Tuvo el Chelsea una falta desde la frontal para completar su remontada y lograr la victoria, pero prefirió llevar el balón hasta el córner y matar allí el encuentro (2-2). El partido con el Tottenham se había convertido en una carnicería, especialmente por la frustración convertida en agresividad de los visitantes. Los de Pochettino habían dejado escapar un 0-2 que hubiera mantenido la lucha por la Premier League viva de cara a las dos últimas jornadas. Y el Chelsea no se recataba en mostrar que su gran objetivo, el único que le quedaba en esta aciaga campaña, era fastidiar a su vecino londinense. Nadie en Inglaterra, salvo los aficionados de los Spurs, ha ocultado durante las últimas semanas su deseo de que el Leicester ganase el título. Las gradas de Stamford Bridge se habían llenado ayer de carteles mostrando apoyo a Claudio Ranieri, el técnico de los Foxes, con pasado "blue". El pitido final desató la historia en Leicester, pero en general en todo el país. Se completa así, sin necesidad de mayores dramas, el que muchos consideran el mayor milagro en la historia del fútbol.
Quizás al Leicester le hubiera gustado culminar la hazaña en el próximo encuentro, en su casa, ante el Everton. No importa. La plantilla se reunió en casa de una de las figuras, Vardy,a ver el partido. Mientras, Claudio Ranieiri volaba desde Italia, a donde había ido a visitar a su madre. Ni el final en diferido, con un aliado como el Chelsea, empaña la épica.
Una plantilla extremadamente ajustada a un presupuesto limitado, el ingenio y la experiencia de un técnico al borde de la jubilación y la visión de un forofo asiático, multimillonario, han agitado en esta última temporada el mundo del fútbol y toda la teoría en la que se amparan los grandes clubes.
La conquista de la Premier por el Leicester ha devuelto el romanticismo y la magia al deporte. Más aún en una especialidad tan profesionalizada y tan sometida como el fútbol.
Una casualidad, un cese inesperado, el del técnico Nigel Pearson en el verano pasado, en plena pretemporada, rescataron del olvido a Rainieri. El preparador romano, que se dejó ver previamente a las órdenes de la selección de Grecia, en la que permaneció, sin éxito, durante cuatro meses, acumulaba un año en el paro.
Poca perspectiva advertía el futuro de Rainieri, con experiencia en Italia, España, Francia, Inglaterra y Grecia y un palmarés aseado: una Copa y una Supercopa con el Fiorentina y una Copa del Rey española, con el Valencia, con el que también consiguió una Supercopa europea. Nada que ver con el trofeo de la Premier que va a sostener en sus manos. Con un equipo sin estrellas. Sin gastos llamativos. Sin fichajes de relumbrón. Con el único objetivo inicial de asentarse en la máxima categoría del fútbol inglés y alejarse de los agobios padecidos una temporada antes, cuando estuvo al borde del descenso.
Sin esa presión inicial y un recorrido ilimitado echó a andar el Leicester, cuyo historial contemplaba solo, hasta ahora, 3 títulos de Copa de la Liga. Entre Rainieri y el propietario Vichai Srivaddhanaprabha fueron componiendo un plantel de bajo coste. Futbolistas sin repercusión, sin renombre, sin currículo en la Premier, pero perfectos para encajar en el proyecto de su técnico.
El precio total de la plantilla del Leicester no alcanza los 55 millones de euros. Los responsables de la entidad hicieron piruetas contables en su día para apañar un plantel que, inicialmente, fuera capaz de sostenerse en la Premier. Ahora, gran parte de sus futbolistas han multiplicado su valor.
Sin primas por el título
El título obtenido por esta plantilla ha pillado con el pie cambiado tanto a sus dirigentes como a los jugadores, que no acordaron premio alguno por la posibilidad, entonces utópica, de ganarla Premier. Así, en la reunión por las primas, el capitán Wes Morgan acordó que el plantel se repartiría 8,3 millones de euros si lograban un puesto entre los doce primeros de la clasificación. Sin más.
Claudio Ranieri, sin embargo, tendrá una prima de 6,4 millones de euros por el trofeo de campeón. "The Times" desveló que el compromiso del preparador italiano fijaba 128.000 euros por cada posición que ganaba en la tabla más 5 millones de libras si conquistaba el campeonato.
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