El enorme despliegue policial en los alrededores y en el acceso al estadio, con multitud de furgones, agentes a caballo e incluso un helicóptero, no impidió que los aficionados más radicales del Sevilla lograran introducir en el estadio una bengala, que lanzaron al césped nada más arrancar la segunda parte obligando a detener el partido durante algunos segundos.
El lanzamiento, acompañado por unos cánticos en contra de la UEFA, fue la respuesta a la decisión del máximo organismo de prohibir que se mostrara en la previa del partido un enorme tifo, al considerarlo ofensivo con su rival, en este caso el Betis. En él se hacía alusión a los dos últimos resultados en las visitas béticas al Pizjuán, con la imagen de una mano. El resto del estadio no tardó en reaccionar y, al grito de 'fuera, fuera', mostró su desacuerdo.
Este fue el único borrón de una noche de fútbol excepcional, con un ambiente inigualable que dejó claro por qué el derbi sevillano es uno de los encuentros más pasionales y emocionantes del mundo. O, como dijo Tebas, uno de los 20 mejores partidos que se pueden vivir cada año.
El Sevilla había citado a los suyos en la conocida como Colina de Nervión, para acompañar al equipo hacia el estadio. Cientos de aficionados, con más bengalas y cohetes, corearon todo su repertorio abarrotando la Avenida de San Francisco Javier en una imagen que se repite en las grandes noches sevillistas.
Encuentro al aparcar
Curiosamente, cuando apenas habían transcurrido dos minutos de la llegada de los nervionenses al Pizjuán, el autobús del Betis aparcó justo detrás del suyo, dando lugar a una curiosa imagen. La bronca para los verdiblancos fue monumental, aunque no estuvieron solos, ya que 1.440 béticos se trasladaron hasta el Sánchez Pizjuán.
Antes de que se abrieran las puertas del estadio nervionense se pudieron ver algunas imágenes curiosas sobre el césped. Jugadores béticos y sevillistas se mezclaron por momentos y formaron varios grupos en los que, probablemente, comentaron todo lo que estaba rodeando a este histórico partido.
Entre ellos destacaban el formado por Gameiro, Perquis y N’Diaye, todos ellos procedentes de Francia, o el de Amaya, Jordi y Coke, todos ex jugadores del Rayo Vallecano.
Ya con el balón en juego, la batalla dialéctica entre las dos aficiones fue impresionante. Los puntos más algidos llegaron, cómo no, tras los goles béticos. El portugués Diogo, que salió en la segunda mitad, se llevó la bronca del respetable por su indecisión en varias acciones. Y Vadillo, que se encaró con el capitán sevillista Rakitic en los minutos finales, también fue muy criticado por la grada.
Enfado de Rubén Castro
Aunque el principal objetivo de insultos e improperios fue el delantero canario Rubén Castro. No marcó, pero la afición sevillista la tomó con él. Cuando fue sustituido por Gabriel Humberto Calderón, se le pudo ver muy enfadado por lo ocurrido y no haber seguido en el campo.
La imagen más curiosa y en parte divertida de la noche llegó a pocos minutos del final. Adán chocó con un jugador del Sevilla en un salto y pidió la entrada de las asistencias. Parecía, claramente, que estaba perdiendo el tiempo. Y cuando el carrito que transporta a los lesionados entró al césped, Fernando Navarro salió corriendo hasta que se hizo con el control, girando el volante y obligándolo a abandonar el campo para que no se perdiera ni un minuto más.
Detalles para el recuerdo de un derbi histórico. Y queda el partido de vuelta.
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