Cuando llegó la hora, el hombre agarró su teléfono, se sentó en el sofá del hotel y marcó un número. “¿Sí? Hola, estoy llamando de parte de Fare”, dijo y se refería al nombre de una organización con sede en Londres que combate la discriminación en el fútbol mundial. “Solo quiero informar que seré el observador en el partido que se jugará en Belgrado esta noche. Ya hicimos nuestra investigación. Por supuesto, sabemos que es un partido de alto riesgo”.
El juego —que empezó unas pocas horas después— era de la Liga Europa y se enfrentaron el equipo serbio Partizán de Belgrado contra el Skenderbeu de Albania. La persona al otro lado de la línea telefónica era un delegado de la UEFA asignado para supervisar los procedimientos en el estadio.
¿Y los riesgos? Eran abundantes por el probable despliegue de racismo, extremismo político y homofobia que hay en muchos partidos. Dos semanas antes, los mismos equipos se enfrentaron en Albania, donde un observador reportó cánticos grabados que decían cosas como “Los serbios deben ser asesinados, destruidos, masacrados”. Posteriormente, cuando la UEFA multó al club albanés con 70.000 dólares, citó un informe en el que se documentaban “comportamientos racistas” y “cánticos ilícitos” de parte de los aficionados del Skenderbeu.
La semana pasada, unas horas antes de que se jugara la vuelta en Serbia, el hombre de Fare se preparó para dirigirse al estadio del Partizán. Esa noche iba a trabajar como observador anónimo, una de las personas capacitadas por Fare para reportar desde banderas y pancartas hasta cánticos y consignas que puedan ameritar castigos por violar el código disciplinario de la UEFA.
Desde 2013, Fare ha monitoreado, con la venia de la UEFA, cientos de partidos europeos cada año, enviando discretamente a sus supervisores tanto a los partidos entre clubes como entre selecciones donde puedan ocurrir incidentes.
El trabajo de Fare ha sido más significativo e influyente en los últimos años, pues los llamados a eliminar todas las formas de discriminación en los estadios de fútbol se han vuelto cada vez más enérgicos y urgentes. El próximo verano, los observadores anónimos de Fare estarán presentes por primera vez en las gradas de todos los partidos del Mundial en Rusia.
En la actualidad, esta organización tiene aproximadamente 240 observadores voluntarios a nivel mundial. Ese día también estaban en las gradas de otros cinco encuentros de la Liga Europa: en Croacia, República Checa, Italia, Rumania y Rusia. Sin embargo, el partido de Serbia era el más delicado para los miembros de Fare.
“Nunca sabes qué prepararon para el juego”, afirmó el observador refiriéndose a los aficionados, mientras empacaba una poderosa cámara capaz de tomar fotos y grabar videos incluso desde los lugares más lejanos del estadio.
El fútbol en los Balcanes está intrínsecamente ligado a la identidad nacional y las tensiones persisten entre varios países: son el legado de la brutal guerra étnica que padeció la región durante la década de 1990.
El observador del jueves estaba monitoreando su vigésimo primer partido. La llamada al delegado de la UEFA fue la señal de inicio de su noche; después del juego iba a presentar un informe completo en la sede de Fare. Era un estudiante de posgrado de unos 25 años, vestido con unos pantalones y una chaqueta: seguía las órdenes de Fare de confundirse entre la gente.
“Solo intenta actuar normal”, explicó. “No somos la CIA”.
Sin embargo, los observadores deben estar atentos. Los aficionados de algunos países, molestos porque sus clubes son sancionados, han intentado encontrar y acosar a los observadores de Fare en los partidos. Hace un par de años, en Polonia, uno de ellos tuvo que llamar a la policía, ya que los aficionados lo identificaron y se acercaron de manera amenazadora después de un partido.
Por lo tanto, antes del partido del jueves, el observador se movió de forma cautelosa a través de la multitud en las afueras del estadio, para ver los primeros signos de alboroto. No obstante, las cosas permanecieron en calma.
La situación también se atenuó de forma inesperada dentro del estadio. Es probable que la atmósfera se debiera a las medidas que había tomado la ciudad con el fin de aumentar la seguridad en el partido. Entre el intenso escrutinio de la UEFA, el equipo local también le había implorado a sus aficionados que se comportaran.
Además, los clubes habían accedido a no permitir que los aficionados del equipo rival viajaran a sus estadios. Por supuesto que la tribuna sur —donde se encuentran los aficionados más fervientes del Partizán, conocidos como Grobari, o los Sepultureros— estaba llena y alborotada.
Era evidente que monitorear un juego demanda un toque sutil y una actitud histriónica: a lo largo de la noche, el observador hizo demostraciones simbólicas hacia las acciones en el campo —tomó fotografías del partido y en alguna ocasión aplaudió al equipo local— antes de voltear su mirada de manera subrepticia hacia los ultras.
Al comienzo ubicó una pancarta que decía “South Guard” (Guardia Sur), con la “o” remplazada por una cruz celta, un símbolo que suelen utilizar los neonazis para denotar el concepto de supremacía blanca. Sin embargo, los aficionados del jueves casualmente oscurecieron la cruz con cinta, así que el observador la ignoró a regañadientes.
Este verano, Fare lanzó su Guía global de prácticas discriminatorias en el fútbol, un folleto que en esencia es una enciclopedia de 75 páginas con fotos de insultos racistas y símbolos ofensivos de todo el mundo. Sin embargo, los observadores evalúan de manera constante nuevos materiales.
Por ejemplo, unos minutos antes de que arrancara el encuentro del jueves, los ultras del Partizán mostraron una enorme pancarta gráfica en la que se mostraba a Lazar Hrebeljanovic, un gobernante serbio que fue asesinado en 1389 durante la batalla de Kosovo mientras combatía al ejército invasor del imperio otomano. Al mismo tiempo que la pancarta ondeaba por las gradas, los aficionados cantaron a los cuatro vientos una vieja marcha bélica de Serbia.
Fue el tipo de demostración que refuerza el valor de los observadores, quienes poseen conocimiento de la política, la historia y la cultura local. El observador determinó que, a pesar de que era una demostración evidente para incitar a los albaneses, no cruzaba el umbral de la discriminación.
“Es provocadora pero no la amplifica con un mensaje adicional, y eso basta para no denunciarla”, aseguró Pavel Klymenko, el coordinador del programa de observadores de Fare, en referencia a la pancarta. “Podemos reportar cuál es el significado que pensamos que tienen las cosas que vemos pero, en términos legales estrictos, debemos demostrar cuál era la intención, cuáles eran los motivos y cómo se afectó a las víctimas”.
Durante la temporada 2014-2015, Fare registró incidentes en 47 de los 113 partidos en los que estuvo presente. En la de 2015-2016, hubo 20 incidentes registrados en 188 encuentros y, en la 2016-2017, 25 en 114 juegos, según la organización. Disuadir la demostración de conductas discriminatorias tan solo es el primer paso, reconoce la organización. “Cambiar sus actitudes tomará mucho tiempo, muchísimo más”, afirmó Klymenko.
Los frutos de este principio de disuasión quedaron en evidencia el jueves por la noche. Los ultras del Partizán gritaron la frase “¡Kosovo es Serbia!” en repetidas ocasiones, a tal grado que todo el estadio se involucró en el cántico.
No obstante, esto también se consideró que estaba dentro de los límites de lo aceptable, pues se supone que cae dentro del terreno de la expresión política. Por lo demás, no hubo nada. El Partizán marcó en cada mitad, los minutos se fueron agotando en el reloj y daba la impresión de que el observador estaba ligeramente embobado y un tanto encantado de que no ocurriera ningún incidente.
Con el pitazo final, el público detonó un grito eufórico y los jugadores locales salieron del campo entre cantos y aplausos jubilosos. Minutos más tarde, reaparecieron, medio vestidos, y saludaron mientras los aficionados seguían cantando. Fue un cuadro emotivo y el observador de Fare parecía satisfecho.
“Míralos”, comentó. “Es perfecto. Esto es lo que queremos”. Después de salir del estadio, le envió un mensaje de texto al delegado de la UEFA con el que había hablado en la tarde. “Estimado delegado, no hubo incidentes que reportar”, escribió el observador. “Gracias por su cooperación”.
Luego se alejó para buscar un taxi, no sin antes esquivar a un grupo de policías antidisturbios.
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