La tragedia volvió a rondar al fútbol argentino el pasado fin de semana. El Monumental asistió a escenas que vuelven a demostrar que el deporte y en especial el fútbol ha escapado al control de los gobernantes. Los equipos, algunos de los más importantes de una Liga en decadencia como es la argentina, han pasado a estar controlados por las 'Barras Bravas', grupo ultras que, con la anuencia de los dirigentes, se han convertido en los verdaderos responsables de todo lo que sucede alrededor de un partido. Manejan todo y es que el negocio mueve cifras que van entre dos y tres millones de euros por partido del calado de un River-Boca.
El ejemplo se vivió el domingo pasado cuando en uno de los fondos del estadio River, en la tribuna Belgrano concretamente, pretendieron entrar 7.000 personas, el doble de las que señala el aforo. En este caso eran seguidores de Boca que 'vendieron' entradas muy por encima del cupo asignado y ante la imposibilidad de que todos pudieran entrar en la cancha, la emprendieron con los empleados de seguridad de River. Mientras, la policía se dedicaba a otros menesteres. De los 1.500 que estaban asignados para el derbi entre los dos equipos más representantivos de Buenos Aires, apenas un centenar estaban en el estadio, tal y como reconocen los miembros de la empresa de seguridad de River al diario Clarín.
La manera de funcionar es muy sencilla. Los dirigentes de las barras priman a los jefes de los policías para que permitan las ausencias de muchos efectivos que son los primeros a los que no les importa no cumplir con su deber por lo peligroso que se ha convertido acudir a un partido de fútbol en Argentina. Es más, en el caso del partido del domingo, en la zona de los radicales de Boca cuentan que tan sólo se encontraban dos policías. La consecuencia fue dar palizas a todos aquellos miembros de la seguridad privada que se acercaban, con seis de ellos todavía hospitalizados. Buscan el caos, el desorden para imponer su ley, la del más fuerte.
Los dirigentes de las 'Barras Bravas' son los que manejan el aforo de los estadios y en muchas ocasiones no tienen inconveniente alguno en vender, tal y como sucedió el domingo, entradas sin control, falsificadas, de otros partidos... todo vale con tal de aumentar la caja. Los números señalan que alrededor de este tipo de partidos, los seguidores de los grupos radicales pueden embolsarse entre dos y tres millones de euros. Controlan el tema de venta de las entradas, a los aficionados que entran y salen de los estadios, además de todos los puestos de venta de camisetas y comida que están situados alrededor de los estadios. Y lo peor es que la policía mira hacia otro lado. Gustavo Macri, alcalde de Buenos Aires y expresidente e Boca, sabe cómo funciona el negocio pero su solución es convivir con ellos sin poner ningún freno a la barbarie que reina jornada tras jornada.
La relación entre clubes y radicales no es nueva. Arrancó en los setenta, pero ahora el control es absoluto. 'Los Borrachos del Tablón' de River o 'La Barra de Cocusa' de Boca fueron el germen del negocio de extorsión y violencia en lo que se ha convertido la relación entre las 'Barras Bravas' y los equipos argentinos. Es más, nunca se han ocultado los acuerdos que alcanzan con los equipos, jugadores e incluso algunos técnicos. Todos saben que el poder está en los radicales y que no hay otra manera para sobrevivir que sumarse a ellos y a su manera de actuar.
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