Después de 17 meses se volvió a jugar este domingo el superclásico del fútbol argentino, River Plate-Boca Juniors, después de la bajada de los millonarios a Segunda, pero la fiesta de un vibrante 2-2 ha quedado empañada otra vez por la violencia de las barras bravas. Siete guardias de seguridad privada que custodiaban la tribuna del estadio Monumental, del River, en la que se apostaban los fanáticos del Boca fueron heridos, dos de ellos de gravedad, y acabaron todos ingresados en un hospital de Buenos Aires. Así lo informaron dirigentes del River, que desmintieron las versiones de que los dos guardias habían sido asesinados. Otros 18 hinchas también acabaron en el hospital después de la misma pelea.
Los agentes heridos pertenecían a la empresa Tech y habían sido contratados por el club anfitrión para controlar la seguridad del estadio, más allá de la actuación de la Policía Federal. Fuentes periodísticas señalaban que los dos guardias gravemente heridos habían sido arrojados por los ultras del Boca por las escaleras de acceso a la tribuna.
El máximo derby del fútbol argentino volvía a jugarse y había una gran expectativa de los aficionados de este país, cualquier fuese su club. Se preveía que los 4.500 boquenses que iban a asistir al Monumental entonarían cantos mofándose del descenso del River al Nacional B (Segunda) en junio de 2011. “¡Vos sos de la B!”, fue el grito de los xeneixes, después del rápido regreso de sus rivales a Primera en junio pasado. David Trezeguet, de 35 años, había vuelto el viernes pasado de un viaje por motivos personales a Francia, donde vive su familia, para defender los colores de River, el club de sus amores, por el que regresó a Argentina a principios de 2012, para rescatarlo del abismo.
De camino al Monumental, la barra brava del Boca, que llegó, como es costumbre, custodiada por la Policía, se enfrentó con otros hinchas violentos del River en el barrio de Palermo, vecino al de Núñez, donde se encuentra el estadio. Las fuerzas de seguridad intervinieron entonces con gases lacrimógenos y acabaron con la reyerta.
Después comenzó el partido con un tempranero gol de Leonardo Ponzio para el River. El excentrocampista del Zaragoza arrojó un tiro libre en el primer minuto de juego y lo que parecía un centro sorpresivamente acabó en la red. En el segundo tiempo, el uruguayo Rodrigo Mora, de destacada actuación, convirtió el segundo tanto del equipo de Trezeguet. Las tribunales del River eran una fiesta, pero en ese momento comenzaron los desmanes en la del Boca. Cuatro minutos después otro uruguayo, Santiago Silva, descontó con un penalti. Y en el tiempo adicional acabó empatando Walter Erviti. Los xeneixes no lo merecían, pero habían convertido los goles justos y necesarios. Era un empate, pero sus hinchas lo festejaban como un triunfo, allí, en el Monumental. Pero detrás de esa algarabía, y más allá de la desazón de los riverplatenses por el resultado, la violencia volvió a ser noticia. Unas 268 personas han perdido la vida en el historia del fútbol argentino. Ojalá que esa lista no se amplíe.
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