas bilbaínos desde el centro de la ciudad hasta el estadio. Al final del choque, sin embargo, cuando se dirigían a los autobuses sufrieron el lanzamiento de latas de cerveza y una mujer resultó herida leve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario