La Liga, sentenciada hace tiempo, ha terminado. El Real Madrid acabó el curso futbolístico ante su afición y si alguien pensó que iba a ser una tarde de fiesta y despedida, se equivocó de principio a fin. Los ingredientes estaban, niños en las gradas, buena temperatura, despedidas... pero el ambiente era de auténtica crispación y enfado. La actitud de Mourinho no ayudó: salió tarde, se escondió en el banquillo y remató el esperpento cuando apareció sobre el césped del Santiago Bernabéu para agradecer su apoyo a Ultra Sur y a los pocos aficionados que quedaban. El de ayer puede que sea el adiós más amargo que le ha dedicado una afición rota y enfrentada.
Hace dos semanas, Florentino anunciaba que Mourinho y el Real Madrid habían llegado a un acuerdo para poner punto final a su vínculo. Crónica de una muerte anunciada. Este sábado el técnico luso se reencontraba con su afición tras el anuncio. La última vez que se vieron fue en la final de Copa y la pitada atronadora que se escuchó en la Castellana cuando sonó el nombre del entrenador dejó claro que iba a ser una tarde de cuchillos largos. Mourinho también dio pistas de no estar por la labor de apaciguar los ánimos: saltó al campo con el partido ya empezado para evitar las fotos y obligó a Pérez Lasa a parar para comenzar de nuevo y los medios gráficos sufrieron las toscas medidas que emplearon los miembros de seguridad del club para desalojar el área técnica. Las cosas se pueden hacer bien o a la manera del portugués.
El fútbol no logró camuflar un ambiente tenso y enrarecido. La victoria no maquilló un estadio roto y enfrentando. En los prolegómenos del partido se retiró una pancarta en la que aparecía un mensaje de apoyo al entrenador portugués: "Mou te queremos". En el descanso volvió a aparecer en la balconada que está situada encima de los ultras y ahí permaneció hasta el final del choque. Precisamente en los últimos compases del encuentro, los aficionados más radicales también quisieron mostrar su favor con otra pancarta: "Mourinho, gracias por luchar contra viento y marea". Y es que Ultras Sur fue el principal foco de aliento hacia el portugués. Durante los 90 minutos del partido corearon el nombre del luso apoyados por discretos aplausos y sonoras pitadas que ahogaban las intenciones de aquellos aficionados afines al que, hasta ayer, era el entrenador del Real Madrid. El Santiago Bernabéu contemplaba a una afición dividida y la tarde, lejos de ser una fiesta en las gradas, se convirtió en una batalla entre unos y otros.
El protagonista de la lucha se escondió en el banquillo y sólo salió en una ocasión para escuchar más nítidamente los pitidos mientras daba instrucciones a sus jugadores. Fue la última vez que la mayor parte del Bernabéu le vio sobre el césped. Al término del partido, los radicales siguieron en sus puestos. Pero no sólo ellos. Alrededor de 10.000 seguidores blancos permanecieron en el estadio al grito de "José Mourinho, José Mourinho" hasta que, quince minutos después y junto a su cuerpo técnico, el entrador salió a despedirse, agradeció su apoyo y se fotografió con los siete ultras que bajaron al césped para entregarle una placa que rezaba: "En homenaje a tu trabajo y como recuerdo de la gente del fondo sur del Santiago Bernabéu que nunca te olvidará. Ultras Sur". Acto seguido, Mourinho salió de un estadio que le ha visto ganar tres títulos, menospreciar a jugadores y esperar la reacción de la afición situándose en el área técnica antes de un partido. Meros ejemplos del espectáculo del portugués.
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