El estadio Carlos Tartiere fue ayer una vez más el de las grandes tardes de fútbol e, igualmente, el de las grandes decepciones. Las gradas del campo ofrecieron un colorido inusual, con 23.915 aficionados, una entrada que no se registraba en las dos últimas temporadas.La afición estuvo entregada durante todo el encuentro a sus jugadores y terminó saltando al campo al término del duelo para animar a los futbolistas, especialmente al capitán Cervero, que acabó el partido abatido y con lágrimas en los ojos.
Tifos, pancartas y petos poblaron las gradas, mientras los seguidores daban un ejemplo de comportamiento, sin ningún tipo de crítica ni al consejo ni a la plantilla, aunque, con el segundo gol visitante, el estadio se fue vaciando, quedando sólo los más fieles. El Caravaca durmió en León y se trasladó antes del encuentro a Oviedo, donde fueron recibidos con algún lanzamiento de objetos.
Al término del duelo, varias decenas de aficionados azules esperaron a la plantilla oviedista, a la que mostraron su apoyo. Se produjo también algún pequeño incidente entre los propios seguidores, pero sin mayor relevancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario