Rodrigo De Paul se adorna en una jugada. El partido lleva veinte minutos y el argentino demuestra en todos ellos que tenía algo dentro que necesitaba sacar, como las decenas de miles de personas que llenaban anoche las butacas en Mestalla. Por eso todos juntos, en la grada y el césped, estallaron en una catarsis colectiva. El deporte no es otra cosa que una sucesión de estados de ánimo. Algo que cuando se visualiza el latir de una grada se siente en cada segundo. El corazón de Mestalla llevaba demasiadas semanas aletargado, pinzado por una corriente de mal humor que corría como un veneno asiento por asiento. El «Nuno vete ya» más que un soniquete con rima facilona era una declaración de intenciones. Era un vete ya porque necesitamos que la sangre vuelva a circular. Algo que pensaban desde De Paul hasta el socio de la última fila del Gol Gran Alto, los grandes olvidados en las noches de frío cuando el exentrenador vivía en un mundo paralelo que necesitaba recordarlo en voz alta en cada rueda de prensa.
El corazón de Mestalla volvió a bombear. Cuando eso pasa todo parece diferente, como si un filtro de Instagram se expandiera por cada rincón del templo de la Avenida de Suecia. Con muchos colores.
Nadie nace enseñado, esos pequeños detalles son los que tienen que ir conociendo poco a poco la gente de Meriton. Consejeros como Chie Foo Chiang tomaron nota. Los sentimientos no se reflejan en los balances, y es complicado que ese nuevo latir del corazón de Mestalla se sintiera en la legión de invitados de la nueva propiedad que poblaron las sillas de la zona noble del estadio. No es peyorativo, sino explicativo. Si se acaba cumpliendo el ‘a long time’ que siempre recuerda la presidenta Layhoon Chan, seguro que lo acabarán comprendiendo. Sure.
La persona más buscada ayer por todas las cámaras, Peter Lim, no apareció finalmente por el estadio, aunque Gary Neville redirigió nada más aparecer por el palco de Meriton todos los objetivos. El nuevo entrenador del Valencia seguro que sí sintió la diferencia de latidos del corazón del estadio. Él pisó el pasto como jugador de primer nivel, apeló a la grada en su primer discurso y la afición respondió. Ecuación cuadrada.
La Curva Nord había realizado un llamamiento para que la afición acudiera dos horas antes del partido a recibir al equipo. La gente respondió, Mestalla nunca falla. La Avenida de Suecia volvía a respirar el ambiente de las grandes ocasiones. O más bien, de la ilusión. Por las calles colindantes se palpaba la misma sensación que en el arranque de la pasada temporada. El murmullo, llamó la atención incluso de Gary Neville, que presenció desde uno de los anillos ese ambiente previo. como los aficionados.
A las siete menos cuarto llegó el autobús, encabezado por Voro. «¡Valencia, Valencia!», cantaban los seguidores a la vez que ondeaban sus banderas. En volandas llegaba el equipo. Se esperaba que el Barcelona entrara a Mestalla con un ambiente mucho más hostil, sin embargo se quedaron con las ganas de ‘apretar’ a los de Luis Enrique ya que entraron por la puerta trasera.
La política siempre se ha querido mezclar con el fútbol, en Barcelona saben de lo que hablamos, algo que acaba creando círculos viciosos que todo el entorno debe contribuir a no caldear. Prensa incluida. El ingenio sí que tiene cabida. «Hacienda somos todos, Messi paga ya», coreó todo Mestalla. El ambiente festivo acabó enrarecido por los desplantes de Suárez. Al final, el karma. El gol de Santi Mina. La explosión. Un sentimiento ensombrecido por el desplome de un seguidor en el Gol Gran bajo. Luis Cervera subió a la grada para interesarse por su salud. Tras una hora donde se le practicaron varios masajes de recuperación fue evacuado al hospital en estado crítico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario