La ilusión era máxima ante una nueva posibilidad de que la Real alzase un nuevo título. El desafío era harto complicado, pero la afición txuri-urdin albergaba un halo de esperanza para volver a dar la campanada ante nada más y nada menos que el todopoderoso Barcelona.
Aún no había dado la hora de comienzo de la final de la Supercopa femenina y la hinchada ya se dejaba ver por los exteriores del fondo norte del Reale Arena donde el club había instalado una pantalla de 12 m² para seguir el encuentro. Padres, madres, familias enteras y cuadrillas iban cogiendo sitio mientras decenas de curiosos se asomaban a ver qué pasaba por allí. Algunos preferían quedarse de pie. Los más comodones preferían verlo sentados en las escalinatas que dan acceso a las puertas 5 y 6 del estadio donostiarra.
La mañana comenzó animada, pero pronto se tornó todo en resignación; los 4 minutos que tardaron las azulgranas en perforar la portería defendida por Mariasun Quiñones. El silencio generalizado en los exteriores del recinto amaratarra solo lo rompía algún aficionado rojiblanco que cantaba tímidamente los goles de las catalanas. Momento en el que algún realista aprovechaba para acercarse al bar para tomar un refrigerio.
Al igual que las de Gonzalo Arconada en Salamanca, la señal de ETB en la pantalla gigante comenzó a hacer aguas. «Aperribay, paga el wifi», se escuchó decir a algún aficionado de forma jocosa mientras sus amigos se reían de forma ostensible. En medio de un ambiente bastante frío, los primeros aplausos de la mañana se dejaron escuchar cuando Bárbara Latorre abandonó el terreno de juego del Helmántico. «Ama, a ver si marcamos aunque sea un gol», confiaba un pequeño aficionado ataviado con la indumentaria de la Real Sociedad.
La resignación se transformó en desesperación cuando la señal volvió a dar problemas en una de las pocas acciones de ataque de la Real en la primera mitad. La imagen de la pantalla se congeló con Nahikari internando en el área azulgrana y alguno cantó gol entre carcajadas, mientras que la mayoría de realistas levantaban el brazo en señal de repulsa. La explanada se quedó sin ver el tercer y quinto gol del Barcelona, de nuevo por contratiempos de la señal.
El ambiente dentro del Reale Arena tampoco era mucho más festivo. Alguna decena de aficionados se agolpaba en las barras de los bares del estadio donde también se podía seguir la final de la Supercopa femenina en sus televisores. Vaso de cerveza en mano, el partido pasó a segundo plano a medida que la hora del derbi se iba acercando. Reunidos en pequeños corrillos, los hinchas realistas degustaban sus bebidas en medio de un bullicio que cada vez iba más en aumento.
Isak pone Anoeta en pie
Con la segunda parte de la final ya avanzada, la grada de Anoeta comenzó a coger color. Los más madrugadores ya ocupaban sus asientos desde bien pronto por la mañana para seguir, a través de los videomarcadores, a las pupilas de Gonzalo Arconada. El gol de Manu Lareo comenzó a caldear el ambiente del templo txuri-urdin, presagio de que algo importante iba a suceder en los minutos próximos.
La resignación y la apatía del comienzo de la jornada dio paso a la euforia y el jolgorio en menos de hora y media. Las 36.730 almas que se dieron cita en la grada del Reale Arena, que accedieron al estadio con la desilusión del choque femenino, vibraron con un derbi que dejó los tres puntos en casa.
El mosaico inicial antes de que los jugadores de Real y Athletic saltaran al césped presagiaba un gran ambiente. Una estampa blanquiazul que fue acompañada por los colores de la ikurriña provenientes de la grada Aitor Zabaleta mientras las gargantas de todos los realistas entonaban el himno de la Real a grito pelado.
El delirio llegó en la segunda mitad del derbi, cuando Imanol dio entrada al campo a Isak en detrimento de Willian José. La gente, puesta en pie, ovacionó el ingreso del atacante al grito de «¡oe, oe, oe, Isak , Isak!». El apoteosis se produjo con el tanto del sueco y el pitido final de Munuera Montero. La grada entonó el 'Txoriak Txori' y la 'Marcha de San Sebastián' y toda la afición se quedó en su sitio para aplaudir el esfuerzo de los jugadores en una jornada festiva que comenzó en resignación, pero que finalizó con la euforia de volver a ganar un derbi.
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