“Yo lo único que quería era abrazar a James una última vez. Consentirlo y decirle: ‘Tranquilo, hijo. Mamá está aquí. Mamá está aquí contigo’. Pero incluso me negaron eso. Cuando fuimos a ver el cadáver no teníamos autorización para tocarlos. Nos dijeron que su cuerpo le pertenecía al juez de instrucción”.
Margaret se toma una pausa. “Ese era mi hijo ¡Mi hijo!”, dice mientras golpea la mesa de la sala de conferencias del Grupo de Apoyo de las Familias de Hillsborough. “Su cuerpo llegó a mi casa en un ataúd cinco días después de su muerte y lo ubicaron en uno de los cuartos. No fui capaz de entrar. Solo le decía a mi esposo que por favor le dijera a James que caminara a mis brazos, que viniera hacia mí”.
Margaret Aspinall representa a una de las 96 familias que perdieron a sus seres queridos el 15 de abril de 1989 en un partido de semifinal de FA Cup entre Nottingham Forest y Liverpool en el estadio de Hillsborough, ubicado en Sheffield, Inglaterra. El pasado 26 de abril un juez determinó como homicidios imprudentes la muerte de esos 96 hinchas del Liverpool.
Cuatro familias cuentan cómo han soportado 27 años de mentiras y torturas psicológicas, así como también lo que significa el último veredicto del juez sobre lo que en realidad pasó esa tarde de primavera de 1989.
Morir aplastado
“Ninguna mamá pensaría que la última vez que verá a su hijo sea cuando se despide para ir a un partido de fútbol” dice Margaret.
Cerca de 24 mil hinchas del Liverpool asistieron al estadio de Hillsborough. A medida que se acercaba el inicio del partido (3:00p.m.), miles de aficionados se amontonaban en la estrecha entrada habilitada para los hinchas ‘Reds’.
David Duckenfield, Superintendente de Policía y encargado de la seguridad del estadio ese día, tomó una decisión que resultó ser catastrófica para los aficionados: a las 2:58p.m., abrió las puertas para el ingreso desmesurado de los hinchas a la terraza norte del estadio. Sin ninguna supervisión o ayuda logística, dos mil personas entraron corriendo a una tribuna que ya estaba llena.
Los de atrás empujaban hacia adelante, mientras que los de al frente eran poco a poco empujados contra la reja que los separaba de la cancha. Sin tener cómo salir, la presión comenzó a hacerse insoportable. Niños, adultos y ancianos se sofocaban lentamente mientras eran aplastados por una multitud que buscaba desesperadamente salir al terreno de juego.
El partido se suspendió seis minutos después de iniciar. Los hinchas comenzaron a saltar la reja pidiendo ayuda mientras otros intentaban llegar a la tribuna del segundo piso. “En los videos se ve cómo policías y ambulancias pasan al lado de donde los fans estaban siendo aplastados contra la reja. “¡Ayúdenos, por favor! ¡Nos estamos muriendo!”, les gritaban con desespero, pero no hicieron nada”, recordó Sue Roberts. Al final, 96 personas perdieron la vida. Hinchas desde los 10 hasta los 60 años de edad. Pero la tragedia de las familias acababa de comenzar.
Las mentiras
Margaret Aspinall, actual coordinadora del Grupo de Apoyo de las Familias de Hillsborough, había viajado desde Liverpool hasta Sheffield para ver el cuerpo sin vida de su hijo James, de 18 años. Al verlo, se le lanzó encima para abrazarlo, pero alguien la detuvo. “El cuerpo de su familiar le pertenece al juez de instrucción”. Desde ese momento, las familias supieron que algo estaba mal.
Al día siguiente, la historia era la siguiente: hinchas borrachos del Liverpool, algunos sin boleta, ingresaron al estadio de Hillsborough tras romper las puertas que daban ingreso a las terrazas, ocasionando la muerte de 96 personas. “Todo se lo querían culpar al alcohol. Mi hijo no era ningún alcohólico. Desde el día en que murieron hemos ido en contra del establecimiento. Y nosotros somos personas ordinarias, del común. No somos científicos ni genios, pero tampoco somos estúpidos”, afirma Brenda Fox, quien perdió a su hijo Thomas de 24 años.
Colin Wafer, de 19 años, fue otra de las víctimas. Jim, su padre, afirma que el alcohol se convirtió en la prioridad de las autoridades. “¿Sabe usted lo que hicieron? Verificaron los niveles de alcohol en la sangre de niños de 10 años para decir que todos estaban borrachos. ¡Niños de 10 años! Ni siquiera a ellos los respetaron después de muertos. Hoy en día un complot así es imposible, por internet y todo eso. Hace 27 anos era demasiado fácil”.
Cuando miembros de la FA (Asociación de Fútbol Inglés) fueron a preguntar lo que había pasado, Duckenfield dijo: “Los hinchas rompieron las puertas e ingresaron a la fuerza. Ellos causaron el desastre”. Con complicidad de la prensa, esa mentira se extendió rápidamente. En 1991, un juez declaró la tragedia como muerte accidental. En palabras de Sue Roberts, fue una “patada en los dientes”. Y continúa: “El día de la tragedia, los fanáticos comenzaron a hablar en vivo en la radio, diciendo todo lo que había pasado. No estaban borrachos, no habían llegado tarde y sí tenían boletas. No entendíamos por qué decían lo contrario”.
La verdad
En 2009, Andy Burnham, Secretario de Cultura y Deporte, le prometió a las familias la creación del Panel de Investigación de Hillsborough, el cual tenía como intención abrir una investigación para encontrar las irregularidades del proceso que se llevó a cabo en 1991.
Para Jim Wafer, ese fue un momento crucial para llegar a la verdad: “Burnham después publicó un documento de 500 paginas en donde destapó todas las mentiras que habían estado cubriendo hace décadas. Demostró, además, que al menos 40 personas pudieron haber sido salvadas ese día si se les hubiera presentado la atención médica oportuna”. Cinco años después, Duckenfield admitió que él dio la orden de abrir las puertas del estadio de Hillsborough. De igual forma, admitió haberle mentido a los miembros de la Asociación Inglesa de Fútbol cuando las investigaciones comenzaron en 1989.
En abril de 2016, llegó el veredicto que las familias habían esperado por 27 años: un juez determinó como homicidios imprudentes la muerte de los 96 hinchas en Hillsborough. Además, determinó como responsables directos a David Duckenfield, a la Policía de South Yorkshire, al servicio de ambulancias y al equipo de Sheffield Wednesday. “Cuando dieron el veredicto se escuchó un suspiro de alivio seguido de una ovación”, afirma Jim.
Lo que sigue
Para Margaret, el veredicto es una victoria: “Fue un gran triunfo también para los fans, porque se demostró que no tuvieron nada que ver. Se demostró que alguien fue responsable por la tragedia. Eso nunca le va a quitar el dolor a las familias, no me va a devolver a mi hijo, pero era lo que estábamos buscando”.
Pero el Grupo de Apoyo no se detiene acá. Margaret dice que todavía hay un paso más: “Nos han torturado con mentiras durante 27 años. Ahora lo que queremos es que se les presenten cargos. Queremos condenas. Y no solo para los responsables de lo que ocurrió ese día, sino también para aquellos que ayudaron a encubrirlo durante todo este tiempo. Lo hacemos por los 96 y por las familias que hemos perdido en el camino, que murieron atormentados y que no están acá para presenciar este momento. A ellos les debemos esto”.
En 1964, la banda Gerry and the Pacemakers lanzó You’ll Never Walk Alone (Nunca Caminarás Solo), un cover de una canción originalmente escrita en 1954 para el musical Carousel. Este tema se ha convertido en el himno de los hinchas del Liverpool, y cuando las familias salieron de la corte ese 26 abril, se abrazaron y cantaron juntos esa canción. La letra nunca tuvo más significado.
“Sigue caminando a través del viento
Sigue caminando a través de la lluvia
Aunque tus sueños sean sacudidos y estropeados
Sigue caminando, sigue caminando, con esperanza en tu corazón
Y nunca caminarás solo
Nunca caminarás solo”
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