La obsesión por la seguridad se palpa a cada paso en Moscú. La Copa del Mundo se convierte cada cuatro años en una prueba de fuego para los cuerpos de seguridad. Más en Rusia, un país bajo la amenaza directa del Estado Islámico, que atentó el pasado mes de abril en el metro de San Petersburgo.
El papel ruso en la guerra de Siria coloca a este país en un escenario de alerta máxima, más con la repetidas amenazas del Daesh con el Mundial como referente. Además, Rusia tiene frentes militares abiertos en sus fronteras con Ucrania y una tensión siempre latente con Georgia.
A esos problemas suma Rusia los de los hooligans que arrasaron a su paso por Francia en la pasada Euro y denuncias de diferentes colectivos por discriminación social.Desde que se aterriza en la capital rusa se nota que la seguridad es una prioridad. El tren rápido que une el aeropuerto de Sheremetyevo con la capital en la estación de Bielorrusia está repleto de avisos de las medidas antiterroristas desplegadas. Y lo que sucede en los vagones es registrado por cámaras. Los accesos a las estaciones de metro están protegidos por arcos de seguridad en las más grandes y agentes en los accesos más pequeños con detectores de metales para revisar mochilas y bolsos. Las cámaras de seguridad están bien a la vista.
La seguridad ye de por sí grande en los accesos a la Plaza Roja y la Kremlin se torna imponente en estos días previos al sorteo del Mundial, que tendrá lugar el viernes en la casa de Vladimir Putin, que tomará la palabra antes de que arranque la composición de los grupos.Hasta el centro de prensa se pasan hasta cinco controles de seguridad, uno de ellos separados por apenas 50 metros.
Es verdad que según se acerca a la sala de prensa se van relajando. Esas medidas se multiplicarán el día del sorteo ante la presencias de las principales autoridades rusas y de los miembros de la FIFA.
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