Las casetas que conforman la frontera entre el lado turco de Nicosia y el grecochipriota tienen aire a pura decoración folclórica hasta que el visitante despistado pasa por delante de los guardias mirando el móvil y sin enseñar el pasaporte, lanzado por la comercial calle Ledra, con camisetas del Madrid falsas manchándose en los tenderetes.
Sin barreras, sin armas a la vista, el control parece más bien el turístico Checkpoint Charlie de Berlín, con sus soldaditos yankis y soviéticos de pega, que una auténtica linde entre dos países distintos. El grito de la oficial cambia de repente la percepción:
«¡Su pasaporte! ¿Dónde se cree que va?».
El asunto se resuelve rápido, enseñado el documento y ya de nuevo en territorio de la Unión Europea, es decir, en la parte chipriota de Nicosia, la única capital del mundo que permanece dividida. El vestigio, con aroma a Guerra Fría, es imán para el viajero en una ciudad habituada a vivir con este tajo desde los años 70, cuando al golpe de Estado promovido desde Grecia respondió Turquía invadiendo el lado norte de la isla. Desde entonces, fuerzas de la ONU patrullan esta peculiar frontera. Las décadas suavizaron la tensión, que a veces aflora en el deporte. Cualquier visita a Nicosia de un club turco, de fútbol o baloncesto, suele acabar con incidentes.A puerta cerrada
También aquí la política invade las tribunas, en ocasiones pasando de la reivindicación en pancartas a los actos violentos. Esta noche, en el estadio GSP los jugadores del Madrid tendrán que lidiar con la presión ambiental de unos ultras bien conocidos por el Comité de Disciplina de la UEFA. Tienen su matricula tomada desde hace tiempo, por culpa de un feo historial de lanzamiento de bengalas y gestos racistas, ya sea en forma de banderas o con pitidos a jugadores negros. En competición europea han tenido que jugar alguna vez a puerta cerrada o con gradas vacías por las sanciones.
El año pasado un seguidor del Nicosia fue condenado a 75 horas de trabajos para la comunidad y se le prohibió entrar al fútbol tras mostrar durante un partido en Larnaca una pancarta con el siguiente lema: «Refugiados, marchaos a vuestra casa». Un mensaje mucho menos agresivo, pero también cargado de fuerte significación política, se leyó en septiembre en el fondo de los ultras del Apoel, cuando el Tottenham abrió en Nicosia la fase actual de grupos de la Champions. Reivindicación arqueológica
Aprovechando la visita de los londinenses, los aficionados locales -grecochipriotas- apoyaron la antigua reivindicación ateniense sobre las obras arqueológicas sustraídas en época el colonialismo inglés. «La Historia no puede robarse. Devolvednos los mármoles», en referencia a la colección de Elgin, piezas originarias del Partenón expuestas desde 1939 en el Museo Británico. La pasada temporada, en la Europa League, los radicales del Apoel dejaron su huella en Bilbao, en forma de trifulcas varias antes y después del partido en San Mamés.
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