Miércoles 14 de mayo: Sevilla y Benfica se enfrentan en la gran final de la Liga Europa. El partido que decidirá al campeón de la segunda competición de clubes más importante de Europa se disputa en el Juventus Stadium, un estadio con capacidad para 40.000 espectadores. Todas las entradas están vendidas, pero, curiosamente, cuando el colegiado decreta el comienzo del partido hay más de 8.000 asientos vacíos en la grada. Después de esta situación, el miedo a que no haya un lleno en la final de la Champions es evidente, pero ¿de qué depende? Fácil y sencillo: de los dueños de las entradas.
El Estadio da Luz de Lisboa, en el que se jugará la gran final de la Liga de Campeones entre Real Madrid y Atlético, dispone de 65.000 localidades. La UEFA, desde hace más de un año, era conocedora de dónde se jugaría la final. Por ello, como se hace de manera habitual, contó con un cupo de entradas para sus compromisos, más dos paquetes que se reparten entre los finalistas. El resto de entradas se pusieron a la venta entre el 10 y el 21 de marzo, cuando no se habían jugado los cuartos de final de la competición, por lo que la compra fue masiva por parte de las aficiones de los 8 candidatos.
Una vez definida la final, la situación quedó así: 34.000 entradas a repartir entre Real Madrid y Atlético, más 31.000 para UEFA. Madridistas y rojiblancos vendieron sus entradas entre sus socios –unos por sorteo, otros por antigüedad–, por lo que es de suponer que todos ellos estarán en Lisboa. Pero el problema viene con las restantes: quitando el montante de UEFA para sus patrocinadores, el resto fueron vendidas en un momento en el que se desconocían los finalistas, por lo que muchos espectadores que hayan comprado entrada podrían decidirse por no viajar a la final.
Por ejemplo, aficionados del Chelsea o del Bayern de Múnich que se hubieran hecho con un ticket para poder ver el partido que decidirá el título podrían no acudir al estadio al ver que sus equipos no lograron el pase a la final. Esa situación provoca que la 'picaresca' se desate y que muchos aficionados opten por sacar esas entradas en reventa, en busca de unos ingresos extras. Pero el problema viene porque la UEFA tiene unos controles muy exhaustivos al acceder al estadio, lo que puede provocar que, a pesar de conseguir entrada, no se pueda acceder al estadio. Pero ¿por qué?
Pues exactamente por lo que pasó en Turín. Italia es uno de los países con el control al acceso a los estadios más férreos de Europa. Para evitar posibles problemas en el interior de un estadio, el país transalpino instauró hace ya varios años un sistema que obligaba a que las entradas para los eventos deportivos fueran nominales. O lo que es lo mismo, para poder acceder a un campo de fútbol es necesario dar tus datos a la hora de comprar el ticket y, una vez en el estadio, presentar tu DNI. Por tanto, si la entrada no se corresponde con el espectador, el acceso será denegado.
Una seguidora del Manchester United pide entradas para la finalUna seguidora del Manchester United pide entradas para la final
Los aficionados se 'desviven' por una entrada
A pesar de ello, los esfuerzos de los aficionados por hacerse con una entrada para la final han sido de diversa índole. Desde ofrecer sexo, coches o incluso un alojamiento gratuito en Cascais en busca de tener la posibilidad de ver la gran final en directo. Los precios se han disparado de manera desorbitada en los últimos días e incluso se están pagando más de 4.000 euros por una simple entrada. La fiebre por poder estar en el estadio Da Luz está siendo única, como hacía mucho tiempo no se veía en un gran partido de la Liga de Campeones. Todo el papel está vendido para Lisboa.
Aunque la locura por ver la final es un hecho, no es descartable que haya huecos en la grada a la hora de la final. Entre los aficionados que posean entradas y no acudan al recinto, y aquellos otros compromisos de los clubes y la UEFA que hagan lo propio, seguro que quedarán libres algunas butacas en Lisboa. El problema de base radica en las fechas de la venta de las entradas: si se pusieran a la venta una vez se conocieran los finalistas, no habría problemas en abarrotar el feudo. Ahora, todo queda en las manos de los aficionados de los clubes no finalistas para comprobar si habrá o no lleno.
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