Este jueves, un eufórico Chiqui Tapia, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, convocó a la prensa para dar buenas nuevas: el ejercicio económico dio resultados positivos tras poco más de un trimestre de presidencia y muchos años de pesada herencia. En sintonía con el panorama, la selección de Sampaoli se metió, aunque en forma agónica, en el Mundial de Rusia 2018, gracias a los tres goles que Lionel Messi convirtió en Ecuador. Sin embargo, el frutero todavía está contaminado por una vieja pudredumbre, la de los barras bravas, que ni siquiera le temen a otra vieja guardia de Argentina: el sindicalismo.
El entrenador de Independiente, Ariel Holan, recibió el jueves la tercera amenaza desde que tomó las riendas de un abatido equipo, en diciembre pasado, para convertirlo en una pujante escuadra que pelea al mismo tiempo Liga y Copa Sudamericana. Pero los resultados deportivos no son importantes para los bravucones de siempre que, más allá de los colores, tejen sus negocios en las tribunas de los estadios.
Esta vez, otra escena es de terror: tras la práctica habitual del primer equipo, el coche del entrenador fue interceptado por una moto en la autopista. Uno de los barras se metió en el auto de Holan y en forma violenta le exigió 50.000 dólares para costear un viaje a Paraguay para el martes próximo, cuando Independiente enfrente a Nacional de ese país por los cuartos de final de la Sudamericana. Según se informó, el entrenador se negó y los barras decidieron seguirlo hasta un restaurante, en una escena propia de una película. Las versiones indican que los violentos ingresaron al lugar para continuar con el apriete, pero Holan logró perderlos.
Es la tercera vez en menos de un año que la barra de Independiente le exige dinero al entrenador. La primera fue durante el verano, en plena pretemporada en la ciudad de Mar del Plata, y la segunda en un viaje a Perú. En forma extraña, ni Holan ni el presidente del club, el poderoso sindicalista Hugo Moyano, decidieron hacer la denuncia, que corrió por cuenta de la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte de la provincia de Buenos Aires (APreViDe). Fue su secretario ejecutivo, Juan Manuel Lugones, quien se presentó en los Tribunales.
“Hacemos todo lo que hay que hacer para proteger a la gente y a los actores del espectáculo, ya sea en la calle, la cancha o en un entrenamiento. Estos barras son delincuentes y tienen que estar presos, no hay otro lugar para ellos. Esperemos que la Justicia pueda actuar en consecuencia”, manifestó Lugones en un comunicado emitido por la agencia que dirige. El funcionario fue asistido por el ministro de Seguridad de la provincia, Cristian Ritondo
La barra brava de Independiente, como la de su acérrimo rival, Racing Club, y muchas otras en el fútbol argentino, está dividida. De un lado está César Loquillo Rodríguez, quien en abril del año pasado fue apresado en la provincia de Santa Fe por un crimen cometido en la localidad bonaerense de Quilmes, en el que resultaron muertos un exbarra de Quilmes y su pequeña hija de tres años.
“Danos plata porque nosotros te bancamos”, le dijeron los delincuentes a Holan cuando lo interceptaron en la autopista. Los violentos pertenecen al otro bando, el de Cristian Bebote Alvarez, de profuso prontuario en la justicia, con la entrada prohibida al estadio y los entrenamientos y principal responsable de la renuncia del expresidente del club, Javier Cantero, el único dirigente que en los últimos años planteó un combate desigual con estos grupos organizados. La preocupación de las agencias de seguridad ahora es lo que pueda ocurrir la próxima semana, cuando Racing e Independiente viajen a Paraguay a cumplir con sus respectivos compromisos de copa y se escriba, tal vez, un nuevo capítulo de esta amarga e interminable historia.
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