Las protestas que se produjeron est domingo en las inmediaciones del estadio
Maracaná en Río de Janeiro, horas antes de que Italia y México debutaran en la
Copa Confederaciones, se trasladaron después a barrios cercanos donde volvieron
a ser reprimidas por la policía.
En un primer enfrentamiento, los activistas, que querían impedir a los
aficionados llegar al estadio, fueron dispersados por agentes del Batallón de
Choque de la Policía Militarizada, que disparó balas de goma y gas
lacrimógeno.
El tumulto afectó a los aficionados, quienes pasaron momentos de tensión y
temor, y algunos fueron incluso víctimas de los efectos de las bombas.
Más tarde ocurrieron otros dos enfrentamientos de similares características.
En el último de ellos, los manifestantes, huyendo de las balas y las bombas
lacrimógenas, se refugiaron en la Quinta da Boa Vista, usada como parque por los
cariocas, especialmente por familias con niños.
La irrupción de los manifestantes, perseguidos hasta la entrada del lugar a
tiros de balas de goma y bombas por la policía, provocó terror entre el público
y, según testigos, "los niños entraron en pánico".
"Los policías no entraron aquí, pero tiraron bombas y el gas entró", dijo un
testigo, quien integraba un grupo de cerca de 50 personas que festejaban un
aniversario.
Encerrados junto a las familias dentro del parque, los manifestantes llegaron
a un acuerdo con la policía, y se retiraron con las manos en alto y comentando
con ironía a los agentes: "Gracias por dejarnos vivos".
Bajo la consigna "¿Mundial para quién?", los activistas consideran un
despropósito que el país realice millonarias inversiones en los torneos
internacionales, cuando existen problemas graves y urgentes a resolver en
ámbitos como educación, salud, vivienda y seguridad, por lo que realizan
protestas en cada una de las seis ciudades que reciben partidos durante la
Confederaciones.
Otras dos manifestaciones similares ocurrieron el viernes y sábado pasados en
Brasilia, donde ayer tuvo lugar el acto de apertura de la Confederaciones, en el
estadio Mané Garrincha.
Las protestas frente al estadio arrastraron a cerca de un millar de personas
y también fueron duramente reprimidas por la policía. Al igual que hoy en Río,
muchos aficionados sufrieron los efectos de las bombas arrojadas contra los
manifestantes, como náuseas, vómitos y ardor en ojos y garganta.
A raíz de la proliferación de las manifestaciones, la gobernación de Río de
Janeiro reforzó hoy el contingente de efectivos de la Policía Militarizada,
encargada de la seguridad durante el evento, y que cuentan con el apoyo de la
Fuerza Nacional de Seguridad.
El contigente militar dispuesto para la cita en Rio es de 15 mil efectivos de
la policía militarizada, 2 mil 600 agentes de la Policía Civil, y un número no
divulgado de efectivos de la Fuerza Nacional de Seguridad, que depende del
gobierno federal.
La seguridad en la capital fluminense está reforzada además por embarcaciones
de la Marina, que patrullan el litoral carioca, y helicópteros del Ejército y
aeronaves del Centro de Defensa Aeroespacial Brasileño
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