No es algo poco habitual la presencia del ingrediente político en el fútbol y mucho menos en el estadio de Vallecas. Sin ir más lejos, ayer mismo, en el partido de la vigésima jornada de la Liga SmartBank frente al Albacete, volvió a quedar demostrado, después de que el encuentro se tuviera que suspender por los insultos a Roman Zozulya. Los gritos procedían mayoritariamente del fondo ocupado por los «Bukaneros», grupo de animación del Rayo Vallecano catalogado como extrema izquierda. Una ideología, sin embargo, que no siempre fue la predominante en esta grada.
De izquierdas y antifascitas, «Bukaneros», el grupo que reúne a los radicales del Rayo Vallecano, fue el responsable de alejar de su estadio al ucraniano Román Zozulya, delantero que comenzaba la temporada en el Betis y que en 2017 era fichado por el club franjirrojo en el último día del mercado de invierno para reforzar el ataque del conjunto que entrena Rubén Baraja. Los ultras rayistas rechazaron su contratación porque atribuyeron al jugador una filiación «neonazi» y no le quisieron en un equipo cuya afición hace gala de su antirracismo, su conciencia de clase y abandera una mentalidad obrera. Los «bukaneros» mandan en la grada, pero no siempre fue así. En la primera mitad década de los 90, ultras de derechas llevaron la voz cantante en ese campo.
Radicales de derechas, entre ellos destacados miembros que formaban parte de la sección de Ultras Sur (Real Madrid) en Vallecas, comenzaron a controlar y manejar las Brigadas Franjirrojas. El embrión de «Bukaneros» decidía trasladarse de ubicación para situarse en el lateral junto a una conocida peña rayista, «Los Petas».
En las siguientes dos temporadas, aquel grupo, gestado sobre los principios de la clase obrera y el antifascismo, apenas conseguía adhesiones y «Bukaneros» no lograba llegar a la veintena de miembros. En ese periodo, «Brigadas Franjirrojas», cada vez con más presencia de ultras de derechas, exhibía su pancarta y banderas de España en Vallecas y comenzaba a editar material con elementos distintivos de los radicales de derechas.
Con el paso de los años, los insultos y amenazas entre ambos grupos radicales fueron en aumento. También las agresiones. No fue hasta la temporada 1995-96 cuando «Bukaneros», según explican en su web, consiguió tomar impulso con la ayuda de miembros de «Brigadas Amarillas» que vivían en Madrid, el grupo ultra del Cádiz con el que mantenían amistad. Además de la pasión por el fútbol, también compartían con ellos su lucha de clase y la mentalidad antifascita.
En aquella campaña se dispararon los agresiones entre radicales de ambos bandos, un conflicto que acabó finalmente con la salida de los ultras de derechas de las gradas del Estadio de Vallecas.
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