Los 'hoolingans' del Liverpool, tras aquella final de Copa de Europa 1985 en que provocaron la muerte por aplastamiento de treinta y nueve aficionados de la Juventus de Turín pero su equipo perdió por un penalti inexistente, sacaron unas camisetas conmemorativas donde, con ironía inglesa algo discutible, ponía: 'Liverpool 39-Juventus 0'. Los 'tiffosi' contestaron a los cuatro años, al perecer en otro incidente casi cien aficionados de los 'reds', con una sarcástica pancarta muy italiana (por somera y helada): 'Dios existe'. Sin embargo ambas facciones ultras aparcaron después la literatura de humor y se reconciliaron cuando el 'spanish Liverpool' de Benítez le descuidó la Champions al Milan y los turineses agradecidos elevaron al Cielo al portero 'red': 'santo subito'. Incluso en tiempos más recientes, blanqueada la antigua mala fama de los radicales ingleses y ya reconvertidos en corderitos, esos 'hoolingans' liverpulianos protagonizaron aquel entrañable 'spot' del 'Camarero, una de mero' cantando al portero Pepe Reina y el resto de triunfadores españoles&hellip a los que en otros tiempos hubiesen apaleado por puro placer en la calle. Me creo que algunos 'hooligans' del 'anuncio del mero' eran los mismos de la hazaña del 85, a juzgar por lo patibulario de algunos de sus rostros. Quiero decir con todo esto que lo de los ultras es según cómo se tome. Un fenómeno impresentable, pero el fútbol se vale, para su relato épico, no solo para el trágico, de los impresentables.
No es lo mismo llenar las gradas de Anfield de la escoria procedente de la desindustrialización que con las armonías vocales de los formalitos chicos de corbatita escurrida del 'Merseybeat'. El equipo de casa se relaja en cuanto le quitas la jauría. Y en cuanto en la grada hay más palcos privados que tipos sin camiseta agitando la merienda, en el ambiente del estadio se esparce una suspensión de polvos de talco previa a que salga gente del vestuario dando saltitos de puntillas entre tulipanes, como cantaba Tiny Tim. Pero Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, ha decidido -ya veremos si no le cuesta que se esfume del Bernabéu, durante doscientos años seguidos, el fantasma de Juanito, largándose éste de regreso al Burgos- eliminar a los delincuentes de Ultras Sur y sustituirlos por una 'grada joven' postconciliar que antes de inaugurarla dentro de pocos días huele desde aquí colonia Álvarez Gomez.
El Madrid está haciendo un 'casting' para elegir animadores de hasta 35 años que alienten al equipo, aunque no se sabe quién pondrá de su bolsillo los pompones. A lo mejor no es un gran negocio, el que intenta ahora Florentino. El Bernabéu va a echar a sus radicales, pero hace treinta años, ultras eran todos los padres de familia que tenían localidad de pie, y que como no podían ver bien el fútbol se dedicaban a quitarse el frío de encima. El problema fue sentar a toda la gente: en los años 80 era ultra alzado como poco un cuarto del estadio en todos los campos, y el ambientazo era tan estupendo que ocurría siempre lo que decía Groucho Marx: «La segunda parte fue mejor que la primera, le pegaron al árbitro y todo». En el Bernabéu, antes, se quemaban escobas en los fondos como si los radicales fuesen a salir volando en aquelarre: hoy nada más ponerse de pie sobre el asiento se te echa la vocación de ejemplaridad universal del club encima.
Dicen que el Madrid quiere imitar al 'muro amarillo' del Borussia Dortmund, que no para en todo el partido, pero yo creo que el experimento se le va a quedar en una coral que cante aquello de 'Benedicto equis-uve-palito' como esos aseadísimos jóvenes que reunió en Madrid el anterior Papa y que eran perseguidos por la extrema izquierda violenta (no sé si en el fondo sur le cantarán ahora en números romanos a Cristiano 'C-R-uve-palito-palito'). Benedicto fue un Papa admirable pero me daban ganas de perseguir a esa juventud cantarina hasta a mí. No creo en las animaciones autorizadas para toda la familia. Pérez va hacia un modelo respetable en que lo más adrenalínico que ocurra en el Bernabéu va a ser cuando a la camarera del 'catering' se le caiga la bandeja de canapés encima de los dignatarios, alterando el silencio del Ofertorio.
No es lo mismo llenar las gradas de Anfield de la escoria procedente de la desindustrialización que con las armonías vocales de los formalitos chicos de corbatita escurrida del 'Merseybeat'. El equipo de casa se relaja en cuanto le quitas la jauría. Y en cuanto en la grada hay más palcos privados que tipos sin camiseta agitando la merienda, en el ambiente del estadio se esparce una suspensión de polvos de talco previa a que salga gente del vestuario dando saltitos de puntillas entre tulipanes, como cantaba Tiny Tim. Pero Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, ha decidido -ya veremos si no le cuesta que se esfume del Bernabéu, durante doscientos años seguidos, el fantasma de Juanito, largándose éste de regreso al Burgos- eliminar a los delincuentes de Ultras Sur y sustituirlos por una 'grada joven' postconciliar que antes de inaugurarla dentro de pocos días huele desde aquí colonia Álvarez Gomez.
El Madrid está haciendo un 'casting' para elegir animadores de hasta 35 años que alienten al equipo, aunque no se sabe quién pondrá de su bolsillo los pompones. A lo mejor no es un gran negocio, el que intenta ahora Florentino. El Bernabéu va a echar a sus radicales, pero hace treinta años, ultras eran todos los padres de familia que tenían localidad de pie, y que como no podían ver bien el fútbol se dedicaban a quitarse el frío de encima. El problema fue sentar a toda la gente: en los años 80 era ultra alzado como poco un cuarto del estadio en todos los campos, y el ambientazo era tan estupendo que ocurría siempre lo que decía Groucho Marx: «La segunda parte fue mejor que la primera, le pegaron al árbitro y todo». En el Bernabéu, antes, se quemaban escobas en los fondos como si los radicales fuesen a salir volando en aquelarre: hoy nada más ponerse de pie sobre el asiento se te echa la vocación de ejemplaridad universal del club encima.
Dicen que el Madrid quiere imitar al 'muro amarillo' del Borussia Dortmund, que no para en todo el partido, pero yo creo que el experimento se le va a quedar en una coral que cante aquello de 'Benedicto equis-uve-palito' como esos aseadísimos jóvenes que reunió en Madrid el anterior Papa y que eran perseguidos por la extrema izquierda violenta (no sé si en el fondo sur le cantarán ahora en números romanos a Cristiano 'C-R-uve-palito-palito'). Benedicto fue un Papa admirable pero me daban ganas de perseguir a esa juventud cantarina hasta a mí. No creo en las animaciones autorizadas para toda la familia. Pérez va hacia un modelo respetable en que lo más adrenalínico que ocurra en el Bernabéu va a ser cuando a la camarera del 'catering' se le caiga la bandeja de canapés encima de los dignatarios, alterando el silencio del Ofertorio.
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