Un amplio dispositivo de seguridad esperaba a la expedición cordobesista en los aledaños del estadio. Los agentes pedían a los cordobesistas, con más o menos modales, que no se saltaran el cordón policial. "Los del Granada están por allí y no vamos a dejar que se junten las dos aficiones", decía un policía. Algunos se jactaban de ello. Pronto se comprendía que la policía estaba escoltando a la expedición cordobesista.
Un grupo de radicales del Granada se acercaron al fondo norte. Es cierto que venían provocando. No es menos cierto que unos cuantos ultras cordobesistas los estaban esperando. Pronto volaron botellas sobre la terraza donde los padres de familia disfrutaban de la cerveza. Se produjo una estampida. Una bengala cayó a los pies de la afición blanquiverde. Para entonces, los radicales de ambas aficiones ya se habían enzarzado en una batalla campal que obligaba a los agentes a intervenir. No hubo detenidos pero sí varios heridos. Algunos aficionados se quejaron de lunas rotas y desperfectos en sus vehículos más tarde.
En el estadio la tensión no disminuyó. Los desgraciadamente típicos insultos de las gradas fueron una constante en ambos lados. A los nazaríes se les iba de las manos el apoyo a su equipo y prendieron bengalas dentro del estadio para indignación del speaker que recordaba una y otra vez que estaba prohibido encender artefactos pirotécnicos en el estadio.
Así, la olla a presión en la que se convirtió Los Cármenes fue el condicionante que marcó un arbitraje en entredicho que se va a revisar. De momento, De las Heras y Raíllo se pierden en partido en El Arcángel, donde la afición cordobesista tiene que dar el do de pecho con la elegancia que todos merecen.
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