Treinta miembros de Suburbios Firm, peligroso grupo de extrema derecha expulsado del Frente Atlético hace unos años, fueron detenidos el pasado martes en la previa del partido de la Champions League contra el Brujas por realizar el saludo nazi ante la policía belga. Entre los arrestados, según ha podido confirmar ABC, se encontraba Ricardo Guerra, el ultra que en 1998 mató de una puñalada a Aitor Zabaleta en los alrededores del estadio Vicente Calderón. El asesino del seguidor realista, condenado a 17 años de cárcel por aquel crimen, aprovechó el tercer grado del que disfruta ahora en un centro de inserción social para acompañar a los neonazis en su viaje a Brujas.
Los miembros de Suburbios Firm se desplazaron el pasado martes a Brujas, donde el Atlético de Madrid se jugaba el primer puesto de su grupo en la Champions League, aunque para esta facción el fútbol es algo secundario, un mero instrumento para exhibir y dar rienda a la violencia. Las provocaciones no tardaron en aparecer en las calles de la ciudad belga. «Desde Madrid nos informaron que se trataba de un grupo de extrema derecha. Decidimos no tomar riesgos», explicó un portavoz de la Policía belga a la prensa de su país después de que los radicales fueran detenidos por realizar repetidamente el saludo nazi en las inmediaciones del estadio. Sin reparo y antes de ser interceptados, los ultras se habían fotografiado exhibiendo la pancarta del grupo con el brazo en alto, imagen en la aparecen acompañados por Ricardo Guerra, el asesino de Aitor Zabaleta.
El 8 de diciembre de 1998, el aficionado donostiarra moría en la Fundación Jiménez Díaz de Madrid como consecuencia de la puñalada que le asestó Ricardo Guerra junto al Vicente Calderón. Detenido solo unas horas después, el entonces miembro de Bastión, grupo de ideología nazi, fue condenado en abril de 2000 a 17 años de cárcel, aunque tenía otras causas judiciales abiertas y el tribunal realizó una «refundición de condena». Tras su paso por prisión, ahora se encuentra en tercer grado en un centro de inserción social y goza de cierta libertad de movimientos.
Fuentes policiales confirmaron a ABC que Ricardo Guerra se encontraba entre los detenidos la pasada semana en Brujas por sus provocaciones nazis. El asesino de Zabaleta parece que no se ha olvidado de su antigua vida y amistades vinculadas al fútbol y acompañó a Suburbios Firm, grupo de extrema derecha expulsado del Frente Atlético entre 2013 y 2014 por sus relaciones con Outlaw, el sector más duro de Ultras Sur, los radicales del Real Madrid. Una simbiosis con raíces ideológicas que trasciende el fútbol. Sin embargo, no es la primera vez que el asesino de Aitor Zabaleta ronda un estadio. En mayo, coincidiendo con las semifinales de la Europa League frente al Arsenal, aficionados rojiblancos aseguraron haber reconocido al ultra en una zona de bares cerca de las inmediaciones del Metropolitano.
El pasado martes, cuando se cumplían 20 años y 3 tres días de la muerte de Aitor Zabaleta, Ricardo Guerra volvió a pasearse cerca de un estadio, el Jan Breydel de Brujas. Acudió allí junto a una treintena de ultras nazis y no tuvo ningún reparo en fotografiarse con ellos horas antes de que comenzara el partido del Atlético. Apesar de taparse la cabeza con una gorra y de lucir una bufanda que le ocultaba parte de la cara, en la imagen que acompaña esta información se le puede reconocer delante de la pancarta de Suburbios.
Permiso judicial
El viaje al extranjero podría salirle caro a Guerra. Si la presencia del ultra en Bruselas tuvo lugar sin el visto bueno del juez de vigilancia penitenciaria, podría volver a prisión. Fuentes penitenciarias han explicado a ABC que este desacato conllevaría el retroceso al segundo grado, el régimen de los presos que no tienen capacidad para vivir todavía en semilibertad. Esa situación supondría que Guerra abandonaría el tercer grado, en el que está clasificado actualmente y que le permite moverse con cierta libertad, a pesar de tener que dormir en el centro penitenciario que le corresponde, el centro de inserción social situado en Navalcarnero. El tercer grado suele llegar por la existencia de circunstancias que acercan al preso a una situación de normalización social, como la obtención de un empleo o la formación de una familia con la que convivir. Esa vuelta a prisión solo la evitaría que el ultra hubiera contado con permiso del magistrado para viajar.
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