Los feos ruidos de Cataluña llegaron también hasta el Bernabéu. Era difícil que no fuera así, en el día más convulso de la política nacional desde el 11M. Nada tuvo que ver el Real Madrid en la respuesta de sus aficionados y socios, la gente, que tanto derecho tiene a expresarse en La Castellana como en La Diagonal. El club, ya el día anterior, garantizó que nada tenía previsto lucir, ni en la grada ni en el césped, ni banderas ni pancartas. Que lo suyo es jugar al fútbol y mantenerse como una entidad transversal y, sobre todo, universal. Por eso nunca ha necesitado llevar los colores de España en la camiseta.
No le hace falta al equipo blanco, icono de la capital y del país. En su intento de alejarse completamente de la escandalera catalana, Florentino Pérez obvió el tema en el largo discurso que ofreció en la apertura de la Asamblea anual, el domingo por la mañana en los pabellones de Ifema, donde repasó el exitoso 2017, con cuatro títulos conquistados, y presentó las cuentas récord del club.
El presidente dio cuenta del guion sin mencionar el tema de la jornada, en un buscado intento de dejar al Madrid fuera del fango político, donde sí entró con todo el Barcelona. Sólo algún socio, en su turno de palabra, hizo un guiño lanzando mensajes de apoyo a los madridistas de Cataluña. A esas horas, Florentino y sus directivos seguían con asombro desde la Asamblea los sucesos del Camp Nou, los rumores primero y las noticias después sobre la posible suspensión del partido contra Las Palmas.
Ni se lo creían en un principio, hasta que el asunto fue tomando cuerpo. Pronto pensaron en el Espanyol, el rival barcelonés que recibían por la noche en el Bernabéu, muy señalado en las últimas fechas por el movimiento independentista, tras no haberse adherido públicamente, como sí hizo el Barça, al referéndum ilegal en Cataluña. A mediodía, en la comida oficial, los responsables del club perico aseguraron que no habían recibido presiones para no presentarse al partido. Otro paso más para que la cita nocturna en el Benabéu se desarrollara con toda la normalidad posible.
Así fue, más allá de la presencia más numerosa de lo habitual de banderas nacionales en las gradas. Muchos seguidores blancos se presentaron con ella. «Es el día de apoyar la unidad de España», decían Javier y Rafa, los dos con la rojigualda a la espalda a modo de capa. Enseñas rojas y amarillas con el toro, con el escudo constitucional, con el del Real Madrid... Quien no la traía de casa, pudo recoger alguna de las 25.000 cartulinas que unos aficionados de Almería repartieron por las calles cercanas al estadio.
Por una cara lucía la bandera y por la otra la propuesta de levantarla en el minuto 12. «Nosotros somos el jugador número 12 y todos somos España», se leía, junto al nombre de los dos impulsores, Carlos Moriana e Ibán Martos. Y en el minuto 12, las tribunas se tiñeron de rojo y amarillo. Centenares de banderas repartidas por todo el campo, no sólo en el fondo sur, donde se coloca el sector de animación del club, que siempre tiene indicaciones específicas de no mostrar ningún tipo de mensaje con carga política. Los Ultras Sur fueron expulsados hace tiempo. El Que viva España, más con tono festivo que solemne, sonó con fuerza en el primer minuto y tras la manifestación del 12, sólo fútbol, por suerte.
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