Un grupo de aficionados del Manchester United atacó el martes por la noche la casa del vicepresidente del club, Ed Woodward, arrojando bengalas y bombas de humo al grito de"morirás". La ira de los 'red devils' está dando un giro siniestro y el divorcio entre fans y los propietarios, los Glazers, es total. En los dos últimos partidos la grada canta con fuerza contra la directiva y para el partido de este sábado hay llamamientos para vaciar Old Trafford al minuto 58. La protesta puede llegar al clímax.
Para muchos, la familia Glazer ha sido la causa principal de los males del Manchester United. Desde fichajes sin sentido a una mala elección de ejecutivos para encabezar las operaciones de fútbol, personificado en la figura de su representante en Inglaterra y vicepresidente, Ed Woodward. Miles de aficionados se levantaron en el último partido de liga en Old Trafford al cántico de "ponte de pie si odias a los Glazer". El equipo no mejora y las últimas derrotas en Anfield y, sobre todo, contra el Burnley en casa ha despertado a los fans, decididos a forzar la caída de los propietarios.
Beneficios antes que resultados
La situación parece haber llegado a un punto de no retorno. Cambiando de entrenador cuatro veces en los últimos seis años, aún sin director deportivo y con una política de fichajes dispersa, insuficiente e incoherente. A pesar de tener la mayor factura salarial, en la Premier el Manchester United está a 33 puntos del Liverpool y a 17 del City. Solskjaer, su técnico, ya ha perdido más partidos de Liga en casa (12) de los que ha ganado (11).
En sus 15 años al cargo, los Glazer han absorbido cerca de mil millones del club en pagos de deudas, intereses, dividendos y otros costes, dinero que podría haberse invertido en fichajes e infraestructura. En Old Trafford aún resuena el discurso de Woodward ante los inversores, que puede ser su epitafio: "Los resultados deportivos no tienen un impacto significativo en la parte comercial del negocio".
¿Dónde están los fichajes?
Cuando Solskjaer cogió las riendas apuntó que el United necesitaba una renovación profunda y pedía el fichaje de nueve jugadores. Ha firmado tres hasta la fecha. El noruego suplicó en verano incorporar un centrocampista y un delantero. No consiguió ninguno. Doce meses antes, a José Mourinho, su predecesor, se le negó el central que exigía. Ante lo que parece una reacción a la desesperada para calmar los ánimos de los aficionados, el United anunciará en las próximas horas el fichaje de Bruno Fernandes del Sporting de Lisboa.
Pero difícilmente un jugador podrá acabar con las protestas. La decadencia progresiva del United conecta los problemas que sufre la franquicia de fútbol americano Tampa Bay Buccaneers bajo el mismo mandato de los Glazer. Los Bucs han cerrado su peor década de la historia, con 100 derrotas, cinco entrenadores diferentes y sin disputar un solo 'play-off'. La asistencia se desploma y se desespera, un sentimiento perfectamente comprendido por afición roja.
El personal de Old Trafford bromea diciendo que no se puede cambiar una bombilla en el club sin la aprobación de los propietarios. Todo evoluciona lentamente. La comunicación es impredecible. Y la sensación es de improvisación.
Más de uno recuerda que en el 2014 el Manchester United intentó fichar Jürgen Klopp como relevo de David Moyes. Woodward le dijo a Klopp que el Teatro de los Sueños era como una versión adulta de Disneyland, un lugar donde los sueños se hacían realidad. Al alemán no le convenció la propuesta y decidió quedarse en Dortmund. Un año después fichó por el Liverpool.
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