Ganar, ganar y ganar… y volver a ganar

Desde varias horas antes del partido los aledaños del Vicente Calderón olían a fútbol, tenían un sabor de partido grande y sobre todo destilaban 'colchonerismo' por los cuatro costados. Miles de personas llegaban por cada uno de los accesos al coliseo rojiblanco, formando una interminable marea humana que dejaba un espectacular colorido.

Las redes sociales y el boca a boca funcionaron y los 55.000 espectadores se conjuraron para llenar el campo una hora antes del arranque del choque. "A las 20h en el Calderón", rezaba el eslogan que circula como la pólvora entre los colchoneros, guiados al templo por el Sumo Pontífice llamado Diego Pablo Simeone, que en los días previos les había conjurado a meter el primer gol desde el saque inicial.

Hermanados antes de la batalla

Antes del partido, reinó el ‘buenrollismo’ entre aficionados, cuyo tema principal de conversación era el Real Madrid, enemigo común, y su sufrido pase a semifinales de Champions. Ahí es donde blaugranas y rojiblancos, donde los de la senyera y la 'azul-amarilla' soñaban con ver a su equipo en esa penúltima cita antes de la gloria. Por cierto, de la camiseta negra, esa con la que el Barça decidió jugar el partido, ni rastro entre los aficionados culés.

Poco importó al aficionado colchonero enterarse minutos antes que su gran ídolo se caía de la convocatoria. De hecho al único Diego Costa que se vio fue a uno de los habituales hombres—disfraz que intentan ganarse el pan con el fútbol. No importaba que el ídolo hubiera caído pues como dice el refrán, a rey muerto, rey puesto, y así fue como una de las mayores ovaciones se las llevó Adrián, al que Cholo había insuflado la moral y el ánimo suficiente como para ser protagonista del primer tramo del choque y llevarse un calurosísimo aplauso al dejar su puesto en el campo a Diego.

Emocionante himno a capela

Y así fue como el ritual de la Champions se puso en marcha, sonó el himno de la competición que apenas se oyó ante el cántico de la grada quien cantó a capela el himno del Atlético. Tras el pitido inicial y acompasado con la intensidad rojiblanca, las decenas de miles de rojiblancos animaron a su equipo en unos espectaculares primeros diez minutos que convirtieron al todopoderoso Barça en un ser diminuto y donde el gol de Koke llevó al climax a la parroquia atlética.

Descanso, hora del bocadillo. Un bocado rápido y un trago largo para seguir a lo mismo. Animar, animar… y volver a animar… y después, volver a animar. De nuevo las 55.000 gargantas rojiblancas se abrieron para llevar a su equipo en volandas hacia algo histórico.

Un 10 a la afición del Barça; un héroe por encima del resto

Minutos finales, sufrimiento eterno, pero siempre bajo una afición que coreaba sin cesar el nombre de su equipo. Y cuando la extenuación parecía quebrar sus voces, el aliento del Cholo desde la banda volvía una y otra vez a provocar el éxtasis en la hinchada.

Tras el pitido final los momentos de tensión se convirtieron en abrazos, la agonía en delirio, el miedo en celebración por el triunfo como hermanos del Atlético al Barça. Fue en ese momento cuando los 3.000 aficionados del Barça aplaudieron a su verdugo sumándose al cántico del himno rojiblanco. Los jugadores devolvieron el apoyo del público saliendo de nuevo al césped mientras un nombre se coreaba por encima del resto. Luis Aragonés, quien ha impregnado los millones de seguidores del Atlético un lema para historia ya que esta vez tocaba ganar, ganar y ganar… y volver a ganar.