«¡Chuti vete ya, Chuti vete ya!» «Estamos hasta los huevos, estamos hasta los huevos!» «¡Víctor, vete ya!» Más de quinientos aficionados se agolparon frente al despacho presidencial de El Sardinero en señal de protesta ante la delicada situación que atraviesa el equipo y que tocó fondo el pasado jueves, con la derrota en La Coruña, al ocupar el último puesto de la clasificación. Fue una manifestación pacífica en la que, por un lado, un grupo se mostró más sensible y expresó su malestar a voz en grito y el resto de los presentes apoyó con su presencia el mensaje inequívoco de la afición. Para cuando llegó la hora de congregarse –la convocatoria fue liderada por la Gradona– ya había gente en guardia en los aledaños del estadio. Las peñas se citaron en la sede, en los bajos del campo, y fueron en procesión hasta la concentración frente a la puerta principal. Los cánticos y palabras señalaron directamente a Molina, director deportivo del Racing, de soslayo al director general, Víctor Alonso, y casi de refilón al presidente, Alfredo Pérez, a quien no se le vio ni antes ni durante el partido en su lugar habitual del palco. Sí estuvo como es costumbre, Pedro Ortiz, vicepresidente, que con gesto serio ocupó su butaca en la zona noble.
Las conversaciones en los numerosos corrillos que se formaron eran un calco. «Si es que algo hay que hacer. No se puede seguir así», se escuchaba. La relación de culpas se repartía sin que a nadie le importase quién fuera el que soportase el mayor peso. «Me da igual Chuti que la directiva o el que sea... Si algo no va bien hay que cambiarlo ahora que aún queda algo de tiempo», lamentaba en voz alta un aficionado envuelto en los colores de su peña, gorro, bufanda... Hacía mucho frío. La protesta del mismo modo que fue tomando tamaño se disipó después de cumplir con su cometido. Fue un aviso en toda regla.
Mientras tanto, el resto del escenario pintaba de igual manera que un domingo cualquiera. Con cierto revuelo de coches buscando aparcamiento y con los habituales reencuentros dominicales de amigos que se saludan cada quince días con el Racing como excusa. Entre todos reunieron media entrada en El Sardinero el día en que su equipo trataba de escapar de un farolillo rojo que ha encendido las alarmas y que ilumina la conciencia de más de uno. Ayer sobraban butacas en el palco; entre el frío y los ánimos calientes se encargaron de quitarles las ganas a los que otras tardes con menos tensión no faltaron a su tarde de fútbol.
La grada, alto y claro
Minuto 1. «¡Chuti veta ya, Chuti vete ya!». La Gradona dejó que sonara una descafeinada Fuente de Cacho antes de expresar una vez más sus críticas contra el director deportivo y señalarle como el culpable número uno del triste peregrinar que protagoniza el Racing desde el pasado verano. Durante la primera media hora, el público se limitó a animar, pero en el minuto 34, de repente apareció una pancarta detrás de la portería de Luca: «¡Chuti vete ya!». No hay más que decir. En ocasiones no fue solo la gradona, sino casi todo el estadio.
El autocar de Las Palmas –el que tienen en la península para los desplazamientos– le daba un tono más de partido importante. Alrededor de cincuenta aficionados con camisetas amarillas se ubicaron en la esquina reservada para la afición foránea. No se esperaba a nadie, pero siempre hay valientes que superan cualquier previsión y se plantan en la otra punta del país para animar a su equipo. Esto son cosas que el fútbol consigue.
Sobre el césped, Cristóbal se plantó delante del banquillo y no se movió de allí en los noventa minutos. De no ser porque ya se le conoce, más de uno con el frío que hacía bien podía pensar que el cordobés era un elemento de atrezzo. Un pasito para acá y otro para allá. Su equipo dominaba, pero no era suficiente para que el estadio se volcase. La tarde era más que ambigua; la mezcla entre el enfado, los nervios y la necesidad mantenía al estadio en una especie de estado de alerta que amenazaba con explotar. Y así fue. Moi Delgado, al que menos se le esperaba por allí, con un sutil toque elevó el balón por encima del portero de Las Palmas para adelantar a su equipo por undécima vez en esta Liga. El Sardinero sacó un gritó desde dentro de sus entrañas. Los abrazos llegaron como en misa cuando toca darse la paz. No importaba no conocerse, lo que tocaba era compartir el momento. Moi lloraba... La grada ni con esas:«Chuti vete ya, Chuti vete ya». No se le olvidaba.
Tras el gol, los Campos de Sport enmudecieron. Con tantas heridas sin curar es normal que el miedo se apoderase de los más débiles. A Cristóbal ni así se le veían las manos. Ni para aplaudir. Y en eso fue en lo que se centró la grada después del gol del Racing, en aplaudir porque le costó venirse arriba y eso que el equipo lo necesitaba. Anestesiados por el miedo a perder.
Y al final, como justo castigo a la táctica timorata de la que tantas veces ha echado mano el equipo casi sin que Cristóbal se diera cuenta y que siempre le ha salido mal, otro tanto en el tiempo añadido para dejarse dos puntos por el camino. Y el consiguiente enfado. Ni por probabilidad gana el Racing. Ni tan siquiera por una mera cuestión de que ya le toca. Ni con esas fue capaz el equipo de ganarle a Las Palmas, que sin hacer nada empató el partido. Un zurdazo a la escuadra de Benito le quito la bravura al más atrevido y encorajinado aficionado. Suspiros y más suspiros. Y como todos los finales son el mismo repetido, el de ayer fue el de siempre; la gente salió mordiéndose el labio, moviendo la cabeza de una lado a otro, con la mirada perdida... Lo mismo de cada domingo. Tras el pitido final, hubo momentos de incertidumbre en los que nadie sabía qué hacer. Hubo reconocimiento al esfuerzo de los jugadores, aplausos valientes... Y un grito unánime:«Chuti vete ya; Chuti vete ya». Y ahora la salvación se aleja un punto más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario