Además de las banderas de partidos políticos y sindicatos, en Taksim llama la atención la cantidad de manifestantes que acuden con camisetas y bufandas de sus equipos de fútbol. Los más representados son los tres grandes de Estambul: Galatasaray, de rojo y amarillo, Fenerbahçe, amarillo y azul, y Besiktas, blanquinegros.
«Taksim es territorio del Galata, era impensable ver una camiseta del Fener paseándose por aquí y, sin embargo, ahora estamos todos juntos y no hay problemas por primera vez en la historia», confiesa Gagri Soylu, aficionado del Galatasaray de 22 años, que asegura que la unidad ha llevado incluso a los grupos radicales de cada equipo a «formar una especie de fuerza de choque conjunta para frenar a la Policía».
Estos radicales, que tienen vetada su entrada a los terrenos de juego, no están en Taksim, sino que se concentran en las proximidades del estadio del Besiktas, cuya afición tiene fama de ser una de las más calientes del país. «No somos violentos, nos limitamos a responder en caso de que las fuerzas de seguridad intenten agredirnos», se justifica Onur Pekdemir, seguidor del Besiktas de 26 años, que luce los colores blanquinegros del equipo que disfrutó de la última etapa profesional del madridista Guti.
«Con el fútbol ha pasado como con la política, la represión policial ha sido el detonante que ha llevado a las aficiones a estar unidas por primera vez», opina la activista Esra Sariçayi, seguidora del Galata, que recuerda que en el último derbi con el Fenerbahçe un aficionado de este equipo murió apuñalado.
Lo que ocurre en Taksim es un fenómeno similar al ocurrido en Egipto con aficiones enemigas como las del Al- Ahly, una especie de Real Madrid egipcio, y Zamalek, los dos grandes equipos de El Cairo cuyos grupos ultras se convirtieron también en la primera línea de combate contra las fuerzas del orden en Tahrir.
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