Dijeron que el caso Zozulia marcaría un precedente insoslayable, incluso un antes y un después en el fútbol español. Que tras la suspensión de aquel Rayo-Albacete de Segunda por los cánticos de «puto nazi» al delantero ucraniano veríamos más partidos parados por actitudes intolerantes hacia los futbolistas. Nos dijeron que así sería, que los árbitros españoles ya no iban a pasar ni una.
Pero no era verdad.
Porque ayer, en el transcurso del Espanyol-Athletic disputado en Cornellà-El Prat, Iñaki Williams fue víctima de gritos racistas y el partido siguió como si nada. El árbitro, Sánchez Martínez, uno de los colegiados mejor considerados por la RFEF, el que dirigió la reciente final de la Supercopa, no hizo nada, pese a ser advertido por Iker Muniain, capitán del Athletic. No suspendió el partido, no activó el protocolo para estos casos -que señala como primera media el aviso por megafonía para que cesen los gritos o insultos-, y, lo que es más grave, ni siquiera reflejó en el acta arbitral lo sucedido. Nada de nada.
El episodio racista ocurrió en el minuto 69 del partido. Williams era sustituido por Raúl García y abandonaba el campo por uno de los fondos. Mientras se dirigía al banquillo, tal y como captaron las cámaras de Movistar+, un grupo de aficionados comenzó a imitar el sonido de un mono a su paso. La reacción de Williams, lógicamente enfurecido por lo que acababa de ocurrir, fue llamar «hijos de puta» a quienes trataban de humillarle. Posteriormente, avisó a su capitán Muniain de lo que acababa de ocurrir y éste se lo trasladó al árbitro, que nada hizo. ¿Por qué? Nadie quiso dar mayor explicación que la de carril: que el colegiado tiene la potestad de reflejar en el acta lo que considere conveniente. «He sufrido insultos racistas, que es algo que ningún jugador de raza negra o de cualquier raza quiere escuchar. Es algo que está totalmente fuera de lugar, la gente tiene que venir al estadio a disfrutar y a animar a su equipo. El fútbol es un deporte de amistad y de equipo y no pueden ocurrir este tipo de acontecimientos», denunció tras el partido el futbolista en declaraciones difundidas por el propio Athletic.
En 2016, Williams ya sufrió un episodio de racismo en El Molinón. Aquel Sporting-Athletic se detuvo brevemente y el club asturiano fue castigado con el cierre parcial de una de sus gradas, medida que tras muchos recursos jamás llegó a ser aplicada. En esta ocasión ha ocurrido en el campo del Espanyol, donde hace poco más de un mes, en el derbi barcelonés, también se escucharon graves insultos hacia Piqué por parte de la afición local. Como en el caso de Williams, el árbitro -Del Cerro Grande- hizo caso omiso a las quejas y no reflejó nada en el acta.
RECOPILACIÓN DE IMÁGENES
Tras conocer el episodio de racismo vivido por Williams, LaLiga inició un proceso de recopilación de imágenes y audios para denunciar este hecho ante el Comité de Competición de la RFEF, como también hizo en el caso de los cánticos contra Piqué. El recorrido que puedan tener estas denuncias es incierto, desde el sobreseimiento de la misma hasta el cierre parcial o total del estadio, pasando por una multa económica. Pero eso ya no competerá a LaLiga, sino a los órganos federativos.
El propio Javier Tebas asumió la «responsabilidad» de la entidad que preside y condenó los hechos en su cuenta de Twitter, contribuyendo a una ola de apoyos a Williams y de rechazo al racismo, desde Pedro Sánchez o Pablo Iglesias hasta el Espanyol -que «ya está investigando» el incidente, según plasmó en un comunicado-, pasando por políticos de diferentes ideología, otros clubes de Primera, futbolistas, deportistas de otras disciplinas...
El de Williams fue el segundo episodio desagradable que se vivió en Cornellá. Antes del encuentro, ultras del Espanyol y el Athletic se enzarzaron en una batalla campal en las inmediaciones del estadio que acabó con cinco detenidos y 36 personas identificadas. Un socio del Espanyol fue herido de gravedad, según informó el propio club catalán
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