Por fin tenemos la oportunidad de volver a disfrutar de una adaptación de una novela del autor escocés Irvine Welsh Escoria autor de la ya clásica novela y adaptación de culto Ttrainspotting y como no podía ser de otra manera por ser hermana del mismo padre, guarda mucha similitud.
En Filth que es el título que llega a las pantallas españolas volvemos a estar ante un descenso a los infiernos, una bajada al pozo, a la miseria, un restriego de escoria y de desechos de una manera salvaje.
James McAvoy interpreta en Filth a Robertson un policía drogadicto, corrupto, alcohólico, machista, xenófobo, picha corta y gran consumidor de pornografía, un autentico depravado violento, que con el propósito de conseguir un ascenso es capaz de utilizar todos los medios maquiavélicos a su alcance. Todo comienza con el asesinado de un oriental por una banda de ultras, este echo será la clave para que el departamento de policía ponga a cargo del caso a Robertson y los personajes nada desperdiciables que protagonizan el filme y que todos ellos giren alrededor de él. Muchos flecos colgando en la vida de este policía tan especial, como los matrimoniales entre otros, le llevaran a un verdadero delirio de autodestrucción que alcanza cotas inimaginables.
En un principio Filth da la sensación de estar viendo una película un tanto familiar, si, nuestro Torrente en versión británica, un policía corrupto enamorado de si mismo, que es capaz de pisar a cualquiera por ambición, un humor negro y sórdido, escatológico en muchos planos, vamos que tiene todos los ingredientes de Torrente pero con la gran salvedad de que James McAvoy interpreta a un personaje con muchísima más clase y estilo. La película no puede quedar así en una simple y aparente similitud ha nuestro personaje patrio y gira hacia la aclamada y ya clásica Trainspotting, con un mensaje profundo sobre el interior de una persona que está asomada a los abismos.
Este metraje es una brillante locura, una comedia dramática salvaje con un gran fondo detrás, llena de matices, tiene unos giros aunque sutiles, se ve claramente como la película pasa de la comedía tétrica y sucia hacia el drama, llegando hasta el delirio, casi el surrealismo, un verdadero cóctel de barbitúricos.
Es interesante contemplar la personalidad de Robertson que no deja de ser el fiel reflejo de lo que odia, lucha contra su tormento y contra si mismo por no aceptar lo que en realidad es y le aflige sin poder controlarlo. Robertson es canalla, soez e insensible pero su director Jon S. Baird ha sabido que el espectador de alguna manera simpatice con él, hasta en eso Filth se parece a Torrente.
Hasta en una vida caótica siempre hay una isla de lucidez y esta película busca ese punto pasando por el delirio, la ironía y la autocrítica en un lienzo de imágenes impactantes adornadas con una banda sonora perfectamente sincronizada con las imágenes, de una gran calidad que hace que muevas los pies en la butaca. Un gran paseo por una montaña rusa, llena de detalles que debido a lo rápido que se desarrollan a veces parece uno perderse, es recomendable incluso verla un par de veces.
El reparto es de primerísima calidad, el casting esta milimétricamente medido y el trabajo de todos los actores inconmensurable.
Filth es una reflexión sobre la sociedad moderna que nos rodea, sobre la insensibilidad que produce tanta competencia, hasta donde estamos dispuestos por alcanzar el éxito y a costa de qué.
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