Siete antidisturbios no eran suficientes para aplacar al inmenso ultra polaco que con la cabeza abierta se revolvía de rodillas.
Ya herido había abollado a codazos el techo de un coche aparcado en la calle Rafael Salgado, territorio comanche este martes a las siete de la tarde, cuando aparecieron centenares de seguidores del Legia. La mole humana (dos metros, más de 130 kilos) gritaba, hacía el molinillo y escupía sangre mientras algunos de sus colegas pedían clemencia a los policías, que intentaban aplacar al sujeto con llaves de lucha libre. Escenas similares se repitieron en los momentos de mayor tensión de toda la jornada, sin que el poderoso despliegue de seguridad pudiera evitar los altercados. Antes, los radicales polacos se movieron por el centro de Madrid sin crear demasiados problemas, siempre controlados de cerca por la Policía.
La noche anterior sí dejaron su huella -hubo tres detenidos- en un bar del sur de la ciudad, destrozado por la mezcla de alcohol y ganas de gresca. Misma combinación generó el estallido de violencia a las puertas del estadio, en la llegada escalonada de la tropa del Legia. El grupo más numeroso, que descendía desde Plaza de Castilla, se disgregó al entrar en la calle Rafael Salgado, el check point policial donde eran cacheados hasta en tres ocasiones antes de entrar al campo. Al girar el convoy, algunos ultras se enfrentaron a los agentes a caballo, que no dudaron en comenzar a cargar.
De repente, botellas que vuelan, mamporros cruzados y carreras. Los polacos rompieron el cordón de seguridad y comenzaron a buscar refugio en portales y bares aledaños. Otros no le perdían la cara a los antidisturbios, en peleas cuerpo a cuerpo. La Policía se vio desbordada por unos instantes, ante el pánico de vecinos y el público de a pie que acudía al Bernabéu. Un puesto de chucherías fue destrozado por los ultras, que tiraban también vallas y rodaban por los setos de los jardines. Fueron tres minutos de caos, mezclados los radicales, la prensa y los policías, sin dar a basto para controlar a la masa levantada en armas. «¡Puta Madrid, puta Madrid¡», gritaban en un rupestre español, desatados y agresivos en dirección a la torre D. Los propios líderes de los ultras del Legia, megáfono en ristre, intentaban pedir calma a sus compañeros para calmar los ánimos. Nueve detenidos y ocho heridos dejó la escaramuza, según informa Luis Fernando Durán, entre ellos dos agentes de la Policía Nacional y uno de la Policía Municipal.
Una vez encajonados en el corral dispuesto para sus cacheos, los radicales del Legia no dejaron de increpar a las cámaras que les enfocaban o a los aficionados madridistas que pasaban camino de las puertas del estadio. Botellas, navajas y bengalas fueron retiradas en los minuciosos registros. También pancartas y bufandas con lemas violentos. Dentro, instalados en el cuarto anfiteatro, los polacos afinaron gargantas para no parar de cantar durante los 90 minutos, a pesar de la goleada en contra.
El otoño madrileño lo afrontaron a pecho descubierto, pintados de tatuajes. Hooligans lucían algunos en el cuello. Disfrutaron de lo que no podrán hacer dentro de 15 días en Varsovia, cuando les visite el Madrid. Entonces se tendrán que conformar con ver el partido por la televisión, tras cerrar el campo la UEFA por los disturbios que ocasionaron en el primer encuentro de la Champions de esta temporada, ante el Borussia.
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