Lo mejor del día de ayer para los colores amarillo y azul fue sin duda el papel que jugó su afición. Desde por la mañana las camisetas del Cádiz, bufandas y banderas bañaban la tacita de plata en un día en el que solo falló lo que pasó en el terreno de juego.
Cuando se anunció que el autobús del equipo haría su llegada al Ramón de Carranza por la puerta de Fondo Norte a partir de las seis y media de la tarde, los aficionados fueron agolpándose poco a poco en esa zona. Una hora antes de que los jugadores realizaran el trayecto desde el hotel donde se hallaban concentrados, los cientos de cadistas fueron convirtiéndose muy pronto en miles y luego en varios miles. La espera se amenizó con los cánticos que suelen ser habituales en las gradas pero que en esos momentos podían escucharse desde plena calle.
Estos arreciaron cuando desde la avenida principal de la ciudad, escoltado por miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, aparecía el vehículo que transportaba a los futbolistas y al cuerpo técnico. Un recibimiento memorable fue el que le dedicaron. Ánimos que de poco sirvieron para el devenir del partido.
Una vez el equipo se introdujo en el estadio comenzó el goteo constante de personas que empezaban a ocupar sus asientos en las gradas. Y de nuevo el cadismo hizo explotar sus emociones cuando el Cádiz saltó al terreno de juego. Miles de rollos de papel, varios cientos de bolsas de papelillos bajaron desde esos asientos hasta el césped haciendo desaparecer por momentos su color verde.
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